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U.D.O. en Barcelona: “¿Udo juega su última partida?”
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Texto: Jordi K. Vilaplana / Ramon Pros

Dicen que no puedes hacer según qué cosas los martes, pero… ¡a un concierto de U.D.O. no faltes, y menos si toca Peter Baltes! Y parece que los seguidores de la banda alemana se lo tomaron en serio, porque a pesar de ser un día no demasiado aconsejable para ir de bolo después de la resaca del fin de semana, Salamandra tuvo un lleno más que aceptable, si bien no hubo lo que podríamos decir un “gran ambientazo”, sino más bien atención, observación y verlas venir.

La banda francesa Existance volvía cuatro años después a la sala de L’Hospitalet de Llobregat, de nuevo acompañando a una formación alemana: en 2018 lo hizo junto a Primal Fear, y a los norteamericanos Riot V. Al entrar ya estaban aullando de lo lindo con “Wolf Attack”, el tema que da título a su último disco, editado el pasado año, ante un centenar de metaleros con ganas de heavy metal melódico, muy bien ejecutado y preciso.

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Con la enorme batería de Sven Dirckschneider, que ocupaba la parte central del escenario, el kit de Géry Carbonnelle estaba situado a su izquierda, haciendo que el bajista Julien Robilliard desde el extremo contrario no llegara a tener contacto visual con su compañero. Siguieron con una endiablada “Heavy Metal Fury”, tema que abre Breaking the Rock (2016), con notables solos y harmonías de guitarra, al igual que la heavy metalera “Legends Never Die” de su Steel Alive (2014), curiosamente el disco del que extrajeron más dientes, en lugar del más reciente, Wolf Attack.

Su guitarrista y vocalista Julian Izard presenta la coral “Steel Alive”, tras un Moltes gràcies Catalunya, en catalán, y se muestra contento de estar de nuevo por aquí, cuatro años después, esto ya en inglés. También de este disco es “Dead or Alive” donde Julian fuerza y agudiza algo más la voz al igual que el solo de su guitarra, que lo ejecuta arrodillado, junto a su compañero Antoine Poiret.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Eluveitie, Amorphis y Dark Tranquillity en Barcelona: “Fusión de géneros y resultados épicos”

Bajaron las revoluciones con “We Are Restless”, para volver a subirlas con “Power of Gods”, con Julian emplazando a los presentes a reunirse con el grupo en la zona de merchandising al final del show. Que terminaría con bastante más asistencia que al principio, con la intensa y percutida “From Hell” tras cuarenta y cinco minutos de puro heavy heavy old school de intachable factura. Très bien garçons!!!

Después de que “No Class” de Motörhead anunciara el inicio inminente, la actuación arrancó con “Prophecy” y “Holy Invaders”, dos trallazos de estribillos épicos extraídos del nuevo trabajo de estudio (y ya van diecisiete), publicado en 2021 y titulado enigmáticamente Game Over. Hay quien leerá lo que tal vez no sea… En palabras de su creador, el álbum es una advertencia ante los peligros fatales que corren el planeta y la humanidad.

Aunque hayamos presenciado el Game Over Tour, la sensación que dominó el ánimo tras la tormenta sónica de Udo Dirkschneider y compañía es que su final todavía está lejos. Así parecían insinuar los dos puños enguantados de la portada del disco, con las letras del título permanentemente iluminadas, a modo de ariete torpedero que arremete contra el paso del tiempo y sostiene el logotipo del grupo, situados majestuosamente en todo momento sobre la batería de Sven Dirkschneider, hijo del líder del ahora quinteto, presente en la formación desde 2016, tras un breve paso por Saxon para sustituir a Nigel Glockler.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Sonata Arctica en Murcia: “Heladas sinfonías acústicas”

Sí, el entrañable vocalista ya tiene 70 años y, a estas alturas de la partida, su registro flaquea y se aguanta con muletas, su interpretación escénica es muy modesta y recatada, su capacidad interactiva deja que desear y algunos temas se ejecutan a media velocidad y bajados de tono, pero él es un auténtico icono de la vieja escuela del metal, un monstruo de los escenarios con más de 40 años de tablas a las espaldas, y el público, que conoce y aprecia su trayectoria prolífica, lo agradece y lo respeta. Udo nació para ser rápido como un tiburón y morirá con las botas puestas. Esperemos que sea cuanto más tarde, mejor.

La presentación inicial de material nuevo fue clara, pero podría haber sido más alta. El maestro de ceremonias agarró el micrófono para introducir la rabiosa y lejana “Go Back to Hell”, el tercer bombazo de la noche, e intercambiar algunas palabras de salutación con el público, momento en que se evidenció la necesidad apremiante de subir el volumen general de megafonía. Con decibelios suficientes ya, el concierto fue avanzando a través de “Never Cross my Way”, “24/7” e “Independence Day”, en un paseo por álbumes consagrados como Steelhammer, Mission No. X y Solid.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Lordi en Madrid: “Los monstruitos en un Halloween pasado por agua”

El pasado también sigue siendo el presente: Udo lo sabe y no renuncia a él. “Breaker” fue el primer disparo a bocajarro de la velada, con un cierre en que el nuevo guitarrista germano Fabian Dee Dammers robó el protagonismo a su jefe y se marcó un solo corto, pero sobrio y efectivo. A continuación, a modo de introducción, su socio cómplice a las seis cuerdas, el ruso Andrey Smirnov, en la banda desde 2013, tomó la iniciativa en solitario e interpretó en dos partes, una en formato de arpegio y la otra en rasgueo rítmico, a lo largo de 3 minutos, lo que desembocaría en “Rose in the Desert”, del penúltimo trabajo Steelfactory.

