


Un nuevo disco de los suecos Opeth, aún para muchos, sigue siendo todo un acontecimiento. Desde el momento en que se da a conocer la noticia del lanzamiento, pasando por la portada del disco y un primer single que en ocasiones es fiel muestra de todo el registro y en otras no, hasta varios días después de la edición del disco, donde comienza a llegar todo tipo de críticas. Como siempre, constructivas e incluso destructivas. En el caso de los liderados por Mikael Åkerfeldt, vienen siendo de las segundas, precisamente por sus últimos cuatro álbumes. El motivo? Hubo un giro de relevancia en cuanto a la orientación musical de la banda se refiere, pasando de death metal progresivo, siendo “Watershed” (2008) su último representante, a “Heritage” (2011), enarbolando la bandera del rock progresivo alla 70s. Cosa que molestó a varios fans de la vieja guardia. Aunque no a todos.
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Para sorpresa de muchos, en “The Last Will and Testament” Mikael vuelve a los grunts y growls que tanto enamoraron a los metaleros de antaño. Pero por qué el frontman había decidido dejar las voces podridas de lado? Porque en 2011, año en que se editó el antes mencionado “Heritage”, declaró que no podía seguir desarrollándose como cantante si seguía gritando. Al menos en estudio, porque en vivo lo siguió haciendo. E incluso a la perfección. Y en este último registro, de igual manera. “The Last Will and Testament”, catorceavo disco de Opeth, es un álbum conceptual ambientado en la era posterior a la Primera Guerra Mundial, que cuenta la historia de un patriarca rico, conservador e infértil, cuyo último testamento revela secretos familiares impactantes. El disco comienza con la lectura del testamento del padre en su mansión. Entre los asistentes, hay tres hermanos: dos gemelos varones y una niña que, a pesar de ser huérfana y estar infectada con la polio, ha sido criada por la familia. Su presencia en la lectura del testamento genera sospechas y preguntas entre los gemelos. Los gemelos son el resultado de una procreación por donación. Durante la lectura del testamento, los gemelos descubren que no están relacionados con el patriarca y, en consecuencia, quedan fuera del testamento. La niña es la única hija de sangre del patriarca y, por lo tanto, es su verdadera heredera, aunque es la hija de la sirvienta del patriarca. Casi todas las canciones del disco comienzan con un símbolo de sección y un número, a excepción del tema que cierra el disco, “A Story Never Told”. Esto fue explicado por el líder Mikael Åkerfeldt: “las letras son como la lectura del testamento. Es por eso que las canciones no tienen títulos, solo párrafos uno… dos… hasta siete”.
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Si hay un lanzamiento este año que ha generado debate desde el minuto cero, ese es sin duda From Zero, el octavo álbum de los californianos Linkin Park y el primero con la señorita Emily Armstrong al frente con todo lo bueno y fresco que ella trae…pero también con ciertos contratiempos que se han visto acentuados por las redes sociales y en cierto modo por el hermetismo y la ignorancia de cierta parte de sus seguidores.
Tras muchas escuchas detenidas y a conciencia, para no caer en la euforia inicial que nos genera escuchar un disco nuevo, tengo que decir que, si esto sigue sonando a Linkin Park por los cuatro costados, el ADN de la banda está intacto, así como pequeñas fisuras en su sonido pero que se ven maquilladas por muchas capas de producción y una cantante que, no, jamás sustituirá a Chester Bennington, algo que por otra parte no iba a lograr nadie, pero que sin embargo, le ha puesto unos ovarios impresionantes para subirse a un tren en marcha y que no exista riesgo de descarrilarlo.
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Entonces From Zero ¿Está a la altura de lo que significa un grupo como Linkin Park?, pues yo diría que si, ya que escuchando singles como “The Emptiness Machine” o la más alternativa “Over Each Other”, lo cierto es que pocas quejas podemos ponerles ya que son temas que encajarían perfectamente en discos como Minutes to Midnight o The Hunting Party y a nadie le sorprendería.
Ahora bien, si pretendéis que os diga que todo aquí son luces, pues me temo que ahora viene la parte donde empieza el debate ya que hay algunos pasajes que no terminan de cerrar y si bien no dejan al disco al borde del naufragio como si ocurrió en su día con Living Things, podrían haberse resuelto de otra manera.
Por un lado hay absolutos temazos como “Two Faced”, de lo mejorcito del disco y que contentará a los fans de la primera época, siendo uno de los cortes que seguramente suene como un cañón en vivo o “Cut The Bridge”, con ese sonido medio alternativo de la etapa intermedia de la banda son puntos altos en el disco, sin embargo cortes como “Overflow” (tema que podría haber sido firmado por I Prevail, de ahí la importancia de LP en las bandas nuevas) o la melancólica “Good Things” no suman mucho al resultado final y creo que podrían haber sido resueltos de otra manera.
En cuanto al trabajo vocal de Emily, creo que es impecable demostrando que no han fichado a cualquiera y que ha sabido adaptar su estilo al sonido que ya es marca registrada (y mil veces imitada, aunque jamás igualada, todo sea dicho) de LP, ella no pretende ser lo que no es, pero si tener el carácter de darle a las canciones nuevas el tratamiento que se merecen y lo cierto es que el resultado es más que respetable e interesante.
Si alguien aún espera un Hybrid Theory 2.0, ya puede salir por donde vaya venido a escuchar este disco, porque no lo va a encontrar, ahora bien si te gusta como la banda ha ido moldeando su sonido a lo largo de los años, quizás encuentres en From Zero una digna continuación de todo lo anterior… ¿Pero es suficiente o les debemos pedir un poquito más? solo el tiempo, un próximo disco y las sucesivas escuchas que le des a From Zero lo dirá…
No voy a profundizar ni entrar en la polémica de si Linkin Park debería haberse quedado en el baúl de los recuerdos en lugar de volver a la actividad después de la muerte de Chester hace ya 7 años. Únicamente voy a centrarme en la crítica del nuevo álbum, que sorprendió a todos tras la designación de Emily Armstrong como vocalista sustituta de una de las voces más reconocidas del género.
La escena nu metal que los vio nacer ha estado disfrutando de un resurgimiento del género, además de una oleada de nostalgia de principios de los años 2000, la incorporación de Armstrong en las filas de Linkin Park aporta un sonido contemporáneo. Hay momentos en From Zero en los que, si lo escucharas sin conocer al artista, podrías pensar que es el lanzamiento de un nuevo artista pop vanguardista que incluye a Linkin Park entre sus influencias, y lo creerías sin objeciones.
Linkin Park se mueve en la línea entre hacer algo nuevo y mantener los vínculos con su pasado, algo que probablemente la mayoría de la gente en su posición intentaría hacer. Las melodías son contundentes, el sonido es dinámico. En este nuevo disco, las guitarras se inclinan un poco más hacia la distorsión en comparación con discos como One More Light o Minutes to Midnight.
Es de destacar que la voz de Emily Armstrong se adapta a la banda sin imitar directamente el estilo de Chester, aunque muestra los mismos niveles de potencia y versatilidad que lo hicieron destacar. Mike Shinoda, por su parte, vuelve al rap fácil de escuchar que lo hizo famoso, aunque también canta cuando el momento lo requiere. En las ocasiones en que sus voces se mezclan, logran armonías más que aceptables.
Se percibe que no tenían nada que perder, y esto ha dado como resultado una gran variedad de sonidos y estructuras. Aunque pretender revivir un nuevo Hybrid Theory/Meteora es imposible, dada la magnitud que esos discos tuvieron al momento de su lanzamiento, este nuevo material de LP es aceptable, pero, en mi opinión, no supera los 7 puntos. El disco “se pincha” después de la mitad; esto no significa que sean canciones mal ejecutadas, sino que, tal vez, la ubicación de los tracks no está bien balanceada.
Las canciones que se alejan del nu metal coquetean con el pop rock moderno, lo cual puede no ser del agrado de los antiguos fans de la banda pero mantienen el sonido característico de LP y se incluyen elementos que amplían el catálogo musical de la agrupación.
Las piezas que más se destacan, tras haber realizado varias escuchas del disco antes de su lanzamiento, son “Casualty”, “The Emptiness Machine” y “Cut the Bridge”.
El excelente grito rasgado de Emily al minuto 1:47 en “Heavy is the Crown”, con un ritmo constante acompañado de furiosos riffs hace de unos de las mejores participaciones de la vocalista.
Después de Overflow, el disco pierde el rumbo. Esta canción, una especie de electro-pop muy al estilo de One More Light, da paso a “Two Faced”, que reclama su lugar como el mejor riff de la banda desde “One Step Closer”, con un gran trabajo de ambos cantantes.
“Stained” suena como una pista de Demi Lovato o alguna artista pop internacional que incorpora una base distorsionada de fondo. Para mi, es una de las menos logradas.
Las dos canciones finales, tanto “IGYEI” como “Good Things Go”, no son malas: tienen experimentación y armonías vocales, pero no alcanzan el nivel del comienzo de este nuevo trabajo.
Treinta y dos minutos de duración para un trabajo que muchos no esperábamos, pero que ha revolucionado a los fans, quienes, como viene sucediendo, llenarán estadios que colgarán el cartel de “Sold Out” para estar presenten en el resurgir de una banda, desde cero.
Nunca fui fan de Linkin Park. Tengo muchos amigos que son seguidores desde la época en la que Hybrid Theory y Meteora estaban vendiendo millones de copias, pero en mi época de adolescente angustiado era más de escuchar Lacrimosa, Slayer y Pig Destroyer: demasiado “trve” y snob como para prestarle atención a una banda que la relacionaba más con AMVs de Dragon Ball y Naruto o con sonar en los créditos de la horrible Transformers 2. Pero incluso alguien como yo sintió el golpe el 20 de julio de 2017, cuando nos enteramos de que habían encontrado muerto a Chester Bennington, aparentemente luego de haberse suicidado.
A pesar de lo que dije al principio, por aquella época yo tenía a Linkin Park bastante presente. Dos meses antes la banda había editado su álbum One More Light y yo lo había estado escuchando bastante seguido para poder escribir una reseña. Pasaron siete años desde su salida y todavía sostengo que es un disco espantoso: era Linkin Park metiéndose de lleno en la electrónica y dejando de sonar no sólo como una banda de rock, sino directamente como una banda. Y no estoy solo en ello, porque ni la muerte de Chester hizo que aquel álbum dejara de ser visto como el peor lanzamiento de la discografía de Linkin Park, y uno que encima envejeció muy mal al sonar tanto como las tendencias de la época, de la misma manera que algo como Path of Totality de sus compañeros de género Korn.
Pero la muerte de Chester provocó una reevaluación de la obra de Linkin Park. El nu metal ya tenía como un par de bandas “respetadas” como Deftones, System Of A Down y, hasta cierto punto, Korn, pero Linkin Park no solían estar vistos de esa manera. ¿Por qué? Deftones siempre fueron más experimentales en su propuesta, lo mismo con SOAD a lo que se agregaba todo el contenido político, y Korn tenían el beneficio de haber sido de los primeros de la movida, pero Linkin Park no tenían nada de eso, y el hecho de que se mostraran tan melodramáticamente angustiados no ayudaba. Pero ahora muchos ven la discografía de Linkin Park, sobre todo esos dos primeros álbumes, con otros ojos: los pedidos de ayuda y el sentimiento de alienación ya no parecen una manera de surfear la ola del nu metal, que ya para ese punto había adoptado la angustia y rabia adolescente como poco menos que un disfraz al nivel del maquillaje de KISS, sino algo mucho más sincero.
Y metiéndonos en la música, escuchando tanto Hybrid Theory como Meteora quedan bastante claras las virtudes de una banda como Linkin Park: un grupo bien versado en la manera de mezclar rock con hip hop y electrónica sin dejar de sonar como un grupo, hábiles al momento de crear estribillos para gritar llorando y, como nota aparte, mostrándose como una de las pocas bandas de nu metal capaces de crear un disco sin que este dure 75 minutos, algo que sería casi constante durante los siguientes años.
Mencionamos al nu metal, pero al momento de poner en contexto a Linkin Park creo que tiene más sentido ponerlos no con gente como Limp Bizkit, Disturbed o Papa Roach sino con Gorillaz y Eminem, pudiendo agradar al público que viniera del rock, del pop o del hip hop que no se sintiera identificado con las tendencias mayores que se estaban dando en esos mundos respectivos. Es muy obvio cómo es que Linkin Park fueron los que vendieron decenas de millones de copias de sus discos y no, por ejemplo, Saliva o Adema: Linkin Park ya sonaban como un grupo plenamente de la década de los 2000, una era que terminarían influenciando de muchas maneras. Al día de hoy sostengo que la mezcla de voces melódicas y gritadas fue influencia en muchas bandas de metalcore y djent a la par de Dark Tranquillity, Fear Factory o Amorphis.
En abril de 2024 se supo que Linkin Park habían acordado un par de recitales este mismo año, y se reveló que habían elegido una cantante femenina para ocupar el puesto. A mí me pareció una idea muy inteligente, como para hacer mucho más fácil separar ambas etapas y evitar tantas comparaciones entre Chester y su reemplazante. Pero, ¿quién sería esta cantante? En septiembre se anunció que era Emily Armstrong, integrante de la banda de rock alternativo Dead Sara. Nunca había escuchado hablar de ella o de su banda y mucha gente criticó la primera presentación de ella junto a Linkin Park, pero yo me esperaba que no fuera perfecto: si somos francos, hubiera sido mucho más extraño que en ese primer recital saliera todo bien considerando que es un puesto demandante, hay muchos nervios y encima hay que estar complaciendo a millones de fans. Lo más seguro es que mejorara con el paso de las presentaciones.
Lo que no me esperaba era la controversia que se generaría a partir de esto, no porque existiera sino por el lugar de donde vino. Estamos en una época donde todos tenemos la posibilidad de quejarnos en la red y mucha gente a laque se le va toda la sangre a los ojos lo aprovecha para decir estupideces cada vez que ve una mujer en lo que antes era un club de chicos, pero en el caso de Armstrong las quejas vinieron por su asociación con Danny Masterson. Masterson era un actor, conocido por la serie That 70s Show, que fue condenado a 30 años de prisión en 2023 por abuso sexual: al parecer, el actor había usado sus contactos en la Iglesia de la Cienciología, una secta a la que pertenecen muchos actores prominentes, para ocultar sus actos, y resultó que Armstrong no sólo estaba relacionada con la Cienciología sino también había estado presente en una parte del juicio.
Muchos consideraron que era de un mal gusto extremo que la persona encargada del puesto de Chester Bennington, quien había sido víctima de abuso infantil y siempre había mostrado un gran apoyo a los grupos que lo combatían, fuera alguien con una relación cercana a un violador serial en una posición de poder. Hablando en términos de internet, Emily Armstrong fue “funada” en tiempo récord.
