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Yes
The Quest (2021)
InsideOut Music

TRACKLIST:

CD1:
1. The Ice Bridge
2. Dare To Know
3. Minus The Man
4. Leave Well Alone
5. The Western Edge
6. Future Memories
7. Music To My Ears
8. A Living Island

CD2:
1. Sister Sleeping Soul
2. Mystery Tour
3. Damaged World

Es indudable que Yes son uno de los pilares más importantes en lo que se refiere al rock progresivo de los setentas, tanto que señalarlo bien puede constituir una redundancia. Ni siquiera hace falta listar la enorme cantidad de álbumes clásicos en su haber, con trabajos como Fragile (1971) y Close To The Edge (1972) sirviendo como las muestras más obvias de un grupo que se cuenta entre las leyendas del estilo.

Yendo de la mano con su estatus legendario también está una historia complicada y problemática: separaciones, álbumes controversiales y cambios de estilo y formación no faltan a lo largo de sus cinco décadas de historia. Y la última década de Yes se ha visto marcada por estos últimos ítems: la edición de Fly From Here en 2011 cortó una racha de diez años sin nuevos álbumes y el debut detrás del micrófono del cantante canadiende Benoît David, reemplazante del histórico Jon Anderson.

El trabajo tuvo críticas mayormente positivas aunque algo tibias, pero el despido de David en 2013 y la regrabación del álbum con el productor Trevor Horn en 2018, retitulada Fly From Here — Return Trip, demostró que las cosas en el seno de la banda no estaban del todo bien. 

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En el medio de estos dos álbumes se dio la llegada del cantante estadounidense Jon Davison, cuyo parecido con Anderson iba más allá de tener el mismo primer nombre y apellidos casi iguales, teniendo una voz de características muy similares. Sin embargo, su debut Heaven & Earth (2014) estuvo lejos de tener el mejor recibimiento: “soso”, “excesivamente suave”, “falto de energía”, las reseñas parecían buscar cualquier manera para no decir que era simplemente “aburrido”. Ese trabajo también sería el último junto a su bajista Chris Squire, quien moriría en 2015 víctima de una eritroleucemia, por lo que de ahora en más Yes se manejarían no sólo sin el último de sus miembros originales, sino también sin su líder histórico. 

Con todo esto, es entendible que The Quest tuviera una enorme expectativa detrás. Ahora con el estadounidense Billy Sherwood, quien fuera guitarrista de Yes entre 1997 y 2000, ocupando el puesto detrás de las cuatro cuerdas dejado por Squire, este vigésimo segundo trabajo de los británicos tendría que probar que el quinteto no estaba equivocado al decidir continuar sin su mente maestra, más allá de invitar a un debate filosófico acerca de si un conjunto sigue “siendo” luego de reemplazar a todos sus componentes.

El anuncio de que sería un álbum doble, el primero desde Tales From Topographic Oceans, trajo bastante interés, aunque este fuera más un tecnicismo: las once canciones del álbum acumulan 62 minutos, por lo que podría haber entrado en un único CD. De cualquier forma, el disco sería editado el 1ro de octubre a través de InsideOut, una de las casas del rock progresivo actual.

No puedo decir que haya tenido las mejores impresiones cuando escuché “The Ice Bridge” por primera vez, siendo no sólo el primer adelanto del álbum sino también una canción que despertó una controversia de plagio con el compositor inglés Francis Monkman (Curved Air). Eso se resolvió cuando se determinó que había sido por la inclusión equivocada de un demo de Monkman en una grabación que el tecladista Geoffrey Downes asumió que era suya, así que eso parece arreglado. 

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Centrándonos en la canción, esos teclados ochentosos de regusto AOR al inicio, como algo sacado de un tema de Asia, me dieron algo de miedo, como si la banda fuera a repetir los errores de Heaven & Earth. Pero, por suerte, las cosas fueron por un mejor camino que el que esperaba: el bajo de Sherwood se complementa bien con la batería de White, y Howe dibuja melodías con su guitarra con su sello característico, con teclados mucho menos empalagosos acompañando todo.