De regreso a la senda más actual, cayeron “Kids and Guns” y “Like a Beast”, pero Accept aún conserva su peso específico, y no podía faltar “Princess of the dawn”, coreada hasta la saciedad ante los jaleos del orquestador supremo. “Blind eyes” y “The Bogeyman” nos recordaron los tiempos de Thunderball y Dominator. Comenzaba a acercarse el principio del fin, y Udo entonó el cántico popular “heidi, heido, heida”, que todo buen metalero de pro reconoce inconfundiblemente a la primera, para dejarse las cuerdas vocales en “Fast as a Shark”. Nuevamente de vuelta al motivo de la gira, siguió el primer single de Game over, “Metal Never Dies”, y después se apagaron las luces.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: GBH en Barcelona: “Viejo punk para jóvenes acelerados”

La banda ya llevaba una hora y media en el escenario y necesitaba un respiro. Pero no tardó en contraatacar con una tanda larga de 5 bises: la semibalada “I Give as Good as I Get” de Rev-Raptor, los dos cortes que dan título a Man and Machine y Animal House, respectivamente, y un final apoteósico con la bandera de Accept izada y enarbolada por un público entregado y embriagado de orgullo metálico absoluto, dispuesto a disfrutar de las viejas glorias de “Midnight Mover” y “Balls to the Wall”, como colofón definitivo.

En el cañonazo de despedida se pudo apreciar con claridad el buen hacer a las cuatro cuerdas de Peter Baltes, que forma parte de U.D.O. como invitado desde el 9 de septiembre, cuando sustituyó al bajista original, el esloveno Tilen Hudrap (que ya había dejado su huella en Vicious Rumours, Paradox y Pestilence), a quien tuvieron que hospitalizar con un cuadro grave de estrés y agotamiento tras el concierto de Múnich de la actual rama europea de la gira. Le deseamos una recuperación pronta y sana. 

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Saratoga en Madrid: “¡A por 30 años más!”

No es de extrañar que, ante esta situación comprometida, Dirkschneider reclutara a su antiguo compañero de batalla, ya que en los últimos tiempos han colaborado en diversos proyectos, entre ellos, una versión de “Shoot to thrill” de AC/DC junto a Howling Giant, el grupo en que milita el bajista y cantante Sebastian Baltes, hijo de su señor padre, y algunos vídeos para Dirkschneider & The Old Gang, en compañía del batería/guitarrista, también ex­-Accept y ex­-U.D.O., Stefan Kauffman.

Prácticamente dos horas de descarga para nuestros corazones de metal (que tomen nota los grupos más jóvenes que no alargan tanto), un repertorio muy extenso (20 temas) en que no se notó abusivamente la presencia del último trabajo, un repaso generoso y amplio de la discografía del grupo (tal vez faltó algún himno más, como “They Want War”, que hubiera reforzado el lema en grandes letras “No War” que el amo del lugar lució toda la noche en la espalda de su inamovible chaqueta negra) y el rescate de las joyas de antaño. Bien escogida la outro de “The show must go on”, en contrapunto a los apuntes agoreros del concepto de Game Over. Nada mal para un martes que, de otro modo, podría haber pasado sin pena ni gloria. Muchos ya lo han dicho anteriormente a su manera, y ahora Udo lo expresa en voz alta y clara para todos los que aún quieren más de él: Metal never dies!

Fotografías: Markceröck

 

 

 

 

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U.D.O. en Barcelona: “¿Udo juega su última partida?”
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Texto: Jordi K. Vilaplana / Ramon Pros

Dicen que no puedes hacer según qué cosas los martes, pero… ¡a un concierto de U.D.O. no faltes, y menos si toca Peter Baltes! Y parece que los seguidores de la banda alemana se lo tomaron en serio, porque a pesar de ser un día no demasiado aconsejable para ir de bolo después de la resaca del fin de semana, Salamandra tuvo un lleno más que aceptable, si bien no hubo lo que podríamos decir un “gran ambientazo”, sino más bien atención, observación y verlas venir.

La banda francesa Existance volvía cuatro años después a la sala de L’Hospitalet de Llobregat, de nuevo acompañando a una formación alemana: en 2018 lo hizo junto a Primal Fear, y a los norteamericanos Riot V. Al entrar ya estaban aullando de lo lindo con “Wolf Attack”, el tema que da título a su último disco, editado el pasado año, ante un centenar de metaleros con ganas de heavy metal melódico, muy bien ejecutado y preciso.