Después las cosas se aclararon… hasta cierto punto. Armstrong dio una declaración diciendo que sí estuvo en el juicio pero no por Masterson específicamente, y al parecer la cantante ya no estaba en contacto con la Cienciología desde hacía tiempo, con algunos analistas interpretando varias canciones de Dead Sara como una crítica a la secta. La idea de que “Linkin Park reemplazó a Chester con una ciencióloga” seguirá persistiendo en muchos círculos, pero parece que las cosas se calmaron últimamente. Al menos, hasta nuevo aviso.
Ah sí, es verdad que Linkin Park también anunciaron un nuevo disco, y que tenía que hablar sobre un disco. Perdonen, es que tenía que sacarme muchas cosas de adentro antes de arrancar a hablar sobre este From Zero, editado el 15 de noviembre. Como creo que habrán señalado mis compañeros antes, el título de este nuevo disco tiene múltiples significados: es un nuevo comienzo para la banda teniendo ahora a Armstrong en las voces, y también referencia a Xero, el nombre de la banda antes de la llegada de Chester al grupo, como diciendo que puede haber vida para Linkin Park después de su muerte porque hubo vida también antes de Chester. Como nota aparte, otro reemplazo fue el del baterista Rob Bourdon, que decidió bajarse de la reunión, con Colin Brittain pasando a estar detrás de los platillos.
Otro significado más es que From Zero sea de cierta manera un retorno a las raíces de Linkin Park, con un sonido que en líneas generales parece tomar inspiración de aquellos dos primeros álbumes de la banda. Del tercer álbum Minutes To Midnight en adelante, los californianos fueron cambiando su propuesta en cada álbum, a veces más electrónica, otras más rockera y culminando con el muy criticado One More Light. En ese contexto, From Zero es el primer álbum regresivo del grupo, volviendo a un sonido viejo.
Las canciones de From Zero se pueden dividir en dos grupos. El primero está compuesto por las canciones que claramente buscan volver a ese sonido de Hybrid Theory / Meteora: tras la intro “From Zero”, que deja más todavía en claro la idea detrás del título en caso de que no se hayan ya dado cuenta, tenemos la seguidilla “The Emptiness Machine” (la cual también fue el primer single lanzado), “Cut The Bridge” y “Heavy Is The Crown”, más tarde sumando “Two Faced” y “IGYEIH”, todas estas canciones donde tenemos bien al frente las guitarras, los rapeos de Shinoda y la mezcla de voces limpias y melódicas por parte de Armstrong. “Heavy Is The Crown” es la que más énfasis hace en eso, con los samples mezclados con las guitarras distorsionadas, al igual que la pesada “Two Faced” y los sonidos de scratches de DJ.
Las otras son las más “experimentales”, casi todas con muchos más elementos pop y de electrónica. La primera de estas es la lenta “Over Each Other”, que mantiene las guitarras pero claramente es más “accesible”, usando sólo voces limpias y teniendo algunos coros en el estribillo, además de un puente de piano. “Overflow” es de las más pop, con más voces limpias, la batería golpeteando junto a los teclados y las guitarras guardándose hasta el puente. “Stained” es una canción rara, con esos sonidos electrónicos al principio y el énfasis puesto en el rap de Shinoda mientras Armstrong se encarga del estribillo. Hay algo en la base que no me convence y que me hace sentir a esta como la peor canción del álbum.
“Casualty” también suena más experimental, pero no en el mismo sentido que sus compañeras en la bolsa. Es la canción más corta del disco y la más tradicionalmente pesada, donde Linkin Park podrían confundirse con alguna banda de hardcore punk. ¿Sonaré muy cuadrado si digo que es mi favorita de las canciones “raras” del disco? Bueno, de cualquier manera una reseña es una cosa subjetiva.
El álbum cierra tras apenas 32 minutos, con la canción final siendo “Good Things Go”. Es otra canción más melódica y con muchas voces limpias por parte de Armstrong junto con la de Shinoda, al punto de sonar por momentos como algo que podría haber estado en One More Light si no fuera por las guitarras. Es un clásico de Linkin Park en la manera en la que habla de una relación con sentimientos encontrados, y también es claro que es una despedida a Chester, no sólo por varias frases que se puede encontrar a lo largo de la canción sino también por estar al final de From Zero, en un nuevo comienzo para Linkin Park.
Quería dedicar una sección aparte para hablar de Emily Armstrong. La nueva cantante está… bien: competente, buen timbre de voz, no será Chester en lo suyo pero está claro que nadie en la banda quería buscar a un clon sino a alguien que pudiera sostenerse en solitario. Y Armstrong hace bien lo suyo, cumpliendo su trabajo de hacer de contrapeso a las secciones de rap de Shinoda, haciendo que no suenen demasiado empalagosas, con ese flow muy vieja escuela que funciona mucho mejor en un contexto más rockero que en uno de hip hop puro.
Y “bien” es la manera en la que también puedo describir a From Zero: está bien. No me voló la cabeza y no creo que los de Linkin Park estén de verdad listos para hacer borrón y cuenta nueva, además de que se me hizo excesivamente corto incluso para los estándares del grupo. Pero es un disco con un balance positivo, sobre todo en las canciones más clásicas como “Heavy Is The Crown” y “The Emptiness Machine”, y a veces sólo necesitás eso cuando se dan este tipo de cambios en la carrera de un grupo: no hace falta que el disco con el nuevo cantante sea un Back In Black o un The Number Of The Beast, sino un disco de 6,5 o 7 puntos que demuestre que todo está en orden y que hay potencial para más.
Sin embargo, creo que el problema con From Zero es que se sienta poco cohesivo: incluso con su corta duración, muchas veces parece que Linkin Park están tirando un montón de cosas a la pared para ver qué se queda pegado. Es menos un álbum hecho y derecho y más como un rejunte de canciones, y créanme que ambas cosas no son lo mismo.
Así que, ¿Qué nos queda de todo esto? Más que nada, que Linkin Park habrán recurrido a su pasado por primera vez en su discografía, pero claramente tienen la vista clavada en su futuro. Es un disco para fans, pero también un mensaje de que está todo bien. A no darse por vencidos.
Etiquetas: Alternative Rock, From Zero, Linkin Park, New Album, Nu Metal, Rap Rock

El 25 de noviembre de 2021, la banda Planes Mistaken For Stars informó que su integrante Gared O’Donnell había fallecido el día anterior, víctima de un cáncer de esófago por el que estaba recibiendo tratamiento desde agosto de 2020. O’Donnell había sido cantante y guitarrista de Planes Mistaken For Stars desde su formación en 1997, con casi 25 años de carrera donde el grupo se hizo un nombre en el under punk comenzando en el ambiente post hardcore / emo y más tarde incorporando elementos de metal, noise rock y hasta stoner, creando un sonido bastante personal. Fue en julio de 2022 que Planes Mistaken For Stars anunciaron que no seguirían sin O’Donnell, oficializando su separación en ese momento. Sin embargo, todavía quedaba algo por escuchar de parte del cuarteto estadounidense.
Do You Still Love Me? es el quinto, y se planea que último, álbum de Planes Mistaken For Stars, editado el 1ro de noviembre a través de Deathwish Inc. La banda se encontraba trabajando en este lanzamiento al momento de la muerte de O’Donnell, con el cantante terminando de componer y grabar sus pistas durante su último año de vida, según informó la misma banda.
El disco arranca con “Matthew Is Dead”, la cual creo que hace referencia a su antiguo guitarrista Matthew “Matt” Bellinger, que se suicidó en prisión en 2017: sí, un álbum marcado por la muerte de uno de sus músicos arranca con una referencia a otro músico muerto del grupo, así son las cosas en el rock under. Es un track denso y guitarrero, por momentos sonando como una cruza de Alice In Chains con Crowbar, que como detalle interesante parece que se va “desarmando”, por ponerlo de alguna manera, a medida que va avanzando: comienzan a aparecer ruidos de vidrios y otros objetos rompiéndose, y estos se vuelven más prominentes hasta que al final todo termina en un collage de feedback y sonidos de destrucción. No es la única canción que utiliza este recurso, ya que casi a la mitad tenemos a “Punch The Gauge”, otra canción densa que va creciendo hasta terminar en ruidos y gritos, aunque con una mayor dinámica durante su parte “tradicional” que creo que funciona mejor.
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Tampoco quiero dar una imagen errónea o engañosa de Do You Still Love Me? y hacerles creer que todo su material es así de experimental: el resto de las canciones son mucho más convencionales, “normales”, aunque no por eso se deben esperar un trabajo 100% digerible a la primera escucha. “Fix Me”, segunda canción y la que fue seleccionada como adelanto, muestra una marcha constante coronada por guitarras melódicas con bastante aire a los noventas, y la breve “Further” combina la ferocidad punk con cierto sentimiento rockanrolero, al igual que la siguiente “Arrow”.
“Modern Logic” es una de las canciones que más destacan, con cierta influencia psicodélica y un uso interesante de las melodías que, junto con las guitarras distorsionadas, le dan una aspecto muy melancólico a todo. Y hablando de melodías, hay que mencionar los arreglos en “Run Rabbit Run”, que van de la mano con la ferocidad de las voces.
Ahora, hablemos de las voces. Do You Still Love Me? es un disco dominado de principio a fin por una atmósfera fantasmal. Claro que esto podría achacarse a la sugestión de conocer el contexto en el que se produjo, de la misma manera en la que uno puede convencerse de que un rejunte de ruidos distorsionados pueden estar diciendo algo si se les acomodan unos subtítulos, pero creo que incluso sin tener el tema de la muerte presente, o siquiera la calavera que adorna la portada, se podría captar un aura inquietante a lo largo del álbum, más que nada por la manera en la que están mezcladas las voces, un tanto bajas y hasta sonando como si estuvieran detrás de los instrumentos. No voy a mentir y decirles que esto haya sido algo que me convenció desde el principio y mucho menos que lo vaya a preferir antes de tener las voces claras y al frente, pero es algo que combinado con la manera de cantar de O’Donnell, pasando del grito al susurro, le da cierta características propias al disco.
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En su conjunto, Do You Still Love Me? es un álbum más accesible y menos complicado de lo que uno esperaría teniendo en cuenta el contexto en el que se dio. Más allá de esos arrebatos de experimentación sonora, en general es un disco de canciones convencionales con muchas guitarras rockeras, estribillos claros y una mezcla de influencias que seguramente agradará a los fans del rock alternativo. Y como cierre de la discografía de Planes Mistaken For Stars, me parece un muy buen testamento, con 39 minutos que se sienten como dar un último vistazo a la carrera de la banda y, tal vez, a lo que podría haber sido si la tragedia no se hubiera cruzado en el camino.
Denle una escuchada de mi parte, no se van a arrepentir.
Etiquetas: Estados Unidos, Metal Alternativo, Planes Mistaken For Stars, Post Hardcore, Rock Alternativo

Ya sé que es un cliché, pero The Cure es una de las bandas que ha musicalizado mi vida desde mi adolescencia. Más allá del metal, siempre escuché distintos géneros, y entre ellos, el movimiento post-punk, goth rock y dark wave ha ocupado un lugar muy especial en mi corazón. Esto no quita que pueda ser crítico, y decir que, desde mi punto de vista, la extensa discografía de este grupo ícono de la oscuridad, ha tenido sus altibajos. Cada álbum tiene sus canciones memorables, pero no todos están al mismo nivel. El último trabajo que había calado muy profundo en mi alma fue Bloodflowers (2000), que completó la más gloriosa trilogía junto con Disintegration (1989) y Pornography (1982). Aparte de esos trabajos, sus otras tres obras cumbres, según mi sensibilidad, son Wish (1992), Faith (1981) y Seventeen Seconds (1980).
The Cure ha tenido un gran impacto en muchísimas bandas: Nine Inch Nails, The Smashing Pumpkins, The Jesus and Mary Chain, Placebo, Katatonia, Nothing, Deftones… Estos últimos tocaron un excelente cover de “If Only Tonight We Could Sleep” durante la ceremonia de inducción de los británicos al Rock & Roll Hall of Fame en 2019, un momento muy especial, con uno de mis grupos preferidos homenajeando a otra de mis bandas de cabecera. Recuerdo también la versión que, en 2022, Behemoth junto con Niklas Kvarforth (The Shining) grabaron del clásico A Forest. Vale la pena destacar el impacto en Argentina, hermosamente representado desde los 80’s por Soda Stereo (y Fricción, banda de Richard Coleman, aunque brevemente).
El año pasado, cuando los vi tocar en vivo “Alone”, un adelanto de este nuevo disco, en el marco del maravilloso show que brindaron en el Primavera Fest, supe que se avecinaba otra fuerte dosis de melancolía, una que volvería a llenarme. Y no me equivoqué. La voz de Robert Smith es imperecedera, y el bajo de Simon Gallup sigue siendo la columna que sostiene estas creaciones del más introspectivo existencialismo estético. Las letras, como si el sonido no fuera suficiente, destilan todas las emociones más crudamente humanas, aquellas que se vinculan con la conciencia de nuestra finitud: la nostalgia, la resignación, el duelo. Todas las canciones en este trabajo fueron íntegramente compuestas por Smith, quien, con 65 años de edad, ya está en una etapa en la que comprende el valor de vivir día a día y compartir una sabiduría que se muestra honesta, que no pretende vender ninguna promesa de felicidad, ni siquiera esperanza.
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El disco tomó forma tras las muertes de la madre, el padre y el hermano del ídolo inglés, y eso se nota. La inspiración proviene de una cadena de pérdidas que coincide increíblemente con la que yo mismo atravesé el año pasado, y eso hace que todo adquiera otra dimensión en mi mente. Si bien la obra podría haber salido en 2019, pasaron 16 años (desde el último trabajo editado) hasta que viera la luz. Sin embargo, la banda se mantuvo activa, tocando sus largos conciertos de más de dos horas en extensas giras mundiales, presentando la mitad de los tracks que forman parte de esta nueva ofrenda a la cultura.
“And Nothing Is Forever” brinda una combinación más agridulce, con una armonía y melodía de teclado sutilmente luminosas. El secreto es, justamente, que la luz muestra lo que hay, sea lo que sea, y nadie dice que deba ser algo que levante nuestro ánimo. Ya el comienzo de “A Fragile Thing”, con ese piano pesado y esa batería de mayor dinamismo, confirma lo que venía sospechando ya desde antes de que vibraran la guitarra afilada y el canto angustiado: The Cure nos ha entregado un álbum a la altura de los que mencioné previamente y que forman parte de la trama de mi identidad. El nombre Songs of a Lost World, y la gris foto de la portada también me daban esa impresión. Una escultura llamada Bagatelle (ahora propiedad de Smith) realizada en 1975 por el artista esloveno Janez Pirnat, que parece la cabeza del cantante de pelo enmarañado, descubierta en las ruinas de alguna ancestral civilización de la Mesopotamia, como si de un antiguo dios del sueño se tratara.