Sobre esto, Davison hace lo suyo con su imitación de Anderson, con su voz suave y angelical, aunque por momentos excesivamente retocada. No es una canción que vaya volarle la cabeza a uno, pero es una implementación mucho mejor de la “suavidad” que la banda buscó en su anterior álbum.

“Dare To Know” fue el segundo adelanto de The Quest y también la segunda canción del álbum. Arañando los seis minutos, en esta canción Yes hace más énfasis en la parte sinfónica de su sonido, con colchones de teclados de todo tipo acompañando las sutiles guitarras acústicas de Howe, con un par de secciones de compases irregulares. Los momentos de teclados cinematográficos, incluso si por momentos se ponen un tanto “banda sonora de película de Disney”, son un toque interesante, y en su conjunto este segundo track se siente mejor trabajo y de mejor realización que su antecesor.

Sin embargo, arrancar este trabajo con los dos adelantos, en mi opinión, no fue la mejor estrategia, pero a partir de este momento vamos a poder ver lo que la banda británica le tenía guardado a su público.

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“Minus The Man” es la primera canción “nueva” del álbum, aunque continúa la onda relajada de las dos primeras. Teclados y punteos suaves, Jon Davison hace lo suyo sin salirse su zona de confort pero tampoco estorbando, y poco más habría para hablar de manera específica: no la llamaría necesariamente “aburrida”, pero sí creo que la apreciación del oyente se verá afectada por cuánto le hayan gustado “The Ice Bridge” y “Dare To Know”, por lo que en este punto se podría acusar al álbum de variar poco los ritmos. 

Hay algo para destacar en esta canción en la letra: Yes no es una banda muy lírica, no necesariamente porque las suyas sonaran mal sino porque, al menos junto a Jon Anderson, parecían construir las letras más con el sonido que con el significado en mente, pero en esta canción es interesante que decidan meterse en la discusión de la influencia de la tecnología de manera muy clara. “Tecnología post-humana”, “la clave de nuestra supervivencia”, el hablar de cómo todo esto es un arma de doble filo y demás, es interesante incluso si Yes no ahondan de manera super profunda en ninguno de estos puntos, pero no causa la vergüenza ajena que otras bandas igual de veteranas hablando sobre la tecnología moderna.

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La introducción de “Leave Well Alone” parecía preparar al oyente para otra ronda de rock sinfónico suave, pero apenas pasan unos segundos hasta que la cosa se pone más movida. No digo que se vuelva un himno de discoteca, pero no viene mal para variar un poco las cosas, sobre todo con un bajo prominente. E incluso cuando la canción vuelve a incluir las secciones de teclados y guitarras acústicas, hay más variedad de ritmos que en tracks anteriores. Sin embargo, ya para esta altura es bastante difícil no tachar a Davison como el punto más flojo de The Quest: hablando de manera completamente sincera el estadounidense no me parece un mal cantante, pero pocas veces logra hacer algo más que una versión más “light” de su casi tocayo, nunca deslumbrando y manteniéndose en una parte muy acotada de su rango vocal.

Como nota aparte, la versión oficial que me llegó de esta canción parece tener un error en el minuto 7:19, donde aparece un ruido que no parece venir de ningún instrumento. Espero que eso se arregle para el lanzamiento final.

“The Western Edge” agarra velocidad y aumenta la intensidad con algunos fills de batería y teclados setentosos. Las voces a lo Peter Gabriel, cortesía de Billy Sherwood, ayudan a balancear la suavidad del estilo de Davison, y los arreglos de guitarra acústica le dan cierta atmósfera de ensueño por momentos. Al igual que las canciones anteriores, no le vendría mal algo más de pompa y energía, pero lo que intenta hacer lo hace bastante bien.

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“Future Memories” es el momento acústico de The Quest, e inaugura la segunda mitad del disco tanto en el tracklist como en el estilo: esta sexta canción es la única completamente acústica, pero a partir de este momento sus sucesoras se basan mucho en las guitarras acústicas. De estas, “Future Memories” es la mejor, gracias a su ambiente pastoral y sus agradables melodías vocales que contrastan con la atmósfera de rock suave de los setentas de los siguientes tracks. En mi opinión, acá funciona mucho mejor porque Yes se comprometen a este formato acústico, en vez de quedar en un punto medio incómodo entre la pomposidad progresiva y la intimidad de la guitarra criolla.

