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El pasado martes acudimos en masa al Wizink, en su versión abierta, para ver a los señores de Scorpions, estos “puretas” del rock están mayores, pero su entrega no se […]

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The Crawling en Glasgow: “Excelente música con una dosis de sarcasmo”

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Trivium en Barcelona: “El azote constante”
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Un día intempestivo, en un horario imposible, y un precio impopular, pero a pesar de todo, y contra viento y marea, la sala del Poble Nou rozó el lleno absoluto. Bajo el epígrafe Deadmen and Dragons Tour, la banda de Orlando Trivium volvía a Europa para supuestamente presentar, por fin, su décimo álbum In The Court of the Dragon, el cual grabaron en plena pandemia, y que no han podido trasladar al directo hasta el pasado año, pese a que a la hora de la verdad no sería así porque tan solo interpretarían un corte de este trabajo de 2021, que contaba con excelentes críticas. 

En este retorno a Europa los de Florida venían muy bien acompañados por tres bandas de estilos bien diferenciados, con el death metalcore de Heaven Shall Burn, el beatdown hardcore metal de Malevolence, y los maestros del death metal, Obituary. 

A quince minutos para las seis de la tarde iniciaban su particular show los ingleses Malevolence, y es que al entrar en la sala me sorprendió el enorme hueco de unos diez metros de diámetro que había en medio del público presente en Razzmatazz I. Acto seguido, Alex Taylor se dirigía a los presentes para informarles de que iban a darlo todo, toda su energía en estos treinta minutos de actuación, antes de presentarnos “Still Waters Run Deep” de su novedoso Malicious Intent (2022), en el que basaron casi todo su setlist. En seguida pude comprobar que ese espacio estaba funcionando a modo de ring, donde los elementos con más testosterona en sangre se dedicaban a practicar el beatdown, una evolución del clásico pogo, a un nivel más violento agitando brazos, y levantando piernas como si de artes marciales se tratara. 

Para el corte que da título a su segundo disco, “Self Supremacy” llegamos a una notable presencia de fans realizando el popular circle pit. Alex vuelve a tomar la palabra para mostrar su amor, y agradecimiento a la ciudad de Barcelona y su gente por el apoyo que siempre han recibido. De facto, está era su cuarta visita en pocos años, pese a que en las anteriores ocasiones en espacios más reducidos como la Estraperlo de Badalona, o la adyacente Razzmatazz III, donde precisamente se estrenaron en 2005 los cabezas de cartel de la noche, cuando vi a los chicos de Trivium por primera vez, compartiendo junto a Still Remains, y 3 Inches of Blood el Road Rage Tour durante el 25 aniversario del sello neerlandés Roadrunner Records, al que aun pertenecen diecisiete años después. 

Para la interpretación del sencillo “Higher Place”, un tema bastante más sosegado e intimista, accedimos a la petición de Alex, y nos acercamos al escenario ocupando ese espacio pseudo reservado. Tras la pequeña tregua, vuelta al ruedo con “Keep the Distance” desde su “The Other Side” (2020), y final con circle pit sobre “On Broken Glass”, previo anuncio de que esperan volver este mismo año como cabezas de cartel. Aunque son muchas las referencias de este quinteto de hardcore metal no apto para cardiacos, a los que más me recordaron fue a los afroamericanos Body Count. 

De otra época son Obituary, representantes de la old school de Florida, y se nota, más de treinta años de su primera visita, de hecho fue una de mis primeras crónicas cuando los de Tampa llenaron esta misma sala en el 92, junto a Napalm Death y Dismember, desde entonces han ido alternando Razzmatazz II con otras salas como Salamadra L’H, cuando han acudido como banda principal. En esta ocasión, la doceava, llegaban con su recientemente editado onceavo álbum Dying of Everything bajo el brazo, cuya portada, obra de Mariusz Lewandowsky, sirve de fondo, aunque la lona es tan grande que solo se aprecia la parte superior. Abrieron como no puede ser de otra manera con la instrumental “Redneck Stomp”, es así desde que la concibieron para abrir su disco de retorno en 2005, Frozen Time. 