Todo se torna más tétrico en “Warsong”, con un solo de guitarra muy rockero que sobrevuela una base textural densa y gris como humo. Por si esto no fuera lo suficientemente ominoso, las palabras impactan como esquirlas de frío acero. “Drone:Nodrone” es de un ritmo más rápido y ganchero. Era necesario disipar un poco la opacidad en la atmósfera. Aun así, seguimos muy lejos del ocasional espíritu festivo que la banda supo demostrar en algunas de sus piezas más populares y de infinita circulación radial a lo largo de las décadas (y no me quejo de que así sea). Volvemos a hallarnos frente a otro pirotécnico despliegue de las seis cuerdas.
Si hacía falta que las teclas percutieran las fibras más íntimas de nuestro ser, el principio de “I Can Never Say Goodbye” se ocupa de ello. Volvemos a sumergirnos en las sombras y la guitarra sigue manteniendo la veta protagónica de los dos tracks previos. “All I Ever Am” eleva el ímpetu, con una batería intensa. El bajo retorna al lugar alto que se sabe que puede ocupar en la composición y el sintetizador suena palpitante. Tal como lo indica su título, “Endsong” marca el final de esta experiencia y tiene reminiscencias del principio, como si se tratara de un ciclo que se cierra. Hasta hay una sensación de marcha funeraria flotando en el aire, ¿es posible morirse con alegría? Cada cual lo sabrá llegado el día. Mientras tanto, ojalá tengamos mucho tiempo por delante para seguir escuchando esta nueva obra maestra.

The Cure es una banda que ha sabido trascender los límites de su propio género: cuando una de sus canciones puede ser tocada por los noisers extremos japoneses Gerogerigegege y la boy band pop punk Rock Bones, otra puede animar una fiesta gótica/dark y también ser parte de la playlist de tu mamá, o es citada como influencia por gente tan diferente como Fall Out Boy, Soda Stereo y Nine Inch Nails, queda claro que hablamos de una banda con un alcance importante. Debe ser por eso que los 16 años que Robert Smith y compañía se tomaron para editar nuevo material no fueron tan interminables como parecerían, no sólo porque The Cure se mantuvieron girando por el mundo dando sus recitales de dos horas y media, sino también porque su influencia ha sido constante seas un niño indie sensible, un fanático del industrial o un rockero pesado. Siempre han estado presentes, a pesar de todo.
Dicho eso, es obvio que el anuncio en septiembre de que el 1ro de noviembre saldría Songs of a Lost World, el primer álbum de The Cure desde 4:13 Dream (2008), fue toda una alegría: ya sabíamos que se estaba gestando este nuevo lanzamiento hacía años, siendo que la gira Shows of a Lost World, la primera que hicieron después de la pandemia, fue para debutar algunas de las canciones nuevas en vivo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que me empezara a preocupar.
¿Vieron cuando empiezan a imaginarse todas las formas en las que algo puede salir mal? Es un hábito preocupante que tengo, y en el caso de lo nuevo de The Cure me puse a acumular escenarios mentalmente. ¿Qué tal si esas versiones en vivo eran mejores que las de estudio? ¿Qué tal si la producción no estaba a la altura? Sumado a que en los últimos años tuvimos varios “regresos” que no estuvieron a la altura de las circunstancias, como el interminable Fear Inoculum de Tool, la duología Ordinary Man / Patient Number 9 de Ozzy, el infumable Hackney Diamonds de los Rolling Stones (extrañamente, tanto Ozzy como los Stones reclutando a Andrew Watt como productor, a quien considero una de las razones detrás de cómo salieron esos discos) y alguno más que me estaré olvidando.
Pero claro que no todos han sido malos, así que cabía esperar y ver si Songs of a Lost World estaba más cerca de un Blackstar, un Random Access Memories o al menos un Invincible Shield que de alguno de los ejemplos antes mencionados.
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“Alone” abre la placa con una introducción corta y ya pasando a una marcha lenta, marcada no sólo por los teclados y el punteo preciso del bajo sino principalmente por el golpeteo de la batería de Jason Cooper. Es una primera sección muy larga, ocupando toda la primera mitad de la canción, pero en ningún momento se siente que dure más de lo que debería: hay una tensión constante, con esos sonidos atmosféricos y un aura oscura que cubre todo sin asfixiar. Y es entonces que, a mitad de la canción, entra Robert Smith, quien a sus 60 años (ahora tiene 65, pero la mayor parte del disco se grabó en 2019) debe ser de los cantantes que mejor ha mantenido su voz, sonando casi indistinguible de la época de Disintegration mientras canta a su manera característica sobre este el amor en medio de la catástrofe.
Smith no se considerará a sí mismo como un buen cantante, pero en esta canción es obvio que su voz es una de las características principales de The Cure: no te la podés imaginar siendo cantada de otra manera.
“And Nothing Is Forever” es de cierta manera una balada, con muchos teclados, pianos y sonidos de cuerdas acompañando a Smith mientras canta sobre acompañar a alguien hasta el final. Logra ser todavía más oscura en ese aspecto, pero al mismo tiempo es una bocanada de aire fresco tras el inicio, siendo que el contexto es mucho más melódico. ¿Será la idea de compartir un último momento de felicidad antes de tener que enfrentar a la muerte? Sea esa la idea o no, es una canción de esas que me imagino a la gente cantando a coro en un concierto.
“A Fragile Thing” trata sobre el fin de una relación, con los sentimientos encontrados que se dan de por medio, y es una de las canciones más rockeras del álbum. Mucho de esto tiene que ver con la batería sonando más prominente incluso en medio del ritmo lento, pero aparte de eso encontramos detalles por todos lados: la línea de bajo, los teclados programados haciendo lo suyo alrededor de la base, el piano, el lamento vocal de Smith y los arreglos de guitarra. Es una canción densa en la cantidad de cosas, pero todo funciona de manera conjunta.
“Warsong” es la canción más corta de Songs of a Lost World, pero es también una de las más complicadas: densa, opresiva, pesada y la parte donde escuchamos diferentes voces acompañando a Smith cerca del final en un crescendo casi terrorífico es uno de los mejores momentos del álbum. No aportará muchos elementos nuevos siendo otra canción lenta y triste, pero no por eso es para dejarla de lado: Smith es un maestro al manejarse en este ambiente.
“Drone:Nodrone” tiene como atracción principal su línea de bajo, que acompañada por esos solos de guitarra en la segunda mitad recuerda mucho al rock alternativo de principios de los noventas. Por lejos la más rockera del álbum, muy buena para agregar un poco de diversidad manteniendo la oscuridad pero aumentando la intensidad. Sumado a eso, tiene uno de los mejores estribillos de la placa.
Una de las características de Songs of a Lost World es que todas las canciones fueron compuestas por Robert Smith, siendo apenas el segundo disco junto a The Head on the Door donde el músico tiene créditos exclusivos de todo un álbum. Pero incluso en ese contexto está claro que “I Can Never Say Goodbye” es una de sus canciones más personales no sólo de este trabajo sino también de toda la discografía de The Cure, siendo que está inspirada directamente por la muerte de Richard Smith, su hermano. Esta no fue la única pérdida que inspiró material del disco, pero es en esta canción donde se hace más explícito, sobre todo en el estribillo,
Robert Smith dijo que pasó por una gran cantidad de revisiones hasta poder encontrar la narrativa exacta, y como persona que escribe me puedo sentir completamente identificado: esta misma reseña pasó por varios momentos de borrar todo y comenzar de vuelta, por poner un ejemplo. Es otra canción triste, obviamente, pero lo es de una manera diferente al resto de las canciones, con su sentimiento de impotencia ante la inevitabilidad de la muerte. Con un inicio de pianos y el ingreso del bajo y la batería después, queda claro que nos está llevando a través de una narrativa y la descripción de un escenario, dando lugar a un track efectivo.
“All I Ever Am” es la más accesible del álbum. No hay mucho nuevo para decir, hasta podría decir que es la menos destacable del disco, pero el “stop” con eco es uno de los detalles más interesantes del disco. Ciertamente sirve como un buen aperitivo y un último respiro antes de sumergirnos en el viaje al que nos lleva la última canción.
Esa canción es “Endsong”, la segunda canción más larga de la discografía de The Cure, apenas superada por “Watching Me Fall” de Bloodflowers. Durante 10 minutos y 23 segundos, la banda cierra el álbum con un avance pesadísimo combinado con guitarras melódicas y suaves, con una estructura que funciona muy bien como contraparte de la inicial “Alone”, que también tenía una introducción instrumental larga, en este caso de poco más de 6 minutos, antes de tener las voces de Smith. Es casi una épica post rockera pasada por el filtro de The Cure, teniendo unas líneas de batería que son casi hipnóticas: no fue hasta que me fijé la duración que me di cuenta de cuánto duraba la canción a pesar de que ya la había escuchado varias veces. Es un final perfecto en todo sentido, tanto como composición en solitario como en el contexto del álbum.
Varios párrafos atrás mencionaba a Disintegration, y eso no fue sólo por buscar un ejemplo rápido sino porque aquella obra maestra de 1989 es la referencia principal para comparar a Songs of a Lost World. Ambos álbumes hacen énfasis en el costado más atmosférico de The Cure, con canciones tendiendo a largas, sufridas, melancólicas y oscuras marcadas por las guitarras llenas de efectos y los teclados. Este nuevo trabajo no tiene una sola canción principal más accesible, a lo “Just Like Heaven” de Kiss Me Kiss Me Kiss Me o un “Friday I’m In Love” de Wish, sino que se trata más de un trabajo íntegro en sus partes. La falta de un “hit” puede llegar a ser una contra para algunos, y no culparía a nadie si le pareciera que el disco puede ponerse un tanto monótono, pero los fans de Disintegration seguro estarán contentos, por usar alguna expresión.
Así que, ¿qué queda más por decir? Bueno, podemos hablar de la producción: en contraste con el miedo que le suelo tener a muchos discos de bandas rockeras veteranas en estos días, donde parece que los años de andar tocando en vivo sin protección para los oídos parecen haberlos afectado o dejan todo en manos de alguien que claramente no tiene la experiencia o habilidad para trabajar con este tipo de bandas, Songs of a Lost World suena como tiene que sonar: moderno en la idea de que claramente es un disco de 2024, pero con un buen espacio para todos los instrumentos sin que terminen confundiéndose unos con otros. Ayuda que los encargados de esto hayan sido Smith y Paul Corkett, con quien ya habían trabajado en Bloodflowers.
Como nota aparte, creo que la espera le sirvió muy bien a Songs of a Lost World, en más de un aspecto. Originalmente se iba a lanzar en 2019, pero decidieron retrasarlo y entonces cayó la pandemia y la cancelación de todos los eventos públicos, por lo que esperaron hasta que pudieran presentarlo en vivo. Además de eso, desde hace un tiempo hemos una ola de artistas que tomaron influencia explícita del post punk de los ochentas como Chelsea Wolfe, Crippling Alcoholism, Tribulation, Unto Others, Hamish Hawk, VVV, Fontaines DC y una larga lista más, introduciendo a toda una nueva generación a este sonido oscuro. ¿Tendrá The Cure la oportunidad de acercar a nuevos fans a través de este nuevo trabajo ahora que este estilo está muy presente en la mente de muchos? No lo descarto ni me sorprendería, pero más allá de eso es indudable que Songs of a Lost World es uno de los trabajos más destacados del año, y ocupará las listas de mejores discos del año de una enorme cantidad de gente.
Tras dieciséis años sin editar un disco, recordemos que el anterior había sido “4:13 Dream”, The Cure vuelve a entregarnos nuevo material, este “Songs Of A Lost World” es el 14vo, en casi 50 años de carrera.
Con un total de 8 pistas y 49 minutos de duración, Robert Smith nos vuelve a cautivar con su voz y composiciones escritas de su puño y letra. En ellas encontramos reflexiones profundas, llenas de dolor y recuerdos hacia aquellos que se han ido. La pérdida de varios familiares cercanos, incluidos sus padres y su hermano, se refleja en cada verso, transmitiendo emociones sentidas y auténticas.
En este nuevo lanzamiento no encontramos canciones que no se acerquen al pop ni mucho menos con estilo alegre que suenen en las radios al estilo de “Boys Don’t Cry” o “Friday i’m love”, están más centradas en sonidos profundos y suaves que recuerdan a grandes clásicos que están incluidos en discos como “Disintegration”, “Wish” o “Bloodflowers”.
No es un álbum extenso, pero sí toma su tiempo en desplegarse contando con frecuentes minutos instrumentales antes de cualquier canto. “Songs…..” tiene un flujo narrativo claro, desde el inicio con “Alone” hasta la última canción “Endsong”, evoca paisajes oscuros de aquellos grandes lanzamientos de los 80s pero con una madurez que los años y las pérdidas acorazaron los sueños de quien escribió cada pieza.
Robert Smith, hoy por hoy con 65 años, aún canta con esa intensidad dramática de adolescente, con sonidos de guitarras que parecen flotar en el aire y teclados que se hacen presentes en cada interpretación.
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La portada del álbum nos muestra un trozo de granito medio formado titulado “Bagatelle”, una obra de 1975 de Janez Pirnat, que evoca una escultura clásica dañada y que fue rescatada de las olas. Sus tonos grises recuerdan a la portada del disco “Faith” de 1981.
La apertura con “Alone” es simplemente impresionante en todos los sentidos, gélida, majestuosa, emotiva mientras que “And Nothing is Forever” sigue la estructura de la primera, con una intro que cautiva al escucha y que se mantiene en toda la placa. La tercera pieza lleva como nombre “A Fragile Thing”, una canción brillante, con líneas de piano entrelazadas con sonidos cuasi pop que lideran el sonido.
En “Warsong” presenciamos una canción que asfixia, con un camino disonante y espinoso dónde incluye una buena selección de melodías de teclados incluyendo un zumbido que recuerda a la era de “Disintegration”.
“Drone: NoDrone” es quizás la canción más pegadiza del disco, con muy buen solo de guitarras y un juego de batería que suena con crudeza proporcionando una base meticulosa.
¿Qué puedo acotar acerca de la vedette del disco?, sinceramente una canción espectacular, “I Can Never Say Goodbye” es el corte que mejor recoge todo el concepto musical y espiritual del nuevo disco de los británicos.