“Music To My Ears” es un track de rock suave que es, por lejos, el momento más aburrido de The Quest. No es que me oponga a este formato musical simplemente por la parte “suave”, porque puedo escuchar a America o Paul Williams sin problemas, pero esta séptima canción no tiene nada como para captar la atención: las melodías no son lo suficientemente pegadizas como para atrapar, no es melosa como para ser un gusto culpable, e incluso el breakdown progresivo de la segunda mitad se siente poco inspirado y falto de energía. A la producción le falta fuerza, y la frase “it’s music to my ears” se repite tanto que parece perder todo significado en cierto punto.

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Cerrando el primer disco, “A Living Island” es una balada lenta, acompañada por teclados y guitarra acústica, donde Yes parecen querer mandar un mensaje de apoyo a todo el mundo. Y puede que me esté volviendo viejo o que el último año y medio me haya afectado en exceso, pero no pude evitar que la canción me robara una sonrisa: es un mensaje meloso pero sincero, y que se eleva junto a las melodías vocales, percusión y un buen solo de guitarra. A diferencia del anterior, este track se compromete a su idea sin que le avergüence.

Ya arrancando con el trío que ocupa el segundo CD, “Sister Sleeping Soul” es otro track de atmósfera pastoral, que se ve acompañada por los precisos punteos de guitarra y un lindo solo de teclado. Con la falta de variantes en este disco no hay mucho más para decir sin repetir sobre esta canción, pero al menos acá las melodías son lo suficientemente fuertes como para justificar la composición.

“Mystery Tour” es un homenaje a los Beatles, no sólo en el título sino también en la letra, que referencia una montaña de canciones de los cuatro de Liverpool y un teclado con regusto a “Strawberry Fields Forever”. Es un experimento interesante y puede dar lugar a un juego de adivinar todas las canciones referenciadas, pero no creo que necesitara su propio espacio en el álbum. ¿Podría funcionar mejor como un track oculto? No sé, pero sí sé que las intenciones fueron mejores que la ejecución.

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Cerrando el álbum, Jon Davison le acerca el micrófono a Steve Howe para compartir voces en “Damaged World”. Al momento de escribir una reseña, siempre me planteo ser completamente sincero, más allá de mi fanatismo o no por la banda en cuestión, y es por eso que tengo que decir que no me gusta para nada la manera de cantar de Howe: será un mago de la guitarra, pero su voz es muy débil y no tiene química con Davison, que incluso utilizando apenas una fracción de su potencial lo termina arrollando en poder y claridad. Aunque tenga una idea de riff de guitarra decente y un solo de teclado agradable, no hay mucho más que pueda contrarrestar esa falla en las voces, cerrando The Quest con el peor track del disco.

The Quest es un álbum con muchas fallas, como seguramente habrán deducido por la forma en la que describí cada canción: producido por el mismo Steve Howe, estoy seguro que un productor externo hubiera metido mano y dirigido mejor qué material incluir y cuál dejar en el estudio. “Damaged World” y “Music To My Ears”, ambas composiciones acreditadas en solitario a Howe, hubieran quedado afuera y también alguna de las múltiples baladas lentas, como para que no se sienta tan repetitivo.

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Sin embargo, este vigésimo segundo lanzamiento de estudio de los londinenses tiene sus aciertos, hasta diría que con más peso que el de sus fallos: la producción es clara y elegante (más allá de ese error que mencioné antes), la orquesta tiene apariciones correctas, y a pesar de que me quejé de la falta de variantes en la manera de cantar de Davison, no hay ninguna canción que empeore con su presencia, aunque tampoco eleve alguna.

Es un álbum que es estrictamente para fanáticos de Yes, y sólo aquellos que puedan soportar la atmósfera ultra relajada y suave en la que la banda parece haber tanto énfasis en sus últimos trabajos. 