Gracias a cinco chorros verticales de humo criogénico, una densa niebla acompañó sus criminales composiciones desde las iniciales “Sentence Day”, y “A Lesson of Violence” de su penúltimo álbum. Siguieron con “Visions in My Head”, desmembrada de su Inked in Blood (2014), disco en el que entraron en la formación el omnipresente Terry Butler (Death, Massacre, Six Feet Under), y el guitarra solista Kenny Andrews (Pain Principle, Andrew W.K.). A partir de este momento John Tardy ya con la garganta debidamente rodada despliega toda su amalgama gutural, y como muestra un botón, una del nuevo trabajo con el single “The Wrong Time” con un mini pogo en la zona central que fue in crescendo. 

Siguieron con “Don’t Care”, una de las clásicas de su World Demise (1994) tras la que hicieron un mínimo descanso antes de entrar a muerte, y viajar en el tiempo con “Circle of Tyrants”, una versión de la icónica formación suiza Celtic Frost, incluida en Cause of Death (1994). Un público entregado a la causa coreaba el típico oeoeoe para el corte que da título a su último trabajo, “Dying of Everything”con Tardy utilizando un filtro que le daba una voz a lo Darth Vader, y tremendo final con “I’m In Pain” desde su tercer álbum The End Complete (1992), que incluyó un mini solo de batería, y terminar con una enorme ovación final de una audiencia que ya ocupaba más de media sala. Tan solo cuarenta minutos que nos dejaron ultra satisfechos, aunque con ganas de más ante unos fans que no era los suyos, mayormente. 

Si Obituary acostumbra a iniciar sus directos con una instrumental, los alemanes Heaven Shall Burn también tienen su pieza de obertura fetiche con “Hunters Will be Hunted” de su disco Veto (2013). Al menos, esa ha sido la escogida las dos veces que les he visto con anterioridad, junto a Korn en 2017, y un año antes en el Rock Fest. Siguieron con “Bring the War Home” durante la cual Marcus Bischoff bromeó, agarrando el objetivo de uno de los cámaras que había en el foso. Antes de seguir con el tema que da nombre a la actual gira “Übermach” Throughout Europe pide a la audiencia dar lo máximo, y vaya si lo dieron con sus coros y danzas. De su Antigone (2004) recuperan la bien armonizada “Voice of Voiceless” para el que piden un Wall of death. 

Nos machacan con “My Heart and the Ocean” en un mar de palmas, y “Counterweight” estremece gracias a los profundos alaridos de Marcus, y al sonido de una batería que han ido equilibrando tras un inicio que superaba con creces al resto de instrumentos. Al igual que en Of Truth and Sacrifice (2020) en el que basan su repertorio actual, “March of Retribution” con circle pit incluido, sirve de intro para “Thoughts and Prayers” con unas nutridas y acompasadas palmas en su inicio, para pasar directamente al headbanging

“Profane Believers” provoca otro circle pit, y Marcus anuncia una canción muy especial que no es otra que la versión de Edge of Sanity, “Black Tears”, Iconoclast (2008). Tras este cover dedicado a los death metaleros suecos, el quinteto de Saalfeld hace un stop, antes de entrar con los bises, siendo las elegidas para tal efecto “Endzeit”, con toda la pista moviendo sus brazos alzados a izquierda y derecha, “Corium”, y tras preguntar si queremos una más, el último temblor provocado por los alemanes será “Tirpitz”, completando así una hora y diez de ensordecedora descarga.

Tras una larga espera, todo queda a oscuras, y el sonido pregrabado del “Run to the Hills” de Iron Maiden, es el paso previo que Trivium tienen a bien utilizar como apertura de sus directos desde hace ya algunos años, curiosamente desde que giraron junto a Iron Maiden en 2006.

Un decorado inspirado en dragones como telón de fondo, en los amplificadores, y otros enroscados en unas columnas a los lados, con unos ojos rojos parpadeantes, y un tercer dragón situado en la parte frontal de una batería elevada un metro por encima del escenario, todos de un estilo más bien oriental, muy distintos al que encontramos en la portada del disco, que es de digamos tipo occidental, como el que podemos ver en series como Juego de Tronos, e innumerables films, o el que aquí en Catalunya encontramos en la leyenda de Sant Jordi que lucha contra el dragón Montblanc, una alegoría de la lucha entre el bien y el mal. Otra referencia alrededor de la conexión entre este animal mitológico y la ciudad condal, es la del equipo de fútbol americano al que bautizaron como Barcelona Dragons en 1991. 

