27 de agosto de 2024, día en que la Sala Salamandra en L’Hospitalet se convirtió en el lugar de encuentro para los nostálgicos que recuerdan que Soulfly, es lo primero que sucedió tras aquella separación de Sepultura en medio de su mismísimo prime.
Con Soulfly como protagonista, la gente ya iba en búsqueda de un ritual. Con Max Cavalera a la cabeza, representante número 1 indiscutido de toda Sudamérica, sigue dejando una huella imborrable en la escena, y demostrando una vez más, que por muchos años que pasen, su energía sigue siendo inagotable.
La noche comenzó con la banda Heleven, unos chicos de Granada que, con su mezcla de metal moderno, progresivo, melódico, preparó el ambiente a la perfección. Estaba claro que no estaban ahí solo para abrir el show; se aseguraron de dejar una muy buena impresión al público. Tienen 4 álbumes muy buenos disponibles en las plataformas de streaming, vale la pena ir a escucharlos.
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Luego, subieron al escenario los franceses Lecks Inc., quienes ofrecieron una propuesta de metal industrial, un poco influenciados por los sonidos de Rob Zombie. Aunque su propuesta musical no terminó de conectar con todos, intentan darlo todo.
La verdadera explosión de la noche llegó con la aparición de Soulfly. Con el jefe Max a la cabeza, la banda apareció como un sonido que te pateaba la cara, arrancando con “Back To The Primitive”. Un hervidero de energía pura. Max, con su estilo particular de siempre, campera deportiva, pantalones camuflados, llevó a su tribu a través de un viaje sonoro que alternaba entre la nostalgia noventosa y brutalidad moderna.
El setlist estuvo lleno de clásicos que los fans ansiaban, con temas como “Bleed” (con Richie Cavalera como invitado para hacer la parte rapera con voces guturales) y “Tribe” desatando una locura colectiva en la pista. Los circle pits se formaban casi de manera instintiva, y la conexión entre la banda y el público era palpable. La energía de Zyon Cavalera en la batería era un espectáculo en sí mismo, un reflejo claro de la herencia y la pasión que corre por sus venas.
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No faltaron referencias a su último trabajo, “Totem”, con “Superstition” y “Filth Upon Filth” demostrando que Soulfly sigue siendo una fuerza creativa. Estos temas nuevos se mezclaban perfectamente con los clásicos, mostrando que la banda no solo vive de su pasado glorioso, sino que sigue avanzando con paso firme.
El punto culminante llegó con “Jumpdafuckup”, donde la sala entera se agachó, para explotar en un salto colectivo que sacudió los cimientos de la Salamandra. Y como postre, cerraron con la demoledora “Eye For An Eye”, dejando a todos los presentes muy contentos pese al agotamiento.
Al final, la sensación era clara: Soulfly sigue siendo tan relevante y potente como siempre. Max Cavalera y su banda lograron, una vez más, conectar con su público de una manera visceral, recordándonos por qué son una leyenda viva del metal, que aunque no parezca ya tienen casi 25 años como “Soulfly”.
27 de agosto de 2024, día en que la Sala Salamandra en L’Hospitalet se convirtió en el lugar de encuentro para los nostálgicos que recuerdan que Soulfly, es lo primero que sucedió tras aquella separación de Sepultura en medio de su mismísimo prime.
Con Soulfly como protagonista, la gente ya iba en búsqueda de un ritual. Con Max Cavalera a la cabeza, representante número 1 indiscutido de toda Sudamérica, sigue dejando una huella imborrable en la escena, y demostrando una vez más, que por muchos años que pasen, su energía sigue siendo inagotable.
La noche comenzó con la banda Heleven, unos chicos de Granada que, con su mezcla de metal moderno, progresivo, melódico, preparó el ambiente a la perfección. Estaba claro que no estaban ahí solo para abrir el show; se aseguraron de dejar una muy buena impresión al público. Tienen 4 álbumes muy buenos disponibles en las plataformas de streaming, vale la pena ir a escucharlos.
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El setlist estuvo lleno de clásicos que los fans ansiaban, con temas como “Bleed” (con Richie Cavalera como invitado para hacer la parte rapera con voces guturales) y “Tribe” desatando una locura colectiva en la pista. Los circle pits se formaban casi de manera instintiva, y la conexión entre la banda y el público era palpable. La energía de Zyon Cavalera en la batería era un espectáculo en sí mismo, un reflejo claro de la herencia y la pasión que corre por sus venas.
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Al final, la sensación era clara: Soulfly sigue siendo tan relevante y potente como siempre. Max Cavalera y su banda lograron, una vez más, conectar con su público de una manera visceral, recordándonos por qué son una leyenda viva del metal, que aunque no parezca ya tienen casi 25 años como “Soulfly”.