Una clásica intro “a lo The Cure” de más de dos minutos de duración, en dónde Robert Smith se estremece en sentimiento al abordar sobre la muerte de su hermano. Su voz se quiebra al cantar la letra dejando todo su pesar y duelo.
Llegando al final encontramos ”All I Ever Am”, con buenas melodías de guitarras y el acompañamiento de Smith, mientras que “”Endsong”” cierra el disco siendo la canción más larga, extendiéndose por más de 10 minutos llenos de atmósferas y melancolía en una semi balada en dónde Robert desnuda su alma.
Quizás sea el disco más triste de The Cure debido a las distintas situaciones que el artista tuvo que sufrir mientras lo componía y distintos acontecimientos en la vida personal de todos los músicos.
Si “Songs of a Lost World’ sería el último lanzamiento discográfico de The Cure, sólo queda darle las gracias a Robert Smith por semejante carrera.
Etiquetas: 2024, Darkwave, Polydor, Post Punk, Rock Gotico, Songs Of A Lost World, The Cure, universal
Cuando hablamos sobre bandas inspiradas por los Ramones, “mezcla peculiar de influencias” no es una frase que suele quedar siquiera tachada en el primer borrador de una análisis: generalmente hablamos de bandas sin muchos rodeos o pretensiones, de la misma manera que el cuarteto de Nueva York buscaba hacer el rock más simple posible en la época del rock progresivo y el rock de estadio. Pero de vez en cuando tenemos excepciones, como es el caso de Los Vencidos, un power trío argentino que nos hizo llegar su EP Tres, editado de manera autogestionada.
Los Vencidos es una banda que lleva sus influencias a flor de piel: en su gacetilla de prensa directamente utilizan el término “ramonescore” para describir su sonido. Eso no llamaría tanto la atención si no fuera por la frase que esa palabra cierra: “La única banda straight edge del mundo que incursiona en el ramonescore”.
No sé hasta qué punto serán la única banda ramonera straight edge en el mundo, pero deben ser la única que conozca de Argentina. Como mencioné antes en mi crónica de Expulsados en el Teatro Flores, la tierra del tango y Messi fue una segunda casa para los Ramones, pudiendo llamársele una “pasión de multitudes”, pero el público que los seguía (y sigue, incluso a décadas de su separación y muerte de todos sus miembros originales) es mucho más dado a las canciones de barrio sobre tomar cerveza y fumar porro en una esquina de barrio y no tanto a la introspección y actitud casi militante contra las drogas de la escena SxE, que obviamente está mucho más relacionada con el mundo del hardcore punk.
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Los Vencidos buscan un punto medio entre ambas tendencias y logran encontrarlo en Tres. La fórmula es simple: toman el sonido crudo y las melodías vocales de los neoyorquinos, y lo mezclan con las letras más ideológicas del “borde recto”, con un toque más de lírica y visión poética para pulir un poco las tendencias más agresivas y directas del estilo hardcore. Es así que este EP son siete canciones que, en 15 minutos y monedas, muestra un sonido melódico y pegadizo que seguro capturará desde sus primeras notas a los fans de este estilo, acompañados por letras positivas que dejan bastante en claro las ideas de la banda.
El SxE es una tendencia que tiene muchos seguidores fieles pero puede provocar un poco de rechazo incluso entre otros punks, sobre todo cuando adopta esa tendencia más confrontacional de la misma manera que un amigo que descubrió la sobriedad puede arruinar una fiesta donde ni siquiera había tanto alcohol, o ese primo que descubrió la religión luego de un periodo de depresión y quiere compartirlo en la cena familiar porque cree que todos los otros presentes están en falta. Pero Los Vencidos van más allá de esas tendencias sectarias, que por suerte ya no se ven tanto en la escena: canciones como la inicial “Todo Mi Amor” y “Por Vos Soy Yo” son cantos de pura alegría punk rock ramonera, y no sonarían fuera de lugar con cualquier otra banda que no siguiera las mismas ideas del grupo.
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Ya en “Estoy Buscando Lo Mejor De Mí” las cosas se hacen más obvias, y se hacen explícitas en “El SxE Es Lo Que Quiero” y en el estribillo de “Riverstone”: ahí es imposible ocultar las ideas de Los Vencidos. Pero de principio a fin el EP mantiene un sonido amigable y pegadizo, con una marcha constante y esas melodías vocales cual Beach Boys de garage que tanto agradan, cerrando con la peculiar “Hoy Tu Amor Mañana El Mundo”, que a primera vista podría parecer sólo una versión en español de “Today Your Love, Tomorrow The World” pero es más una canción propia cuyo estribillo hace referencia directa a ese clásico de los Monchos. Es una combinación sonora que simplemente funciona, sin importar lo básicas que puedan ser las canciones en sus elementos fundamentales, aunque como contra, que siento que debo achacarle al álbum, diría que justamente las voces se escuchan un poco bajas, al punto de que hay momentos donde es complicado escucharlas y hacen más difícil apreciar las melodías.
Más allá de ese detalle, creo que la producción está muy bien, con ese sonido casero pero prolijo. A fin de cuentas, corona un EP muy lindo en contenido y canciones, como para escucharlo una y otra vez y contagiarse de buena onda en cada nota.
Etiquetas: argentina, Los Vencidos, Pop Punk, Punk Rock, Straight Edge
Rata Blanca vuelve a la escena musical con un nuevo EP, ofreciendo una producción de alto nivel que, sin duda, supera el sonido de su anterior álbum Tormenta Eléctrica (2015). Este nuevo trabajo muestra un sonido pulido y un excelente manejo en la producción, en gran parte gracias a las recientes incorporaciones de Juan Pablo Massanisso en el bajo y Alan Fritzler en la batería. Ambos aportan una gran solidez rítmica, consolidando una base potente y precisa que aporta una frescura particular al sonido característico de la banda.
La canción que abre el EP, “Rock es Rock”, tiene un enfoque directo y enérgico, aunque su nombre pueda resultar un tanto genérico para un tema. La influencia de bandas como Mötley Crüe es evidente en su riff central, dándole un toque clásico de hard rock con el estilo propio de Walter Giardino en la guitarra. Sin embargo, el tema no termina de sorprender, dejando una sensación de que pudo haberse explorado un poco más para alcanzar el nivel de otros grandes éxitos de la banda.
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En “Hijos de la Tempestad”, destaca particularmente la interpretación vocal de Adrián Barilari, quien una vez más demuestra su capacidad de llevar la canción al siguiente nivel con su potencia y emotividad. Este tema, junto con la guitarra de Giardino, muestra un momento más inspirador del EP, recordando los momentos de gloria de Rata Blanca. La conexión entre ambos músicos se hace notar, brindando una de las interpretaciones más sólidas del trabajo.
La balada “Cuando sane tu corazón” comienza de manera suave con el teclado de Danilo Moschen, preparando el ambiente para una entrada envolvente de guitarra y la voz cautivadora de Barilari. Esta balada aporta el toque melódico y emocional del EP, mostrando la calidad vocal del cantante en un registro más introspectivo. Aunque la canción tiene su encanto, el desarrollo de la misma puede sentirse un tanto predecible, sin la complejidad o dinamismo que se espera de una balada de Rata Blanca.
El EP cierra con una versión diferente de “Mujer Amante” (si, una más), uno de los temas más queridos y emblemáticos de la banda. Si bien la idea de reinterpretar esta canción con una orquesta sinfónica es interesante, algunos fans esperaban una cuarta canción completamente nueva tras casi diez años sin nuevo material de estudio. En general, Rock es Rock es un EP que presenta un buen nivel de ejecución y producción, pero que deja cierto sabor a poco para aquellos que esperaban una propuesta completamente renovada.
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Etiquetas: 2024, Adrian Barilari, Alan Fritzler, argentina, Danilo Moschen, EP, Hard Rock, Juan Pablo Massanisso, Metal Argentino, Rata Blanca, Walter Giardino
A la espera de su cuarto álbum a las fechas en las que redacto esta reseña, esta vez me adentro en “Power Through Terror“, tercer álbum de la banda estadounidense Great American Ghost, lanzado hace cuatro años (2020). Personalmente este disco es una experiencia única. Con todas las mayúsculas.
Ahora veréis el por qué.
El crossover entre metalcore y hardcore de los de Manchester se destaca tanto por su brutalidad como por su mensaje confrontacional. Con este trabajo, los de Ethan Harrison establecen un estilo más que propio gracias a la inercia que venían arrastrando con sus dos anteriores trabajos de larga duración
Una Obra Personal…
Desde una perspectiva técnica, “Power Through Terror” se destaca por su producción cruda pero refinada, logrando un equilibrio perfecto entre la suciedad del hardcore y la precisión del metal moderno. La guitarra de Niko Gasparrini es un elemento clave en el disco, con riffs afilados y oscuros que se entrelazan con breakdowns devastadores.
La afinación baja y la textura abrasiva de los riffs son esenciales para crear una atmósfera de opresión y furia. Los momentos más destacados incluyen el uso de contratiempos y cambios de tempo inesperados, que añaden una dimensión técnica y un dinamismo único a la experiencia.
La sección rítmica también es un pilar fundamental. La batería, a cargo de Davier Pérez (Actualmente DevilDriver), es agresiva y precisa, con patrones que oscilan entre el blast beat y ritmos más complejos y sincopados. En diversas ocasiones, los tem
as se construyen en torno a ritmos implacables que subrayan la violencia emocional que impregna el disco de los de New Hampshire.
El sonido general está diseñado para impactarte tanto física como emocionalmente, con una producción a cargo de Will Putney (productor clave en la escena del metalcore y deathcore y fundador de Fit For An Autopsy).
Esto asegura una mezcla brutal pero clara, donde cada instrumento tiene su espacio sin sacrificar la cohesión del conjunto.
Reflexión Previa
Great American Ghost es conocido (aunque infravalorado desde mi punto de vista) por no rehuir temas oscuros, y “Power Through Terror” no es una excepción. Los temas abordan cuestiones de desesperación, ira social y lucha interna. Ethan Harrison, el vocalista, ofrece una interpretación feroz, con letras que exploran temas de abuso de poder, el trauma psicológico y la resistencia en tiempos oscuros.
La entrega vocal de Harrison es implacable, alternando entre gritos agudos llenos de rabia y guturales profundos que intensifican el peso emocional de las canciones.
Ya con el título del álbum obtenemos un indicativo de su enfoque temático: cómo se ejerce el poder a través del miedo y la opresión, y la resistencia ante este ciclo destructivo. Temas como “Altar of Snakes” y “Prison of Hate” exploran las formas en que el dolor y la violencia se utilizan como herramientas de control.
Líricas que son tan agresivas como la música que las acompaña, lo que refuerza la sensación de estar luchando constantemente contra un mundo que parece cada vez más caótico y deshumanizado.
Impacto y Conclusión
Esto no solo es un álbum cargado de energía y agresión, sino que también es un grito catártico que refleja las tensiones del mundo moderno. La combinación de metalcore, hardcore y un toque de deathcore crea una experiencia musical visceral y desgarradora.
Para mi este disco es ideal para los fanáticos de bandas como Knocked Loose, Code Orange o The Acacia Strain, que buscan no solo agresión sonora, sino también un mensaje profundo.
En resumen, Great American Ghost han logrado con este trabajo un álbum que es tan implacable como reflexivo, fusionando técnica, agresión y lirismo para ofrecer una declaración contundente dentro de la escena metalcore. Es un disco que exige ser escuchado con atención, tanto por su complejidad musical como por su mensaje de resistencia.
Estaremos a la espera de lo nuevo que nos depararán los de New Hampshire.
Etiquetas: Deathcore, Great American Ghost, Metalcore
Los suecos Grand Magus regresan con un nuevo capítulo épico que retoma la esencia heroica del poema de Beowulf, añadiendo otra pieza a su extensa discografía llena de mitos, monstruos y batallas. Su décimo álbum, Sunraven, vio la luz el 18 de octubre de la mano de Nuclear Blast, y devuelve la grandeza que los ha caracterizado a lo largo de los años. Este disco es un testamento del legado de los escandinavos, quienes, tras más de dos décadas en la escena, no solo se mantienen relevantes, sino que siguen afilando sus espadas musicales con cada lanzamiento.
Cuando los vi en vivo en el Graspop Metal Meeting de 2016, quedó claro que la banda posee una energía arrolladora y un dominio escénico que pocos pueden igualar. Esa misma potencia se siente en Sunraven, donde la voz de JB Christofersson, con su característico tono grave y poderoso, guía al oyente a través de una serie de historias cargadas de fuerza y espíritu vikingo. A diferencia de su anterior álbum, Wolf God, que parecía indicar cierto estancamiento en su fórmula, Sunraven representa un renacimiento sonoro, volviendo a lo básico pero con una renovada intensidad.
El álbum destaca por ser uno de los más breves en la carrera del trío sueco, pero eso no significa que escatime en calidad o en potencia. Cada uno de los 9 temas que lo componen tiene un propósito claro, sin material de relleno, y muchos ya lo consideran el mejor trabajo de la banda en la última década (Sin desmerecer: Triumph and Power o Sword Songs, que son muy buenos discos). Su coqueteo con las raíces de la NWOBHM es más evidente que nunca, haciendo guiños a leyendas como Iron Maiden o Judas Priest, pero sin perder su toque personal, que mezcla heavy metal tradicional con elementos de doom y una mística pagana.
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La portada de Sunraven, con su evocadora iconografía nórdica, es un perfecto anticipo del contenido del álbum: canciones como “The Wheel of Pain” y “To Heorot” son himnos épicos que rescatan la fuerza de los antiguos héroes, mientras que el sonido robusto y directo recuerda a sus primeros trabajos. El disco logra equilibrar a la perfección la nostalgia de sus álbumes más pesados del pasado con la frescura de nuevas ideas, algo que pocas bandas logran después de tantos años en la industria.
En este nuevo álbum, Grand Magus se mantiene fiel a su identidad: riffs poderosos, ritmos que marcan la pauta y coros que parecen diseñados para ser coreados en directo. La banda demuestra, una vez más, que son maestros en la construcción de estribillos épicos que retumban en la mente del oyente mucho después de terminar la última canción. A lo largo de Sunraven, se percibe una energía renovada que impulsa a la banda a nuevas alturas, haciendo justicia a su legado sin repetir fórmulas.
Para quienes han seguido su trayectoria, Sunraven es un recordatorio del poderío que siempre ha definido a Grand Magus. Este álbum ofrece una sólida segunda juventud para la banda, mostrando que aún tienen mucho que decir en la escena del heavy metal. Con una colección de canciones pegadizas, una producción impecable y una duración justa para mantener al oyente atrapado de principio a fin, Sunraven es un digno sucesor de su historia y una prueba de que estos veteranos todavía pueden sorprender.