“The End of Everything”, la intro en modo grabación da paso a “Rain”, desde su disco más emblemático, Ascendency (2005), que sigue siendo parte principal de sus shows a pesar de la edición de una pila de álbumes. De un mar de cuernos pasamos a un mar de móviles grabando “Forsake Not the Dream” de su In Waves (2011) mientras Matt Heafy va recorriendo el escenario usando los cinco micros que hay situados a lo largo del escenario, y que utilizan tanto él como Corey Beaulieu que se encarga de las voces guturales, y en menor grado el bajista Paolo Gregoletto. 

Matt se dirige al respetable con algunas expresiones en castellano, como “¿Qué pasa, Barcelona?”, y explicando que es un honor volver a estar aquí, después de estos años de pandemia, y que estos últimos días han pasado por Bilbao, y Madrid, abucheos y silbidos para la capital del Estado opresor, y Heafy deseando comprobar cuál de las tres es la mejor. Así que parece que hoy vamos a tener que esmerarnos, o al menos eso es lo que Heafy pretende provocar. “Strife” suena muy melódica, muy pop, aunque el solo es de lo más heavy. 

En cambio “A Crisis of Revelation” es ultra thrash con un solo al unísono por parte de los dos guitarristas. Continúa con el tema concursal alrededor de las tres ciudades, a ver el nivel de clamor de los allí presentes en comparación a las otras capitales, esta actitud fue la tónica de las interpelaciones de Heaffy durante toda la noche. 

Cae “Built to Fall”, antes de llegar al emblemático “A Gunshot to the Head of Trepidation”, pidiendo que saltaran con él, y que manera saltar, y es que Heafy más que un frontman, es todo un showman de mil caras y muecas, solo le faltó echar fuego. Hasta cambiandose de guitarra, y de espaldas sigue alentando al personal con el brazo derecho para que la gente no deje de bramar antes de atacar con la percutiva “Down From the Sky”, Shogun (2008) con la sala agitando los brazos, y puños en alto. Con un “Sois increíbles”, parece que dejó claro quién ganó la batalla que organizó el líder de Trivium versus las otras localidades por donde arrasaron. 

Es el turno de su anterior trabajo What the Deadmen Say, sacudiéndonos con el tema que lo cierra, “The Ones We Leave Behind”, seguida por el melódico “Until the World Goes Cold” de su Silence in the Snow, tras preguntarnos si lo estamos pasando bien. Al final de esta composición en que combinan melodía y dureza, Matt nos reclama un circle pit como en Madrid y Bilbao, dice, para la mega rápida “To The Rats”, convirtiéndose aquello en un carrusel hasta el final. 

Turno para el oscuro The Sin and the Sentence (2017) con “The Heart From Your Hate”, melodía pop metal ideal para saltar y brincar sin cesar. Para “In Waves” se pide a la peña que permanezca agachada y esté lista para levantarse cuando suene el primer riff, durante la pieza un par de fans acaban siendo tele-transportados hasta el foso. Y bueno, para terminar, obviamente nos vamos con “Pull Harder on the Strings of Your Martyr” demandando más circle pit hasta finiquitar un show que tuvo una duración aproximada de tan solo setenta minutos, lejos de los noventa habituales de una banda principal. 

En fin, no quemaron la sala, pero lo pasamos realmente bien, aunque nos quedamos con ganas de escuchar algo más del nuevo material, del que tan solo escuchamos una pieza, no como en la gira norteamericana donde sí incluían unas cuatro de media. Buena puesta en escena, y actitud súper vital. Pues parece que el cuarteto ha ido progresando adecuadamente desde que ficharon por Roadrunner, cuando eran presentados como el futuro del metal pesado por el sello discográfico, y por los gurús del metal. 

Su éxito no ha cesado de crecer desde entonces, pese a que no los veía desde su brutal paso por Apolo junto a los alemanes Caliban donde hicieron temblar el suelo literalmente, y de eso hará unos diez años. pero no sé si han llegado a la cúspide, o las expectativas creadas a su alrededor, a base de armar discos cada vez más repletos de melodías más o menos pop. 