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Con la enorme batería de Sven Dirckschneider, que ocupaba la parte central del escenario, el kit de Géry Carbonnelle estaba situado a su izquierda, haciendo que el bajista Julien Robilliard desde el extremo contrario no llegara a tener contacto visual con su compañero. Siguieron con una endiablada “Heavy Metal Fury”, tema que abre Breaking the Rock (2016), con notables solos y harmonías de guitarra, al igual que la heavy metalera “Legends Never Die” de su Steel Alive (2014), curiosamente el disco del que extrajeron más dientes, en lugar del más reciente, Wolf Attack.

Su guitarrista y vocalista Julian Izard presenta la coral “Steel Alive”, tras un Moltes gràcies Catalunya, en catalán, y se muestra contento de estar de nuevo por aquí, cuatro años después, esto ya en inglés. También de este disco es “Dead or Alive” donde Julian fuerza y agudiza algo más la voz al igual que el solo de su guitarra, que lo ejecuta arrodillado, junto a su compañero Antoine Poiret.

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Después de que “No Class” de Motörhead anunciara el inicio inminente, la actuación arrancó con “Prophecy” y “Holy Invaders”, dos trallazos de estribillos épicos extraídos del nuevo trabajo de estudio (y ya van diecisiete), publicado en 2021 y titulado enigmáticamente Game Over. Hay quien leerá lo que tal vez no sea… En palabras de su creador, el álbum es una advertencia ante los peligros fatales que corren el planeta y la humanidad.

Aunque hayamos presenciado el Game Over Tour, la sensación que dominó el ánimo tras la tormenta sónica de Udo Dirkschneider y compañía es que su final todavía está lejos. Así parecían insinuar los dos puños enguantados de la portada del disco, con las letras del título permanentemente iluminadas, a modo de ariete torpedero que arremete contra el paso del tiempo y sostiene el logotipo del grupo, situados majestuosamente en todo momento sobre la batería de Sven Dirkschneider, hijo del líder del ahora quinteto, presente en la formación desde 2016, tras un breve paso por Saxon para sustituir a Nigel Glockler.

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Sí, el entrañable vocalista ya tiene 70 años y, a estas alturas de la partida, su registro flaquea y se aguanta con muletas, su interpretación escénica es muy modesta y recatada, su capacidad interactiva deja que desear y algunos temas se ejecutan a media velocidad y bajados de tono, pero él es un auténtico icono de la vieja escuela del metal, un monstruo de los escenarios con más de 40 años de tablas a las espaldas, y el público, que conoce y aprecia su trayectoria prolífica, lo agradece y lo respeta. Udo nació para ser rápido como un tiburón y morirá con las botas puestas. Esperemos que sea cuanto más tarde, mejor.

La presentación inicial de material nuevo fue clara, pero podría haber sido más alta. El maestro de ceremonias agarró el micrófono para introducir la rabiosa y lejana “Go Back to Hell”, el tercer bombazo de la noche, e intercambiar algunas palabras de salutación con el público, momento en que se evidenció la necesidad apremiante de subir el volumen general de megafonía. Con decibelios suficientes ya, el concierto fue avanzando a través de “Never Cross my Way”, “24/7” e “Independence Day”, en un paseo por álbumes consagrados como Steelhammer, Mission No. X y Solid.

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En el cañonazo de despedida se pudo apreciar con claridad el buen hacer a las cuatro cuerdas de Peter Baltes, que forma parte de U.D.O. como invitado desde el 9 de septiembre, cuando sustituyó al bajista original, el esloveno Tilen Hudrap (que ya había dejado su huella en Vicious Rumours, Paradox y Pestilence), a quien tuvieron que hospitalizar con un cuadro grave de estrés y agotamiento tras el concierto de Múnich de la actual rama europea de la gira. Le deseamos una recuperación pronta y sana. 

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No es de extrañar que, ante esta situación comprometida, Dirkschneider reclutara a su antiguo compañero de batalla, ya que en los últimos tiempos han colaborado en diversos proyectos, entre ellos, una versión de “Shoot to thrill” de AC/DC junto a Howling Giant, el grupo en que milita el bajista y cantante Sebastian Baltes, hijo de su señor padre, y algunos vídeos para Dirkschneider & The Old Gang, en compañía del batería/guitarrista, también ex­-Accept y ex­-U.D.O., Stefan Kauffman.

Prácticamente dos horas de descarga para nuestros corazones de metal (que tomen nota los grupos más jóvenes que no alargan tanto), un repertorio muy extenso (20 temas) en que no se notó abusivamente la presencia del último trabajo, un repaso generoso y amplio de la discografía del grupo (tal vez faltó algún himno más, como “They Want War”, que hubiera reforzado el lema en grandes letras “No War” que el amo del lugar lució toda la noche en la espalda de su inamovible chaqueta negra) y el rescate de las joyas de antaño. Bien escogida la outro de “The show must go on”, en contrapunto a los apuntes agoreros del concepto de Game Over. Nada mal para un martes que, de otro modo, podría haber pasado sin pena ni gloria. Muchos ya lo han dicho anteriormente a su manera, y ahora Udo lo expresa en voz alta y clara para todos los que aún quieren más de él: Metal never dies!

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