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Etiquetas: 2024, Grand Magus, Heavy Metal, nuclear blast, Suecia, Sunraven
Elestigia es el proyecto personal de Noctus Nihil, un enigmático músico mexicano (es hasta ahí donde llegan los datos) que nos hizo llegar su LP El río de los muertos y el barquero del sufrimiento existencial, editado de manera independiente y metido, según su mismo creador, dentro del “black metal depresivo”, una corriente que es medio un meme dentro del mundo del metal negro pero que al mismo tiempo tiene sus seguidores fieles. Yo podría contarme entre sus fans, o al menos como alguien a quien le atrae mucho la idea detrás de este estilo: esos riffs distantes y helados de la ola noruega se prestaban muy bien para las atmósferas melancólicas, al punto de que creo que álbumes como Hvis Lyset Tar Oss y sobre todo Filosofem de Burzum se pueden contar entre sus pioneros, más allá de ese fuera el intento del loquito neonazi de Varg Vikernes. Pero estoy muy consciente de por qué a muchos le puede provocar rechazo, como ya detallé anteriormente en mi reseña de Innocence.Love.Sadness de Sorry…, con todos sus clichés un tanto insoportables.
Pero me estoy yendo de tema, así que centrémonos en este particular álbum. Y “particular” es una buena manera de describirlo, porque lo de Elestigia parece venir por otro lado, incluso juzgando con sólo ver la portada y la lista de canciones: no recuerdo muchos discos de black depresivo con tantos tracks, a menos que hablemos de uno con interludios entre canciones más largas. Pero no, El río… nos presenta 18 canciones de duración media, manteniéndose casi sin excepciones entre los 3 y 4 minutos, lo cual es una rareza en un estilo tan dado a las meditaciones sonoras largas.
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Y ya metiéndonos en el álbum, Elestigia arranca las cosas sorprendentemente rápido, ya que “Elestigia”, en esta caso la canción que la comienzo a El río…, es una patada a los dientes de riffs bajo cero, blast beats y voces gritadas al límite de las cuerdas vocales. Hay más variantes y balance de los blast beats con ritmos más lentos, o al menos un toque menos salvajes, pero tanto en esta canción como en la primera parte del álbum este es el ritmo dominante. Puede que eso suene como que lo estoy tildando de “monótono”, y no sería una interpretación equivocada: justo antes de escucharlo hice una repasada rápido y no fue hasta “Antichristus” que una canción no comenzó con una catarata de blast beats. pero también sería engañoso, porque a pesar de siempre comenzar a los palos los tracks de esa primera mitad van variando internamente, incorporando secciones con más melodía y ritmos más definidos. pero ciertamente esa primera mitad puede hacerse un tanto larga a primera escucha, incluso para un fan del blast beat y esos riffs del black metal que parecen riffs de los Ramones tocados al doble de la velocidad en medio de una tormenta, y ni me imagino para alguien menos experimentado.
Las cosas comienzan a cambiar durante la segunda mitad, que es cuando Noctus Nihil comienza a experimentar más con los ritmos y hasta a tener ganchos más definidos desde el comienzo de la canciones: sigue habiendo blast beats y riffs que suenan como si estuviera frotando dos pedazos de metal, obviamente, pero también está la casi doom “Medium” y la riffera “Oraculum”, a la que sumaría la pesadillesca “Catharsis”, que alterna entre las partes ruidosas y el dejar a las voces desgarradas en solitario.
Hablando de ruido, El río… es ciertamente un disco ruidoso: no sé cuánto vendrá de la grabación misma y cuánto vendrá de la post producción, pero constantemente suena como si estuviera sonando en medio de una catedral abandonada, algo que en el mundo del black metal siempre me parece un plus ¿Eso haría que las voces fueran las de un demonio en medio de un exorcismo?
Y ya que mencionamos las voces, no esperen interludios recitados ni voces limpias: en El río… las voces están siempre en modo “vomitar sangre”, como es casi indispensable en el estilo. pero debo admitir que aprecio el que pueda entenderlas bastante, no sólo porque Noctus Nihil decidió escribir en español, una rareza en el estilo, sino también porque trata de vocalizar mejor que la media. No digo que lo haya entendido al 100%, pero no siempre necesitaba tener las letras presentes para poder entender los distintos pasajes.
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Como nota aparte, el álbum cierra con “Mastemah”, que aparece como un bonus track y con justa razón: tiene un estilo más marchoso y riffero, por momentos cercano al thrash e incluso con más diferenciación entre las distintas secciones. ¿Está mal que diga que es de mis momentos favoritos del álbum?m No es que me dé la misma pena que decir que un cover fuera la mejor canción de un disco, una de esas situaciones a las que siempre tememos enfrentarnos en el mundo de las reseñas musicales, pero este bonus track tiene un estilo que le queda sorprendentemente bien a Elestigia, y que hace un buen contraste entre el estilo atmosférico en el que se mueve casi todo el resto del lanzamiento.
Como primer álbum, El río… tiene sus cosas a mejorar. Uno de ellos es que algunas de las canciones tienen finales un tanto repentinos que no estoy seguro que hayan sido buscados adrede, como si hubiera algún problema durante la mezcla, y también hay algunas cosas que no cierran con respecto al ritmo, no tanto en el sentido musical de las composiciones sino más en la secuenciación, en cómo el álbum fluye entre canciones. Esto es algo que hasta grupos grandes se olvidan, porque parecen estar más centrados en las canciones de manera individual que en su conjunto, y la segunda mitad del lanzamiento demuestra que con un par de ajustes Elestigia estaría un paso adelante de muchos en ese aspecto.
El río… es claramente un álbum para fans del black y más específicamente para los del black depresivo. Esto puede sonar como una terrible obviedad, pero está claro que sólo una persona ya experimentada podrá apreciar sus sutilezas y tendrá un estómago fuerte como para obviar ciertas falencias que serían obstáculos imposibles de esquivar para muchos. Pero si usted es fan del estilo, El río… es un buen lanzamiento para ir conociendo una propuesta con más que un par de características como para formar un estilo propio en un género que tantas veces suele seguir un manual demasiado repetido.
Etiquetas: Black Metal, Black Metal Atmosférico, Black Metal Depresivo, DSBM, Elestigia, mexico

Allt llega por lo alto con su nuevo álbum From The New World, una propuesta que fusiona con destreza elementos del metal progresivo, deathcore y post-metal, con una identidad muy marcada que busca un sonido expansivo y emocionalmente denso; el conocido Thall. Este trabajo se caracteriza por una atención al detalle en la construcción de atmósferas y una técnica instrumental sobresaliente que va más allá de los clichés del género.
Líricamente, el álbum explora temas existenciales, crisis personales y la lucha contra la alienación, todo bajo un enfoque introspectivo y filosófico. Las letras son reflexivas y cargadas de un lenguaje poético que canaliza frustraciones, deseos de trascendencia y la confrontación con uno mismo.
La narrativa se construye en torno a un sentimiento de renacimiento o reconfiguración interna, lo cual se alinea perfectamente con el título From The New World. En canciones clave como “Rebirth” y “Echoes of the Lost,” Allt ofrece una mirada hacia la deconstrucción de antiguas creencias, mientras su música evoca un renacimiento tanto lírico como musical.
Reivindicando el thall
Desde un punto de vista ya más técnico, Allt demuestra una notable habilidad para combinar complejidad y agresión. La estructura de las canciones, aunque sigue un esquema progresivo, no se desvía en exceso hacia la experimentación abstracta. En cambio, la banda opta por momentos de cambio dinámico cuidadosamente pensados, lo que proporciona tanto intensidad como espacios para la introspección sonora.
Los guitarristas muestran una maestría en la ejecución de riffs contundentes y polirrítmicos, combinados con pasajes atmosféricos. Hay un uso frecuente de afinaciones bajas y técnicas como el djent para generar grooves pesados, que alternan con acordes amplios y texturas limpias. Esta combinación le da al álbum un tono que oscila entre lo aplastante y lo etéreo. Los breakdowns están cuidadosamente elaborados para mantener una intensidad equilibrada sin caer en la repetición, y los solos son técnicos pero melódicamente expresivos.
En cuanto a la batería, encontramos un uso generoso de bombos dobles y blast beats, pero la técnica no se limita a la velocidad: hay un juego constante entre los tiempos y los contratiempos que refuerza la sensación de urgencia y tensión en las canciones. La batería actúa como columna vertebral, dirigiendo los cambios de tempo y las transiciones abruptas que caracterizan el álbum. Además, los bajos están presentes de manera clara, con líneas que no solo refuerzan los riffs, sino que aportan un elemento de profundidad al espectro sonoro.
La parte vocal oscila entre gritos desgarradores y voces limpias. El enfoque vocal refleja la dualidad presente en las letras, con transiciones abruptas entre la furia y la melancolía. Este juego de texturas vocales se ve complementado por los arreglos instrumentales, que suelen ceder protagonismo a la voz en los momentos clave para realzar la narrativa emocional de cada canción.
Sello de la casa Odeholm
Buster Odeholm (Vildhjarta, Humanity’s Last Breath, Thrown) ha sido el encargado de la producción de From The New World el cual presenta un sonido nítido y expansivo, con una mezcla que permite discernir cada capa instrumental. El sueco hace un uso inteligente de efectos y reverberación, sobre todo en las secciones más atmosféricas, que generan un ambiente casi cinematográfico. El ingeniero de sonido optó por darle un carácter envolvente a los interludios y finales de canción, manteniendo la tensión entre las explosiones de agresión y los momentos de calma.
From The New World de Allt es un álbum que logra un balance entre la agresividad y la introspección, combinando técnicas de metal moderno con una narrativa lírica profunda y emotiva. Las letras invitan a la reflexión sobre temas de autodescubrimiento y lucha interna, mientras la música se presenta como un viaje dinámico e inmersivo. Allt ha creado un trabajo con un claro dominio técnico que no sacrifica la expresividad y que se perfila como una de las propuestas más interesantes dentro del metal progresivo contemporáneo.
Etiquetas: Allt, Djent, metal progresivo, Metalcore, Suecia


Un nuevo disco de los suecos Opeth, aún para muchos, sigue siendo todo un acontecimiento. Desde el momento en que se da a conocer la noticia del lanzamiento, pasando por la portada del disco y un primer single que en ocasiones es fiel muestra de todo el registro y en otras no, hasta varios días después de la edición del disco, donde comienza a llegar todo tipo de críticas. Como siempre, constructivas e incluso destructivas. En el caso de los liderados por Mikael Åkerfeldt, vienen siendo de las segundas, precisamente por sus últimos cuatro álbumes. El motivo? Hubo un giro de relevancia en cuanto a la orientación musical de la banda se refiere, pasando de death metal progresivo, siendo “Watershed” (2008) su último representante, a “Heritage” (2011), enarbolando la bandera del rock progresivo alla 70s. Cosa que molestó a varios fans de la vieja guardia. Aunque no a todos.
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Para sorpresa de muchos, en “The Last Will and Testament” Mikael vuelve a los grunts y growls que tanto enamoraron a los metaleros de antaño. Pero por qué el frontman había decidido dejar las voces podridas de lado? Porque en 2011, año en que se editó el antes mencionado “Heritage”, declaró que no podía seguir desarrollándose como cantante si seguía gritando. Al menos en estudio, porque en vivo lo siguió haciendo. E incluso a la perfección. Y en este último registro, de igual manera. “The Last Will and Testament”, catorceavo disco de Opeth, es un álbum conceptual ambientado en la era posterior a la Primera Guerra Mundial, que cuenta la historia de un patriarca rico, conservador e infértil, cuyo último testamento revela secretos familiares impactantes. El disco comienza con la lectura del testamento del padre en su mansión. Entre los asistentes, hay tres hermanos: dos gemelos varones y una niña que, a pesar de ser huérfana y estar infectada con la polio, ha sido criada por la familia. Su presencia en la lectura del testamento genera sospechas y preguntas entre los gemelos. Los gemelos son el resultado de una procreación por donación. Durante la lectura del testamento, los gemelos descubren que no están relacionados con el patriarca y, en consecuencia, quedan fuera del testamento. La niña es la única hija de sangre del patriarca y, por lo tanto, es su verdadera heredera, aunque es la hija de la sirvienta del patriarca. Casi todas las canciones del disco comienzan con un símbolo de sección y un número, a excepción del tema que cierra el disco, “A Story Never Told”. Esto fue explicado por el líder Mikael Åkerfeldt: “las letras son como la lectura del testamento. Es por eso que las canciones no tienen títulos, solo párrafos uno… dos… hasta siete”.
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Si hay un lanzamiento este año que ha generado debate desde el minuto cero, ese es sin duda From Zero, el octavo álbum de los californianos Linkin Park y el primero con la señorita Emily Armstrong al frente con todo lo bueno y fresco que ella trae…pero también con ciertos contratiempos que se han visto acentuados por las redes sociales y en cierto modo por el hermetismo y la ignorancia de cierta parte de sus seguidores.
Tras muchas escuchas detenidas y a conciencia, para no caer en la euforia inicial que nos genera escuchar un disco nuevo, tengo que decir que, si esto sigue sonando a Linkin Park por los cuatro costados, el ADN de la banda está intacto, así como pequeñas fisuras en su sonido pero que se ven maquilladas por muchas capas de producción y una cantante que, no, jamás sustituirá a Chester Bennington, algo que por otra parte no iba a lograr nadie, pero que sin embargo, le ha puesto unos ovarios impresionantes para subirse a un tren en marcha y que no exista riesgo de descarrilarlo.
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Entonces From Zero ¿Está a la altura de lo que significa un grupo como Linkin Park?, pues yo diría que si, ya que escuchando singles como “The Emptiness Machine” o la más alternativa “Over Each Other”, lo cierto es que pocas quejas podemos ponerles ya que son temas que encajarían perfectamente en discos como Minutes to Midnight o The Hunting Party y a nadie le sorprendería.
Ahora bien, si pretendéis que os diga que todo aquí son luces, pues me temo que ahora viene la parte donde empieza el debate ya que hay algunos pasajes que no terminan de cerrar y si bien no dejan al disco al borde del naufragio como si ocurrió en su día con Living Things, podrían haberse resuelto de otra manera.
Por un lado hay absolutos temazos como “Two Faced”, de lo mejorcito del disco y que contentará a los fans de la primera época, siendo uno de los cortes que seguramente suene como un cañón en vivo o “Cut The Bridge”, con ese sonido medio alternativo de la etapa intermedia de la banda son puntos altos en el disco, sin embargo cortes como “Overflow” (tema que podría haber sido firmado por I Prevail, de ahí la importancia de LP en las bandas nuevas) o la melancólica “Good Things” no suman mucho al resultado final y creo que podrían haber sido resueltos de otra manera.