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Trivium en Barcelona: “El azote constante”
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Un día intempestivo, en un horario imposible, y un precio impopular, pero a pesar de todo, y contra viento y marea, la sala del Poble Nou rozó el lleno absoluto. Bajo el epígrafe Deadmen and Dragons Tour, la banda de Orlando Trivium volvía a Europa para supuestamente presentar, por fin, su décimo álbum In The Court of the Dragon, el cual grabaron en plena pandemia, y que no han podido trasladar al directo hasta el pasado año, pese a que a la hora de la verdad no sería así porque tan solo interpretarían un corte de este trabajo de 2021, que contaba con excelentes críticas. 

En este retorno a Europa los de Florida venían muy bien acompañados por tres bandas de estilos bien diferenciados, con el death metalcore de Heaven Shall Burn, el beatdown hardcore metal de Malevolence, y los maestros del death metal, Obituary. 

A quince minutos para las seis de la tarde iniciaban su particular show los ingleses Malevolence, y es que al entrar en la sala me sorprendió el enorme hueco de unos diez metros de diámetro que había en medio del público presente en Razzmatazz I. Acto seguido, Alex Taylor se dirigía a los presentes para informarles de que iban a darlo todo, toda su energía en estos treinta minutos de actuación, antes de presentarnos “Still Waters Run Deep” de su novedoso Malicious Intent (2022), en el que basaron casi todo su setlist. En seguida pude comprobar que ese espacio estaba funcionando a modo de ring, donde los elementos con más testosterona en sangre se dedicaban a practicar el beatdown, una evolución del clásico pogo, a un nivel más violento agitando brazos, y levantando piernas como si de artes marciales se tratara. 

Para el corte que da título a su segundo disco, “Self Supremacy” llegamos a una notable presencia de fans realizando el popular circle pit. Alex vuelve a tomar la palabra para mostrar su amor, y agradecimiento a la ciudad de Barcelona y su gente por el apoyo que siempre han recibido. De facto, está era su cuarta visita en pocos años, pese a que en las anteriores ocasiones en espacios más reducidos como la Estraperlo de Badalona, o la adyacente Razzmatazz III, donde precisamente se estrenaron en 2005 los cabezas de cartel de la noche, cuando vi a los chicos de Trivium por primera vez, compartiendo junto a Still Remains, y 3 Inches of Blood el Road Rage Tour durante el 25 aniversario del sello neerlandés Roadrunner Records, al que aun pertenecen diecisiete años después. 

Para la interpretación del sencillo “Higher Place”, un tema bastante más sosegado e intimista, accedimos a la petición de Alex, y nos acercamos al escenario ocupando ese espacio pseudo reservado. Tras la pequeña tregua, vuelta al ruedo con “Keep the Distance” desde su “The Other Side” (2020), y final con circle pit sobre “On Broken Glass”, previo anuncio de que esperan volver este mismo año como cabezas de cartel. Aunque son muchas las referencias de este quinteto de hardcore metal no apto para cardiacos, a los que más me recordaron fue a los afroamericanos Body Count. 

De otra época son Obituary, representantes de la old school de Florida, y se nota, más de treinta años de su primera visita, de hecho fue una de mis primeras crónicas cuando los de Tampa llenaron esta misma sala en el 92, junto a Napalm Death y Dismember, desde entonces han ido alternando Razzmatazz II con otras salas como Salamadra L’H, cuando han acudido como banda principal. En esta ocasión, la doceava, llegaban con su recientemente editado onceavo álbum Dying of Everything bajo el brazo, cuya portada, obra de Mariusz Lewandowsky, sirve de fondo, aunque la lona es tan grande que solo se aprecia la parte superior. Abrieron como no puede ser de otra manera con la instrumental “Redneck Stomp”, es así desde que la concibieron para abrir su disco de retorno en 2005, Frozen Time. 