Para los que temían un segundo Heaven & Earth, hay que decirles que es bastante mejor que aquel pifie… aunque tampoco esperen algo completamente diferente. Esta formación actual de Yes carece de ambición, pero después de cinco décadas de carrera y con sus músicos clave acercándose a la edad de retiro, no hay que sorprenderse por eso: es el viejo “no tener que probarle nada a nadie”. Es un disco que pasa sin pena ni gloria, que busca aprobar con un “6” y que suena más como una excusa para realizar una nueva gira y mantener la máquina rodando con el fuego mínimo, con lo justo y necesario.

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The Quest (2021)
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TRACKLIST:

CD1:
1. The Ice Bridge
2. Dare To Know
3. Minus The Man
4. Leave Well Alone
5. The Western Edge
6. Future Memories
7. Music To My Ears
8. A Living Island

CD2:
1. Sister Sleeping Soul
2. Mystery Tour
3. Damaged World




Es indudable que Yes son uno de los pilares más importantes en lo que se refiere al rock progresivo de los setentas, tanto que señalarlo bien puede constituir una redundancia. Ni siquiera hace falta listar la enorme cantidad de álbumes clásicos en su haber, con trabajos como Fragile (1971) y Close To The Edge (1972) sirviendo como las muestras más obvias de un grupo que se cuenta entre las leyendas del estilo.

Yendo de la mano con su estatus legendario también está una historia complicada y problemática: separaciones, álbumes controversiales y cambios de estilo y formación no faltan a lo largo de sus cinco décadas de historia. Y la última década de Yes se ha visto marcada por estos últimos ítems: la edición de Fly From Here en 2011 cortó una racha de diez años sin nuevos álbumes y el debut detrás del micrófono del cantante canadiende Benoît David, reemplazante del histórico Jon Anderson.

El trabajo tuvo críticas mayormente positivas aunque algo tibias, pero el despido de David en 2013 y la regrabación del álbum con el productor Trevor Horn en 2018, retitulada Fly From Here — Return Trip, demostró que las cosas en el seno de la banda no estaban del todo bien. 

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Con todo esto, es entendible que The Quest tuviera una enorme expectativa detrás. Ahora con el estadounidense Billy Sherwood, quien fuera guitarrista de Yes entre 1997 y 2000, ocupando el puesto detrás de las cuatro cuerdas dejado por Squire, este vigésimo segundo trabajo de los británicos tendría que probar que el quinteto no estaba equivocado al decidir continuar sin su mente maestra, más allá de invitar a un debate filosófico acerca de si un conjunto sigue “siendo” luego de reemplazar a todos sus componentes.

El anuncio de que sería un álbum doble, el primero desde Tales From Topographic Oceans, trajo bastante interés, aunque este fuera más un tecnicismo: las once canciones del álbum acumulan 62 minutos, por lo que podría haber entrado en un único CD. De cualquier forma, el disco sería editado el 1ro de octubre a través de InsideOut, una de las casas del rock progresivo actual.

No puedo decir que haya tenido las mejores impresiones cuando escuché “The Ice Bridge” por primera vez, siendo no sólo el primer adelanto del álbum sino también una canción que despertó una controversia de plagio con el compositor inglés Francis Monkman (Curved Air). Eso se resolvió cuando se determinó que había sido por la inclusión equivocada de un demo de Monkman en una grabación que el tecladista Geoffrey Downes asumió que era suya, así que eso parece arreglado. 

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Sobre esto, Davison hace lo suyo con su imitación de Anderson, con su voz suave y angelical, aunque por momentos excesivamente retocada. No es una canción que vaya volarle la cabeza a uno, pero es una implementación mucho mejor de la “suavidad” que la banda buscó en su anterior álbum.

“Dare To Know” fue el segundo adelanto de The Quest y también la segunda canción del álbum. Arañando los seis minutos, en esta canción Yes hace más énfasis en la parte sinfónica de su sonido, con colchones de teclados de todo tipo acompañando las sutiles guitarras acústicas de Howe, con un par de secciones de compases irregulares. Los momentos de teclados cinematográficos, incluso si por momentos se ponen un tanto “banda sonora de película de Disney”, son un toque interesante, y en su conjunto este segundo track se siente mejor trabajo y de mejor realización que su antecesor.

Sin embargo, arrancar este trabajo con los dos adelantos, en mi opinión, no fue la mejor estrategia, pero a partir de este momento vamos a poder ver lo que la banda británica le tenía guardado a su público.