En cuanto al trabajo vocal de Emily, creo que es impecable demostrando que no han fichado a cualquiera y que ha sabido adaptar su estilo al sonido que ya es marca registrada (y mil veces imitada, aunque jamás igualada, todo sea dicho) de LP, ella no pretende ser lo que no es, pero si tener el carácter de darle a las canciones nuevas el tratamiento que se merecen y lo cierto es que el resultado es más que respetable e interesante.
Si alguien aún espera un Hybrid Theory 2.0, ya puede salir por donde vaya venido a escuchar este disco, porque no lo va a encontrar, ahora bien si te gusta como la banda ha ido moldeando su sonido a lo largo de los años, quizás encuentres en From Zero una digna continuación de todo lo anterior… ¿Pero es suficiente o les debemos pedir un poquito más? solo el tiempo, un próximo disco y las sucesivas escuchas que le des a From Zero lo dirá…
No voy a profundizar ni entrar en la polémica de si Linkin Park debería haberse quedado en el baúl de los recuerdos en lugar de volver a la actividad después de la muerte de Chester hace ya 7 años. Únicamente voy a centrarme en la crítica del nuevo álbum, que sorprendió a todos tras la designación de Emily Armstrong como vocalista sustituta de una de las voces más reconocidas del género.
La escena nu metal que los vio nacer ha estado disfrutando de un resurgimiento del género, además de una oleada de nostalgia de principios de los años 2000, la incorporación de Armstrong en las filas de Linkin Park aporta un sonido contemporáneo. Hay momentos en From Zero en los que, si lo escucharas sin conocer al artista, podrías pensar que es el lanzamiento de un nuevo artista pop vanguardista que incluye a Linkin Park entre sus influencias, y lo creerías sin objeciones.
Linkin Park se mueve en la línea entre hacer algo nuevo y mantener los vínculos con su pasado, algo que probablemente la mayoría de la gente en su posición intentaría hacer. Las melodías son contundentes, el sonido es dinámico. En este nuevo disco, las guitarras se inclinan un poco más hacia la distorsión en comparación con discos como One More Light o Minutes to Midnight.
Es de destacar que la voz de Emily Armstrong se adapta a la banda sin imitar directamente el estilo de Chester, aunque muestra los mismos niveles de potencia y versatilidad que lo hicieron destacar. Mike Shinoda, por su parte, vuelve al rap fácil de escuchar que lo hizo famoso, aunque también canta cuando el momento lo requiere. En las ocasiones en que sus voces se mezclan, logran armonías más que aceptables.
Se percibe que no tenían nada que perder, y esto ha dado como resultado una gran variedad de sonidos y estructuras. Aunque pretender revivir un nuevo Hybrid Theory/Meteora es imposible, dada la magnitud que esos discos tuvieron al momento de su lanzamiento, este nuevo material de LP es aceptable, pero, en mi opinión, no supera los 7 puntos. El disco “se pincha” después de la mitad; esto no significa que sean canciones mal ejecutadas, sino que, tal vez, la ubicación de los tracks no está bien balanceada.
Las canciones que se alejan del nu metal coquetean con el pop rock moderno, lo cual puede no ser del agrado de los antiguos fans de la banda pero mantienen el sonido característico de LP y se incluyen elementos que amplían el catálogo musical de la agrupación.
Las piezas que más se destacan, tras haber realizado varias escuchas del disco antes de su lanzamiento, son “Casualty”, “The Emptiness Machine” y “Cut the Bridge”.
El excelente grito rasgado de Emily al minuto 1:47 en “Heavy is the Crown”, con un ritmo constante acompañado de furiosos riffs hace de unos de las mejores participaciones de la vocalista.
Después de Overflow, el disco pierde el rumbo. Esta canción, una especie de electro-pop muy al estilo de One More Light, da paso a “Two Faced”, que reclama su lugar como el mejor riff de la banda desde “One Step Closer”, con un gran trabajo de ambos cantantes.
“Stained” suena como una pista de Demi Lovato o alguna artista pop internacional que incorpora una base distorsionada de fondo. Para mi, es una de las menos logradas.
Las dos canciones finales, tanto “IGYEI” como “Good Things Go”, no son malas: tienen experimentación y armonías vocales, pero no alcanzan el nivel del comienzo de este nuevo trabajo.
Treinta y dos minutos de duración para un trabajo que muchos no esperábamos, pero que ha revolucionado a los fans, quienes, como viene sucediendo, llenarán estadios que colgarán el cartel de “Sold Out” para estar presenten en el resurgir de una banda, desde cero.
Nunca fui fan de Linkin Park. Tengo muchos amigos que son seguidores desde la época en la que Hybrid Theory y Meteora estaban vendiendo millones de copias, pero en mi época de adolescente angustiado era más de escuchar Lacrimosa, Slayer y Pig Destroyer: demasiado “trve” y snob como para prestarle atención a una banda que la relacionaba más con AMVs de Dragon Ball y Naruto o con sonar en los créditos de la horrible Transformers 2. Pero incluso alguien como yo sintió el golpe el 20 de julio de 2017, cuando nos enteramos de que habían encontrado muerto a Chester Bennington, aparentemente luego de haberse suicidado.
A pesar de lo que dije al principio, por aquella época yo tenía a Linkin Park bastante presente. Dos meses antes la banda había editado su álbum One More Light y yo lo había estado escuchando bastante seguido para poder escribir una reseña. Pasaron siete años desde su salida y todavía sostengo que es un disco espantoso: era Linkin Park metiéndose de lleno en la electrónica y dejando de sonar no sólo como una banda de rock, sino directamente como una banda. Y no estoy solo en ello, porque ni la muerte de Chester hizo que aquel álbum dejara de ser visto como el peor lanzamiento de la discografía de Linkin Park, y uno que encima envejeció muy mal al sonar tanto como las tendencias de la época, de la misma manera que algo como Path of Totality de sus compañeros de género Korn.
Pero la muerte de Chester provocó una reevaluación de la obra de Linkin Park. El nu metal ya tenía como un par de bandas “respetadas” como Deftones, System Of A Down y, hasta cierto punto, Korn, pero Linkin Park no solían estar vistos de esa manera. ¿Por qué? Deftones siempre fueron más experimentales en su propuesta, lo mismo con SOAD a lo que se agregaba todo el contenido político, y Korn tenían el beneficio de haber sido de los primeros de la movida, pero Linkin Park no tenían nada de eso, y el hecho de que se mostraran tan melodramáticamente angustiados no ayudaba. Pero ahora muchos ven la discografía de Linkin Park, sobre todo esos dos primeros álbumes, con otros ojos: los pedidos de ayuda y el sentimiento de alienación ya no parecen una manera de surfear la ola del nu metal, que ya para ese punto había adoptado la angustia y rabia adolescente como poco menos que un disfraz al nivel del maquillaje de KISS, sino algo mucho más sincero.
Y metiéndonos en la música, escuchando tanto Hybrid Theory como Meteora quedan bastante claras las virtudes de una banda como Linkin Park: un grupo bien versado en la manera de mezclar rock con hip hop y electrónica sin dejar de sonar como un grupo, hábiles al momento de crear estribillos para gritar llorando y, como nota aparte, mostrándose como una de las pocas bandas de nu metal capaces de crear un disco sin que este dure 75 minutos, algo que sería casi constante durante los siguientes años.
Mencionamos al nu metal, pero al momento de poner en contexto a Linkin Park creo que tiene más sentido ponerlos no con gente como Limp Bizkit, Disturbed o Papa Roach sino con Gorillaz y Eminem, pudiendo agradar al público que viniera del rock, del pop o del hip hop que no se sintiera identificado con las tendencias mayores que se estaban dando en esos mundos respectivos. Es muy obvio cómo es que Linkin Park fueron los que vendieron decenas de millones de copias de sus discos y no, por ejemplo, Saliva o Adema: Linkin Park ya sonaban como un grupo plenamente de la década de los 2000, una era que terminarían influenciando de muchas maneras. Al día de hoy sostengo que la mezcla de voces melódicas y gritadas fue influencia en muchas bandas de metalcore y djent a la par de Dark Tranquillity, Fear Factory o Amorphis.
En abril de 2024 se supo que Linkin Park habían acordado un par de recitales este mismo año, y se reveló que habían elegido una cantante femenina para ocupar el puesto. A mí me pareció una idea muy inteligente, como para hacer mucho más fácil separar ambas etapas y evitar tantas comparaciones entre Chester y su reemplazante. Pero, ¿quién sería esta cantante? En septiembre se anunció que era Emily Armstrong, integrante de la banda de rock alternativo Dead Sara. Nunca había escuchado hablar de ella o de su banda y mucha gente criticó la primera presentación de ella junto a Linkin Park, pero yo me esperaba que no fuera perfecto: si somos francos, hubiera sido mucho más extraño que en ese primer recital saliera todo bien considerando que es un puesto demandante, hay muchos nervios y encima hay que estar complaciendo a millones de fans. Lo más seguro es que mejorara con el paso de las presentaciones.
Lo que no me esperaba era la controversia que se generaría a partir de esto, no porque existiera sino por el lugar de donde vino. Estamos en una época donde todos tenemos la posibilidad de quejarnos en la red y mucha gente a laque se le va toda la sangre a los ojos lo aprovecha para decir estupideces cada vez que ve una mujer en lo que antes era un club de chicos, pero en el caso de Armstrong las quejas vinieron por su asociación con Danny Masterson. Masterson era un actor, conocido por la serie That 70s Show, que fue condenado a 30 años de prisión en 2023 por abuso sexual: al parecer, el actor había usado sus contactos en la Iglesia de la Cienciología, una secta a la que pertenecen muchos actores prominentes, para ocultar sus actos, y resultó que Armstrong no sólo estaba relacionada con la Cienciología sino también había estado presente en una parte del juicio.
Muchos consideraron que era de un mal gusto extremo que la persona encargada del puesto de Chester Bennington, quien había sido víctima de abuso infantil y siempre había mostrado un gran apoyo a los grupos que lo combatían, fuera alguien con una relación cercana a un violador serial en una posición de poder. Hablando en términos de internet, Emily Armstrong fue “funada” en tiempo récord.
Después las cosas se aclararon… hasta cierto punto. Armstrong dio una declaración diciendo que sí estuvo en el juicio pero no por Masterson específicamente, y al parecer la cantante ya no estaba en contacto con la Cienciología desde hacía tiempo, con algunos analistas interpretando varias canciones de Dead Sara como una crítica a la secta. La idea de que “Linkin Park reemplazó a Chester con una ciencióloga” seguirá persistiendo en muchos círculos, pero parece que las cosas se calmaron últimamente. Al menos, hasta nuevo aviso.
Ah sí, es verdad que Linkin Park también anunciaron un nuevo disco, y que tenía que hablar sobre un disco. Perdonen, es que tenía que sacarme muchas cosas de adentro antes de arrancar a hablar sobre este From Zero, editado el 15 de noviembre. Como creo que habrán señalado mis compañeros antes, el título de este nuevo disco tiene múltiples significados: es un nuevo comienzo para la banda teniendo ahora a Armstrong en las voces, y también referencia a Xero, el nombre de la banda antes de la llegada de Chester al grupo, como diciendo que puede haber vida para Linkin Park después de su muerte porque hubo vida también antes de Chester. Como nota aparte, otro reemplazo fue el del baterista Rob Bourdon, que decidió bajarse de la reunión, con Colin Brittain pasando a estar detrás de los platillos.
Otro significado más es que From Zero sea de cierta manera un retorno a las raíces de Linkin Park, con un sonido que en líneas generales parece tomar inspiración de aquellos dos primeros álbumes de la banda. Del tercer álbum Minutes To Midnight en adelante, los californianos fueron cambiando su propuesta en cada álbum, a veces más electrónica, otras más rockera y culminando con el muy criticado One More Light. En ese contexto, From Zero es el primer álbum regresivo del grupo, volviendo a un sonido viejo.
Las canciones de From Zero se pueden dividir en dos grupos. El primero está compuesto por las canciones que claramente buscan volver a ese sonido de Hybrid Theory / Meteora: tras la intro “From Zero”, que deja más todavía en claro la idea detrás del título en caso de que no se hayan ya dado cuenta, tenemos la seguidilla “The Emptiness Machine” (la cual también fue el primer single lanzado), “Cut The Bridge” y “Heavy Is The Crown”, más tarde sumando “Two Faced” y “IGYEIH”, todas estas canciones donde tenemos bien al frente las guitarras, los rapeos de Shinoda y la mezcla de voces limpias y melódicas por parte de Armstrong. “Heavy Is The Crown” es la que más énfasis hace en eso, con los samples mezclados con las guitarras distorsionadas, al igual que la pesada “Two Faced” y los sonidos de scratches de DJ.
Las otras son las más “experimentales”, casi todas con muchos más elementos pop y de electrónica. La primera de estas es la lenta “Over Each Other”, que mantiene las guitarras pero claramente es más “accesible”, usando sólo voces limpias y teniendo algunos coros en el estribillo, además de un puente de piano. “Overflow” es de las más pop, con más voces limpias, la batería golpeteando junto a los teclados y las guitarras guardándose hasta el puente. “Stained” es una canción rara, con esos sonidos electrónicos al principio y el énfasis puesto en el rap de Shinoda mientras Armstrong se encarga del estribillo. Hay algo en la base que no me convence y que me hace sentir a esta como la peor canción del álbum.
“Casualty” también suena más experimental, pero no en el mismo sentido que sus compañeras en la bolsa. Es la canción más corta del disco y la más tradicionalmente pesada, donde Linkin Park podrían confundirse con alguna banda de hardcore punk. ¿Sonaré muy cuadrado si digo que es mi favorita de las canciones “raras” del disco? Bueno, de cualquier manera una reseña es una cosa subjetiva.
El álbum cierra tras apenas 32 minutos, con la canción final siendo “Good Things Go”. Es otra canción más melódica y con muchas voces limpias por parte de Armstrong junto con la de Shinoda, al punto de sonar por momentos como algo que podría haber estado en One More Light si no fuera por las guitarras. Es un clásico de Linkin Park en la manera en la que habla de una relación con sentimientos encontrados, y también es claro que es una despedida a Chester, no sólo por varias frases que se puede encontrar a lo largo de la canción sino también por estar al final de From Zero, en un nuevo comienzo para Linkin Park.