Gracias a cinco chorros verticales de humo criogénico, una densa niebla acompañó sus criminales composiciones desde las iniciales “Sentence Day”, y “A Lesson of Violence” de su penúltimo álbum. Siguieron con “Visions in My Head”, desmembrada de su Inked in Blood (2014), disco en el que entraron en la formación el omnipresente Terry Butler (Death, Massacre, Six Feet Under), y el guitarra solista Kenny Andrews (Pain Principle, Andrew W.K.). A partir de este momento John Tardy ya con la garganta debidamente rodada despliega toda su amalgama gutural, y como muestra un botón, una del nuevo trabajo con el single “The Wrong Time” con un mini pogo en la zona central que fue in crescendo. 

Siguieron con “Don’t Care”, una de las clásicas de su World Demise (1994) tras la que hicieron un mínimo descanso antes de entrar a muerte, y viajar en el tiempo con “Circle of Tyrants”, una versión de la icónica formación suiza Celtic Frost, incluida en Cause of Death (1994). Un público entregado a la causa coreaba el típico oeoeoe para el corte que da título a su último trabajo, “Dying of Everything”con Tardy utilizando un filtro que le daba una voz a lo Darth Vader, y tremendo final con “I’m In Pain” desde su tercer álbum The End Complete (1992), que incluyó un mini solo de batería, y terminar con una enorme ovación final de una audiencia que ya ocupaba más de media sala. Tan solo cuarenta minutos que nos dejaron ultra satisfechos, aunque con ganas de más ante unos fans que no era los suyos, mayormente. 

Si Obituary acostumbra a iniciar sus directos con una instrumental, los alemanes Heaven Shall Burn también tienen su pieza de obertura fetiche con “Hunters Will be Hunted” de su disco Veto (2013). Al menos, esa ha sido la escogida las dos veces que les he visto con anterioridad, junto a Korn en 2017, y un año antes en el Rock Fest. Siguieron con “Bring the War Home” durante la cual Marcus Bischoff bromeó, agarrando el objetivo de uno de los cámaras que había en el foso. Antes de seguir con el tema que da nombre a la actual gira “Übermach” Throughout Europe pide a la audiencia dar lo máximo, y vaya si lo dieron con sus coros y danzas. De su Antigone (2004) recuperan la bien armonizada “Voice of Voiceless” para el que piden un Wall of death. 

Nos machacan con “My Heart and the Ocean” en un mar de palmas, y “Counterweight” estremece gracias a los profundos alaridos de Marcus, y al sonido de una batería que han ido equilibrando tras un inicio que superaba con creces al resto de instrumentos. Al igual que en Of Truth and Sacrifice (2020) en el que basan su repertorio actual, “March of Retribution” con circle pit incluido, sirve de intro para “Thoughts and Prayers” con unas nutridas y acompasadas palmas en su inicio, para pasar directamente al headbanging

“Profane Believers” provoca otro circle pit, y Marcus anuncia una canción muy especial que no es otra que la versión de Edge of Sanity, “Black Tears”, Iconoclast (2008). Tras este cover dedicado a los death metaleros suecos, el quinteto de Saalfeld hace un stop, antes de entrar con los bises, siendo las elegidas para tal efecto “Endzeit”, con toda la pista moviendo sus brazos alzados a izquierda y derecha, “Corium”, y tras preguntar si queremos una más, el último temblor provocado por los alemanes será “Tirpitz”, completando así una hora y diez de ensordecedora descarga.

Tras una larga espera, todo queda a oscuras, y el sonido pregrabado del “Run to the Hills” de Iron Maiden, es el paso previo que Trivium tienen a bien utilizar como apertura de sus directos desde hace ya algunos años, curiosamente desde que giraron junto a Iron Maiden en 2006.

Un decorado inspirado en dragones como telón de fondo, en los amplificadores, y otros enroscados en unas columnas a los lados, con unos ojos rojos parpadeantes, y un tercer dragón situado en la parte frontal de una batería elevada un metro por encima del escenario, todos de un estilo más bien oriental, muy distintos al que encontramos en la portada del disco, que es de digamos tipo occidental, como el que podemos ver en series como Juego de Tronos, e innumerables films, o el que aquí en Catalunya encontramos en la leyenda de Sant Jordi que lucha contra el dragón Montblanc, una alegoría de la lucha entre el bien y el mal. Otra referencia alrededor de la conexión entre este animal mitológico y la ciudad condal, es la del equipo de fútbol americano al que bautizaron como Barcelona Dragons en 1991. 