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Hay algo para destacar en esta canción en la letra: Yes no es una banda muy lírica, no necesariamente porque las suyas sonaran mal sino porque, al menos junto a Jon Anderson, parecían construir las letras más con el sonido que con el significado en mente, pero en esta canción es interesante que decidan meterse en la discusión de la influencia de la tecnología de manera muy clara. “Tecnología post-humana”, “la clave de nuestra supervivencia”, el hablar de cómo todo esto es un arma de doble filo y demás, es interesante incluso si Yes no ahondan de manera super profunda en ninguno de estos puntos, pero no causa la vergüenza ajena que otras bandas igual de veteranas hablando sobre la tecnología moderna.

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Como nota aparte, la versión oficial que me llegó de esta canción parece tener un error en el minuto 7:19, donde aparece un ruido que no parece venir de ningún instrumento. Espero que eso se arregle para el lanzamiento final.

“The Western Edge” agarra velocidad y aumenta la intensidad con algunos fills de batería y teclados setentosos. Las voces a lo Peter Gabriel, cortesía de Billy Sherwood, ayudan a balancear la suavidad del estilo de Davison, y los arreglos de guitarra acústica le dan cierta atmósfera de ensueño por momentos. Al igual que las canciones anteriores, no le vendría mal algo más de pompa y energía, pero lo que intenta hacer lo hace bastante bien.

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“Music To My Ears” es un track de rock suave que es, por lejos, el momento más aburrido de The Quest. No es que me oponga a este formato musical simplemente por la parte “suave”, porque puedo escuchar a America o Paul Williams sin problemas, pero esta séptima canción no tiene nada como para captar la atención: las melodías no son lo suficientemente pegadizas como para atrapar, no es melosa como para ser un gusto culpable, e incluso el breakdown progresivo de la segunda mitad se siente poco inspirado y falto de energía. A la producción le falta fuerza, y la frase “it’s music to my ears” se repite tanto que parece perder todo significado en cierto punto.

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Ya arrancando con el trío que ocupa el segundo CD, “Sister Sleeping Soul” es otro track de atmósfera pastoral, que se ve acompañada por los precisos punteos de guitarra y un lindo solo de teclado. Con la falta de variantes en este disco no hay mucho más para decir sin repetir sobre esta canción, pero al menos acá las melodías son lo suficientemente fuertes como para justificar la composición.

“Mystery Tour” es un homenaje a los Beatles, no sólo en el título sino también en la letra, que referencia una montaña de canciones de los cuatro de Liverpool y un teclado con regusto a “Strawberry Fields Forever”. Es un experimento interesante y puede dar lugar a un juego de adivinar todas las canciones referenciadas, pero no creo que necesitara su propio espacio en el álbum. ¿Podría funcionar mejor como un track oculto? No sé, pero sí sé que las intenciones fueron mejores que la ejecución.

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The Quest es un álbum con muchas fallas, como seguramente habrán deducido por la forma en la que describí cada canción: producido por el mismo Steve Howe, estoy seguro que un productor externo hubiera metido mano y dirigido mejor qué material incluir y cuál dejar en el estudio. “Damaged World” y “Music To My Ears”, ambas composiciones acreditadas en solitario a Howe, hubieran quedado afuera y también alguna de las múltiples baladas lentas, como para que no se sienta tan repetitivo.

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Es un álbum que es estrictamente para fanáticos de Yes, y sólo aquellos que puedan soportar la atmósfera ultra relajada y suave en la que la banda parece haber tanto énfasis en sus últimos trabajos. 

Para los que temían un segundo Heaven & Earth, hay que decirles que es bastante mejor que aquel pifie… aunque tampoco esperen algo completamente diferente. Esta formación actual de Yes carece de ambición, pero después de cinco décadas de carrera y con sus músicos clave acercándose a la edad de retiro, no hay que sorprenderse por eso: es el viejo “no tener que probarle nada a nadie”. Es un disco que pasa sin pena ni gloria, que busca aprobar con un “6” y que suena más como una excusa para realizar una nueva gira y mantener la máquina rodando con el fuego mínimo, con lo justo y necesario.

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