Quería dedicar una sección aparte para hablar de Emily Armstrong. La nueva cantante está… bien: competente, buen timbre de voz, no será Chester en lo suyo pero está claro que nadie en la banda quería buscar a un clon sino a alguien que pudiera sostenerse en solitario. Y Armstrong hace bien lo suyo, cumpliendo su trabajo de hacer de contrapeso a las secciones de rap de Shinoda, haciendo que no suenen demasiado empalagosas, con ese flow muy vieja escuela que funciona mucho mejor en un contexto más rockero que en uno de hip hop puro.
Y “bien” es la manera en la que también puedo describir a From Zero: está bien. No me voló la cabeza y no creo que los de Linkin Park estén de verdad listos para hacer borrón y cuenta nueva, además de que se me hizo excesivamente corto incluso para los estándares del grupo. Pero es un disco con un balance positivo, sobre todo en las canciones más clásicas como “Heavy Is The Crown” y “The Emptiness Machine”, y a veces sólo necesitás eso cuando se dan este tipo de cambios en la carrera de un grupo: no hace falta que el disco con el nuevo cantante sea un Back In Black o un The Number Of The Beast, sino un disco de 6,5 o 7 puntos que demuestre que todo está en orden y que hay potencial para más.
Sin embargo, creo que el problema con From Zero es que se sienta poco cohesivo: incluso con su corta duración, muchas veces parece que Linkin Park están tirando un montón de cosas a la pared para ver qué se queda pegado. Es menos un álbum hecho y derecho y más como un rejunte de canciones, y créanme que ambas cosas no son lo mismo.
Así que, ¿Qué nos queda de todo esto? Más que nada, que Linkin Park habrán recurrido a su pasado por primera vez en su discografía, pero claramente tienen la vista clavada en su futuro. Es un disco para fans, pero también un mensaje de que está todo bien. A no darse por vencidos.
Etiquetas: Alternative Rock, From Zero, Linkin Park, New Album, Nu Metal, Rap Rock

El 25 de noviembre de 2021, la banda Planes Mistaken For Stars informó que su integrante Gared O’Donnell había fallecido el día anterior, víctima de un cáncer de esófago por el que estaba recibiendo tratamiento desde agosto de 2020. O’Donnell había sido cantante y guitarrista de Planes Mistaken For Stars desde su formación en 1997, con casi 25 años de carrera donde el grupo se hizo un nombre en el under punk comenzando en el ambiente post hardcore / emo y más tarde incorporando elementos de metal, noise rock y hasta stoner, creando un sonido bastante personal. Fue en julio de 2022 que Planes Mistaken For Stars anunciaron que no seguirían sin O’Donnell, oficializando su separación en ese momento. Sin embargo, todavía quedaba algo por escuchar de parte del cuarteto estadounidense.
Do You Still Love Me? es el quinto, y se planea que último, álbum de Planes Mistaken For Stars, editado el 1ro de noviembre a través de Deathwish Inc. La banda se encontraba trabajando en este lanzamiento al momento de la muerte de O’Donnell, con el cantante terminando de componer y grabar sus pistas durante su último año de vida, según informó la misma banda.
El disco arranca con “Matthew Is Dead”, la cual creo que hace referencia a su antiguo guitarrista Matthew “Matt” Bellinger, que se suicidó en prisión en 2017: sí, un álbum marcado por la muerte de uno de sus músicos arranca con una referencia a otro músico muerto del grupo, así son las cosas en el rock under. Es un track denso y guitarrero, por momentos sonando como una cruza de Alice In Chains con Crowbar, que como detalle interesante parece que se va “desarmando”, por ponerlo de alguna manera, a medida que va avanzando: comienzan a aparecer ruidos de vidrios y otros objetos rompiéndose, y estos se vuelven más prominentes hasta que al final todo termina en un collage de feedback y sonidos de destrucción. No es la única canción que utiliza este recurso, ya que casi a la mitad tenemos a “Punch The Gauge”, otra canción densa que va creciendo hasta terminar en ruidos y gritos, aunque con una mayor dinámica durante su parte “tradicional” que creo que funciona mejor.
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Tampoco quiero dar una imagen errónea o engañosa de Do You Still Love Me? y hacerles creer que todo su material es así de experimental: el resto de las canciones son mucho más convencionales, “normales”, aunque no por eso se deben esperar un trabajo 100% digerible a la primera escucha. “Fix Me”, segunda canción y la que fue seleccionada como adelanto, muestra una marcha constante coronada por guitarras melódicas con bastante aire a los noventas, y la breve “Further” combina la ferocidad punk con cierto sentimiento rockanrolero, al igual que la siguiente “Arrow”.
“Modern Logic” es una de las canciones que más destacan, con cierta influencia psicodélica y un uso interesante de las melodías que, junto con las guitarras distorsionadas, le dan una aspecto muy melancólico a todo. Y hablando de melodías, hay que mencionar los arreglos en “Run Rabbit Run”, que van de la mano con la ferocidad de las voces.
Ahora, hablemos de las voces. Do You Still Love Me? es un disco dominado de principio a fin por una atmósfera fantasmal. Claro que esto podría achacarse a la sugestión de conocer el contexto en el que se produjo, de la misma manera en la que uno puede convencerse de que un rejunte de ruidos distorsionados pueden estar diciendo algo si se les acomodan unos subtítulos, pero creo que incluso sin tener el tema de la muerte presente, o siquiera la calavera que adorna la portada, se podría captar un aura inquietante a lo largo del álbum, más que nada por la manera en la que están mezcladas las voces, un tanto bajas y hasta sonando como si estuvieran detrás de los instrumentos. No voy a mentir y decirles que esto haya sido algo que me convenció desde el principio y mucho menos que lo vaya a preferir antes de tener las voces claras y al frente, pero es algo que combinado con la manera de cantar de O’Donnell, pasando del grito al susurro, le da cierta características propias al disco.
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En su conjunto, Do You Still Love Me? es un álbum más accesible y menos complicado de lo que uno esperaría teniendo en cuenta el contexto en el que se dio. Más allá de esos arrebatos de experimentación sonora, en general es un disco de canciones convencionales con muchas guitarras rockeras, estribillos claros y una mezcla de influencias que seguramente agradará a los fans del rock alternativo. Y como cierre de la discografía de Planes Mistaken For Stars, me parece un muy buen testamento, con 39 minutos que se sienten como dar un último vistazo a la carrera de la banda y, tal vez, a lo que podría haber sido si la tragedia no se hubiera cruzado en el camino.
Denle una escuchada de mi parte, no se van a arrepentir.
Etiquetas: Estados Unidos, Metal Alternativo, Planes Mistaken For Stars, Post Hardcore, Rock Alternativo

Ya sé que es un cliché, pero The Cure es una de las bandas que ha musicalizado mi vida desde mi adolescencia. Más allá del metal, siempre escuché distintos géneros, y entre ellos, el movimiento post-punk, goth rock y dark wave ha ocupado un lugar muy especial en mi corazón. Esto no quita que pueda ser crítico, y decir que, desde mi punto de vista, la extensa discografía de este grupo ícono de la oscuridad, ha tenido sus altibajos. Cada álbum tiene sus canciones memorables, pero no todos están al mismo nivel. El último trabajo que había calado muy profundo en mi alma fue Bloodflowers (2000), que completó la más gloriosa trilogía junto con Disintegration (1989) y Pornography (1982). Aparte de esos trabajos, sus otras tres obras cumbres, según mi sensibilidad, son Wish (1992), Faith (1981) y Seventeen Seconds (1980).
The Cure ha tenido un gran impacto en muchísimas bandas: Nine Inch Nails, The Smashing Pumpkins, The Jesus and Mary Chain, Placebo, Katatonia, Nothing, Deftones… Estos últimos tocaron un excelente cover de “If Only Tonight We Could Sleep” durante la ceremonia de inducción de los británicos al Rock & Roll Hall of Fame en 2019, un momento muy especial, con uno de mis grupos preferidos homenajeando a otra de mis bandas de cabecera. Recuerdo también la versión que, en 2022, Behemoth junto con Niklas Kvarforth (The Shining) grabaron del clásico A Forest. Vale la pena destacar el impacto en Argentina, hermosamente representado desde los 80’s por Soda Stereo (y Fricción, banda de Richard Coleman, aunque brevemente).
El año pasado, cuando los vi tocar en vivo “Alone”, un adelanto de este nuevo disco, en el marco del maravilloso show que brindaron en el Primavera Fest, supe que se avecinaba otra fuerte dosis de melancolía, una que volvería a llenarme. Y no me equivoqué. La voz de Robert Smith es imperecedera, y el bajo de Simon Gallup sigue siendo la columna que sostiene estas creaciones del más introspectivo existencialismo estético. Las letras, como si el sonido no fuera suficiente, destilan todas las emociones más crudamente humanas, aquellas que se vinculan con la conciencia de nuestra finitud: la nostalgia, la resignación, el duelo. Todas las canciones en este trabajo fueron íntegramente compuestas por Smith, quien, con 65 años de edad, ya está en una etapa en la que comprende el valor de vivir día a día y compartir una sabiduría que se muestra honesta, que no pretende vender ninguna promesa de felicidad, ni siquiera esperanza.
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El disco tomó forma tras las muertes de la madre, el padre y el hermano del ídolo inglés, y eso se nota. La inspiración proviene de una cadena de pérdidas que coincide increíblemente con la que yo mismo atravesé el año pasado, y eso hace que todo adquiera otra dimensión en mi mente. Si bien la obra podría haber salido en 2019, pasaron 16 años (desde el último trabajo editado) hasta que viera la luz. Sin embargo, la banda se mantuvo activa, tocando sus largos conciertos de más de dos horas en extensas giras mundiales, presentando la mitad de los tracks que forman parte de esta nueva ofrenda a la cultura.
“And Nothing Is Forever” brinda una combinación más agridulce, con una armonía y melodía de teclado sutilmente luminosas. El secreto es, justamente, que la luz muestra lo que hay, sea lo que sea, y nadie dice que deba ser algo que levante nuestro ánimo. Ya el comienzo de “A Fragile Thing”, con ese piano pesado y esa batería de mayor dinamismo, confirma lo que venía sospechando ya desde antes de que vibraran la guitarra afilada y el canto angustiado: The Cure nos ha entregado un álbum a la altura de los que mencioné previamente y que forman parte de la trama de mi identidad. El nombre Songs of a Lost World, y la gris foto de la portada también me daban esa impresión. Una escultura llamada Bagatelle (ahora propiedad de Smith) realizada en 1975 por el artista esloveno Janez Pirnat, que parece la cabeza del cantante de pelo enmarañado, descubierta en las ruinas de alguna ancestral civilización de la Mesopotamia, como si de un antiguo dios del sueño se tratara.
Todo se torna más tétrico en “Warsong”, con un solo de guitarra muy rockero que sobrevuela una base textural densa y gris como humo. Por si esto no fuera lo suficientemente ominoso, las palabras impactan como esquirlas de frío acero. “Drone:Nodrone” es de un ritmo más rápido y ganchero. Era necesario disipar un poco la opacidad en la atmósfera. Aun así, seguimos muy lejos del ocasional espíritu festivo que la banda supo demostrar en algunas de sus piezas más populares y de infinita circulación radial a lo largo de las décadas (y no me quejo de que así sea). Volvemos a hallarnos frente a otro pirotécnico despliegue de las seis cuerdas.
Si hacía falta que las teclas percutieran las fibras más íntimas de nuestro ser, el principio de “I Can Never Say Goodbye” se ocupa de ello. Volvemos a sumergirnos en las sombras y la guitarra sigue manteniendo la veta protagónica de los dos tracks previos. “All I Ever Am” eleva el ímpetu, con una batería intensa. El bajo retorna al lugar alto que se sabe que puede ocupar en la composición y el sintetizador suena palpitante. Tal como lo indica su título, “Endsong” marca el final de esta experiencia y tiene reminiscencias del principio, como si se tratara de un ciclo que se cierra. Hasta hay una sensación de marcha funeraria flotando en el aire, ¿es posible morirse con alegría? Cada cual lo sabrá llegado el día. Mientras tanto, ojalá tengamos mucho tiempo por delante para seguir escuchando esta nueva obra maestra.

The Cure es una banda que ha sabido trascender los límites de su propio género: cuando una de sus canciones puede ser tocada por los noisers extremos japoneses Gerogerigegege y la boy band pop punk Rock Bones, otra puede animar una fiesta gótica/dark y también ser parte de la playlist de tu mamá, o es citada como influencia por gente tan diferente como Fall Out Boy, Soda Stereo y Nine Inch Nails, queda claro que hablamos de una banda con un alcance importante. Debe ser por eso que los 16 años que Robert Smith y compañía se tomaron para editar nuevo material no fueron tan interminables como parecerían, no sólo porque The Cure se mantuvieron girando por el mundo dando sus recitales de dos horas y media, sino también porque su influencia ha sido constante seas un niño indie sensible, un fanático del industrial o un rockero pesado. Siempre han estado presentes, a pesar de todo.
Dicho eso, es obvio que el anuncio en septiembre de que el 1ro de noviembre saldría Songs of a Lost World, el primer álbum de The Cure desde 4:13 Dream (2008), fue toda una alegría: ya sabíamos que se estaba gestando este nuevo lanzamiento hacía años, siendo que la gira Shows of a Lost World, la primera que hicieron después de la pandemia, fue para debutar algunas de las canciones nuevas en vivo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que me empezara a preocupar.
¿Vieron cuando empiezan a imaginarse todas las formas en las que algo puede salir mal? Es un hábito preocupante que tengo, y en el caso de lo nuevo de The Cure me puse a acumular escenarios mentalmente. ¿Qué tal si esas versiones en vivo eran mejores que las de estudio? ¿Qué tal si la producción no estaba a la altura? Sumado a que en los últimos años tuvimos varios “regresos” que no estuvieron a la altura de las circunstancias, como el interminable Fear Inoculum de Tool, la duología Ordinary Man / Patient Number 9 de Ozzy, el infumable Hackney Diamonds de los Rolling Stones (extrañamente, tanto Ozzy como los Stones reclutando a Andrew Watt como productor, a quien considero una de las razones detrás de cómo salieron esos discos) y alguno más que me estaré olvidando.
Pero claro que no todos han sido malos, así que cabía esperar y ver si Songs of a Lost World estaba más cerca de un Blackstar, un Random Access Memories o al menos un Invincible Shield que de alguno de los ejemplos antes mencionados.