“The End of Everything”, la intro en modo grabación da paso a “Rain”, desde su disco más emblemático, Ascendency (2005), que sigue siendo parte principal de sus shows a pesar de la edición de una pila de álbumes. De un mar de cuernos pasamos a un mar de móviles grabando “Forsake Not the Dream” de su In Waves (2011) mientras Matt Heafy va recorriendo el escenario usando los cinco micros que hay situados a lo largo del escenario, y que utilizan tanto él como Corey Beaulieu que se encarga de las voces guturales, y en menor grado el bajista Paolo Gregoletto. 

Matt se dirige al respetable con algunas expresiones en castellano, como “¿Qué pasa, Barcelona?”, y explicando que es un honor volver a estar aquí, después de estos años de pandemia, y que estos últimos días han pasado por Bilbao, y Madrid, abucheos y silbidos para la capital del Estado opresor, y Heafy deseando comprobar cuál de las tres es la mejor. Así que parece que hoy vamos a tener que esmerarnos, o al menos eso es lo que Heafy pretende provocar. “Strife” suena muy melódica, muy pop, aunque el solo es de lo más heavy. 

En cambio “A Crisis of Revelation” es ultra thrash con un solo al unísono por parte de los dos guitarristas. Continúa con el tema concursal alrededor de las tres ciudades, a ver el nivel de clamor de los allí presentes en comparación a las otras capitales, esta actitud fue la tónica de las interpelaciones de Heaffy durante toda la noche. 

Cae “Built to Fall”, antes de llegar al emblemático “A Gunshot to the Head of Trepidation”, pidiendo que saltaran con él, y que manera saltar, y es que Heafy más que un frontman, es todo un showman de mil caras y muecas, solo le faltó echar fuego. Hasta cambiandose de guitarra, y de espaldas sigue alentando al personal con el brazo derecho para que la gente no deje de bramar antes de atacar con la percutiva “Down From the Sky”, Shogun (2008) con la sala agitando los brazos, y puños en alto. Con un “Sois increíbles”, parece que dejó claro quién ganó la batalla que organizó el líder de Trivium versus las otras localidades por donde arrasaron. 

Es el turno de su anterior trabajo What the Deadmen Say, sacudiéndonos con el tema que lo cierra, “The Ones We Leave Behind”, seguida por el melódico “Until the World Goes Cold” de su Silence in the Snow, tras preguntarnos si lo estamos pasando bien. Al final de esta composición en que combinan melodía y dureza, Matt nos reclama un circle pit como en Madrid y Bilbao, dice, para la mega rápida “To The Rats”, convirtiéndose aquello en un carrusel hasta el final. 

Turno para el oscuro The Sin and the Sentence (2017) con “The Heart From Your Hate”, melodía pop metal ideal para saltar y brincar sin cesar. Para “In Waves” se pide a la peña que permanezca agachada y esté lista para levantarse cuando suene el primer riff, durante la pieza un par de fans acaban siendo tele-transportados hasta el foso. Y bueno, para terminar, obviamente nos vamos con “Pull Harder on the Strings of Your Martyr” demandando más circle pit hasta finiquitar un show que tuvo una duración aproximada de tan solo setenta minutos, lejos de los noventa habituales de una banda principal. 

En fin, no quemaron la sala, pero lo pasamos realmente bien, aunque nos quedamos con ganas de escuchar algo más del nuevo material, del que tan solo escuchamos una pieza, no como en la gira norteamericana donde sí incluían unas cuatro de media. Buena puesta en escena, y actitud súper vital. Pues parece que el cuarteto ha ido progresando adecuadamente desde que ficharon por Roadrunner, cuando eran presentados como el futuro del metal pesado por el sello discográfico, y por los gurús del metal. 

Su éxito no ha cesado de crecer desde entonces, pese a que no los veía desde su brutal paso por Apolo junto a los alemanes Caliban donde hicieron temblar el suelo literalmente, y de eso hará unos diez años. pero no sé si han llegado a la cúspide, o las expectativas creadas a su alrededor, a base de armar discos cada vez más repletos de melodías más o menos pop. 

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