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“Alone” abre la placa con una introducción corta y ya pasando a una marcha lenta, marcada no sólo por los teclados y el punteo preciso del bajo sino principalmente por el golpeteo de la batería de Jason Cooper. Es una primera sección muy larga, ocupando toda la primera mitad de la canción, pero en ningún momento se siente que dure más de lo que debería: hay una tensión constante, con esos sonidos atmosféricos y un aura oscura que cubre todo sin asfixiar. Y es entonces que, a mitad de la canción, entra Robert Smith, quien a sus 60 años (ahora tiene 65, pero la mayor parte del disco se grabó en 2019) debe ser de los cantantes que mejor ha mantenido su voz, sonando casi indistinguible de la época de Disintegration mientras canta a su manera característica sobre este el amor en medio de la catástrofe.
Smith no se considerará a sí mismo como un buen cantante, pero en esta canción es obvio que su voz es una de las características principales de The Cure: no te la podés imaginar siendo cantada de otra manera.
“And Nothing Is Forever” es de cierta manera una balada, con muchos teclados, pianos y sonidos de cuerdas acompañando a Smith mientras canta sobre acompañar a alguien hasta el final. Logra ser todavía más oscura en ese aspecto, pero al mismo tiempo es una bocanada de aire fresco tras el inicio, siendo que el contexto es mucho más melódico. ¿Será la idea de compartir un último momento de felicidad antes de tener que enfrentar a la muerte? Sea esa la idea o no, es una canción de esas que me imagino a la gente cantando a coro en un concierto.
“A Fragile Thing” trata sobre el fin de una relación, con los sentimientos encontrados que se dan de por medio, y es una de las canciones más rockeras del álbum. Mucho de esto tiene que ver con la batería sonando más prominente incluso en medio del ritmo lento, pero aparte de eso encontramos detalles por todos lados: la línea de bajo, los teclados programados haciendo lo suyo alrededor de la base, el piano, el lamento vocal de Smith y los arreglos de guitarra. Es una canción densa en la cantidad de cosas, pero todo funciona de manera conjunta.
“Warsong” es la canción más corta de Songs of a Lost World, pero es también una de las más complicadas: densa, opresiva, pesada y la parte donde escuchamos diferentes voces acompañando a Smith cerca del final en un crescendo casi terrorífico es uno de los mejores momentos del álbum. No aportará muchos elementos nuevos siendo otra canción lenta y triste, pero no por eso es para dejarla de lado: Smith es un maestro al manejarse en este ambiente.
“Drone:Nodrone” tiene como atracción principal su línea de bajo, que acompañada por esos solos de guitarra en la segunda mitad recuerda mucho al rock alternativo de principios de los noventas. Por lejos la más rockera del álbum, muy buena para agregar un poco de diversidad manteniendo la oscuridad pero aumentando la intensidad. Sumado a eso, tiene uno de los mejores estribillos de la placa.
Una de las características de Songs of a Lost World es que todas las canciones fueron compuestas por Robert Smith, siendo apenas el segundo disco junto a The Head on the Door donde el músico tiene créditos exclusivos de todo un álbum. Pero incluso en ese contexto está claro que “I Can Never Say Goodbye” es una de sus canciones más personales no sólo de este trabajo sino también de toda la discografía de The Cure, siendo que está inspirada directamente por la muerte de Richard Smith, su hermano. Esta no fue la única pérdida que inspiró material del disco, pero es en esta canción donde se hace más explícito, sobre todo en el estribillo,
Robert Smith dijo que pasó por una gran cantidad de revisiones hasta poder encontrar la narrativa exacta, y como persona que escribe me puedo sentir completamente identificado: esta misma reseña pasó por varios momentos de borrar todo y comenzar de vuelta, por poner un ejemplo. Es otra canción triste, obviamente, pero lo es de una manera diferente al resto de las canciones, con su sentimiento de impotencia ante la inevitabilidad de la muerte. Con un inicio de pianos y el ingreso del bajo y la batería después, queda claro que nos está llevando a través de una narrativa y la descripción de un escenario, dando lugar a un track efectivo.
“All I Ever Am” es la más accesible del álbum. No hay mucho nuevo para decir, hasta podría decir que es la menos destacable del disco, pero el “stop” con eco es uno de los detalles más interesantes del disco. Ciertamente sirve como un buen aperitivo y un último respiro antes de sumergirnos en el viaje al que nos lleva la última canción.
Esa canción es “Endsong”, la segunda canción más larga de la discografía de The Cure, apenas superada por “Watching Me Fall” de Bloodflowers. Durante 10 minutos y 23 segundos, la banda cierra el álbum con un avance pesadísimo combinado con guitarras melódicas y suaves, con una estructura que funciona muy bien como contraparte de la inicial “Alone”, que también tenía una introducción instrumental larga, en este caso de poco más de 6 minutos, antes de tener las voces de Smith. Es casi una épica post rockera pasada por el filtro de The Cure, teniendo unas líneas de batería que son casi hipnóticas: no fue hasta que me fijé la duración que me di cuenta de cuánto duraba la canción a pesar de que ya la había escuchado varias veces. Es un final perfecto en todo sentido, tanto como composición en solitario como en el contexto del álbum.
Varios párrafos atrás mencionaba a Disintegration, y eso no fue sólo por buscar un ejemplo rápido sino porque aquella obra maestra de 1989 es la referencia principal para comparar a Songs of a Lost World. Ambos álbumes hacen énfasis en el costado más atmosférico de The Cure, con canciones tendiendo a largas, sufridas, melancólicas y oscuras marcadas por las guitarras llenas de efectos y los teclados. Este nuevo trabajo no tiene una sola canción principal más accesible, a lo “Just Like Heaven” de Kiss Me Kiss Me Kiss Me o un “Friday I’m In Love” de Wish, sino que se trata más de un trabajo íntegro en sus partes. La falta de un “hit” puede llegar a ser una contra para algunos, y no culparía a nadie si le pareciera que el disco puede ponerse un tanto monótono, pero los fans de Disintegration seguro estarán contentos, por usar alguna expresión.
Así que, ¿qué queda más por decir? Bueno, podemos hablar de la producción: en contraste con el miedo que le suelo tener a muchos discos de bandas rockeras veteranas en estos días, donde parece que los años de andar tocando en vivo sin protección para los oídos parecen haberlos afectado o dejan todo en manos de alguien que claramente no tiene la experiencia o habilidad para trabajar con este tipo de bandas, Songs of a Lost World suena como tiene que sonar: moderno en la idea de que claramente es un disco de 2024, pero con un buen espacio para todos los instrumentos sin que terminen confundiéndose unos con otros. Ayuda que los encargados de esto hayan sido Smith y Paul Corkett, con quien ya habían trabajado en Bloodflowers.
Como nota aparte, creo que la espera le sirvió muy bien a Songs of a Lost World, en más de un aspecto. Originalmente se iba a lanzar en 2019, pero decidieron retrasarlo y entonces cayó la pandemia y la cancelación de todos los eventos públicos, por lo que esperaron hasta que pudieran presentarlo en vivo. Además de eso, desde hace un tiempo hemos una ola de artistas que tomaron influencia explícita del post punk de los ochentas como Chelsea Wolfe, Crippling Alcoholism, Tribulation, Unto Others, Hamish Hawk, VVV, Fontaines DC y una larga lista más, introduciendo a toda una nueva generación a este sonido oscuro. ¿Tendrá The Cure la oportunidad de acercar a nuevos fans a través de este nuevo trabajo ahora que este estilo está muy presente en la mente de muchos? No lo descarto ni me sorprendería, pero más allá de eso es indudable que Songs of a Lost World es uno de los trabajos más destacados del año, y ocupará las listas de mejores discos del año de una enorme cantidad de gente.
Tras dieciséis años sin editar un disco, recordemos que el anterior había sido “4:13 Dream”, The Cure vuelve a entregarnos nuevo material, este “Songs Of A Lost World” es el 14vo, en casi 50 años de carrera.
Con un total de 8 pistas y 49 minutos de duración, Robert Smith nos vuelve a cautivar con su voz y composiciones escritas de su puño y letra. En ellas encontramos reflexiones profundas, llenas de dolor y recuerdos hacia aquellos que se han ido. La pérdida de varios familiares cercanos, incluidos sus padres y su hermano, se refleja en cada verso, transmitiendo emociones sentidas y auténticas.
En este nuevo lanzamiento no encontramos canciones que no se acerquen al pop ni mucho menos con estilo alegre que suenen en las radios al estilo de “Boys Don’t Cry” o “Friday i’m love”, están más centradas en sonidos profundos y suaves que recuerdan a grandes clásicos que están incluidos en discos como “Disintegration”, “Wish” o “Bloodflowers”.
No es un álbum extenso, pero sí toma su tiempo en desplegarse contando con frecuentes minutos instrumentales antes de cualquier canto. “Songs…..” tiene un flujo narrativo claro, desde el inicio con “Alone” hasta la última canción “Endsong”, evoca paisajes oscuros de aquellos grandes lanzamientos de los 80s pero con una madurez que los años y las pérdidas acorazaron los sueños de quien escribió cada pieza.
Robert Smith, hoy por hoy con 65 años, aún canta con esa intensidad dramática de adolescente, con sonidos de guitarras que parecen flotar en el aire y teclados que se hacen presentes en cada interpretación.
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La portada del álbum nos muestra un trozo de granito medio formado titulado “Bagatelle”, una obra de 1975 de Janez Pirnat, que evoca una escultura clásica dañada y que fue rescatada de las olas. Sus tonos grises recuerdan a la portada del disco “Faith” de 1981.
La apertura con “Alone” es simplemente impresionante en todos los sentidos, gélida, majestuosa, emotiva mientras que “And Nothing is Forever” sigue la estructura de la primera, con una intro que cautiva al escucha y que se mantiene en toda la placa. La tercera pieza lleva como nombre “A Fragile Thing”, una canción brillante, con líneas de piano entrelazadas con sonidos cuasi pop que lideran el sonido.
En “Warsong” presenciamos una canción que asfixia, con un camino disonante y espinoso dónde incluye una buena selección de melodías de teclados incluyendo un zumbido que recuerda a la era de “Disintegration”.
“Drone: NoDrone” es quizás la canción más pegadiza del disco, con muy buen solo de guitarras y un juego de batería que suena con crudeza proporcionando una base meticulosa.
¿Qué puedo acotar acerca de la vedette del disco?, sinceramente una canción espectacular, “I Can Never Say Goodbye” es el corte que mejor recoge todo el concepto musical y espiritual del nuevo disco de los británicos.
Una clásica intro “a lo The Cure” de más de dos minutos de duración, en dónde Robert Smith se estremece en sentimiento al abordar sobre la muerte de su hermano. Su voz se quiebra al cantar la letra dejando todo su pesar y duelo.
Llegando al final encontramos ”All I Ever Am”, con buenas melodías de guitarras y el acompañamiento de Smith, mientras que “”Endsong”” cierra el disco siendo la canción más larga, extendiéndose por más de 10 minutos llenos de atmósferas y melancolía en una semi balada en dónde Robert desnuda su alma.
Quizás sea el disco más triste de The Cure debido a las distintas situaciones que el artista tuvo que sufrir mientras lo componía y distintos acontecimientos en la vida personal de todos los músicos.
Si “Songs of a Lost World’ sería el último lanzamiento discográfico de The Cure, sólo queda darle las gracias a Robert Smith por semejante carrera.
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Cuando hablamos sobre bandas inspiradas por los Ramones, “mezcla peculiar de influencias” no es una frase que suele quedar siquiera tachada en el primer borrador de una análisis: generalmente hablamos de bandas sin muchos rodeos o pretensiones, de la misma manera que el cuarteto de Nueva York buscaba hacer el rock más simple posible en la época del rock progresivo y el rock de estadio. Pero de vez en cuando tenemos excepciones, como es el caso de Los Vencidos, un power trío argentino que nos hizo llegar su EP Tres, editado de manera autogestionada.
Los Vencidos es una banda que lleva sus influencias a flor de piel: en su gacetilla de prensa directamente utilizan el término “ramonescore” para describir su sonido. Eso no llamaría tanto la atención si no fuera por la frase que esa palabra cierra: “La única banda straight edge del mundo que incursiona en el ramonescore”.
No sé hasta qué punto serán la única banda ramonera straight edge en el mundo, pero deben ser la única que conozca de Argentina. Como mencioné antes en mi crónica de Expulsados en el Teatro Flores, la tierra del tango y Messi fue una segunda casa para los Ramones, pudiendo llamársele una “pasión de multitudes”, pero el público que los seguía (y sigue, incluso a décadas de su separación y muerte de todos sus miembros originales) es mucho más dado a las canciones de barrio sobre tomar cerveza y fumar porro en una esquina de barrio y no tanto a la introspección y actitud casi militante contra las drogas de la escena SxE, que obviamente está mucho más relacionada con el mundo del hardcore punk.
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Los Vencidos buscan un punto medio entre ambas tendencias y logran encontrarlo en Tres. La fórmula es simple: toman el sonido crudo y las melodías vocales de los neoyorquinos, y lo mezclan con las letras más ideológicas del “borde recto”, con un toque más de lírica y visión poética para pulir un poco las tendencias más agresivas y directas del estilo hardcore. Es así que este EP son siete canciones que, en 15 minutos y monedas, muestra un sonido melódico y pegadizo que seguro capturará desde sus primeras notas a los fans de este estilo, acompañados por letras positivas que dejan bastante en claro las ideas de la banda.
El SxE es una tendencia que tiene muchos seguidores fieles pero puede provocar un poco de rechazo incluso entre otros punks, sobre todo cuando adopta esa tendencia más confrontacional de la misma manera que un amigo que descubrió la sobriedad puede arruinar una fiesta donde ni siquiera había tanto alcohol, o ese primo que descubrió la religión luego de un periodo de depresión y quiere compartirlo en la cena familiar porque cree que todos los otros presentes están en falta. Pero Los Vencidos van más allá de esas tendencias sectarias, que por suerte ya no se ven tanto en la escena: canciones como la inicial “Todo Mi Amor” y “Por Vos Soy Yo” son cantos de pura alegría punk rock ramonera, y no sonarían fuera de lugar con cualquier otra banda que no siguiera las mismas ideas del grupo.
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Ya en “Estoy Buscando Lo Mejor De Mí” las cosas se hacen más obvias, y se hacen explícitas en “El SxE Es Lo Que Quiero” y en el estribillo de “Riverstone”: ahí es imposible ocultar las ideas de Los Vencidos. Pero de principio a fin el EP mantiene un sonido amigable y pegadizo, con una marcha constante y esas melodías vocales cual Beach Boys de garage que tanto agradan, cerrando con la peculiar “Hoy Tu Amor Mañana El Mundo”, que a primera vista podría parecer sólo una versión en español de “Today Your Love, Tomorrow The World” pero es más una canción propia cuyo estribillo hace referencia directa a ese clásico de los Monchos. Es una combinación sonora que simplemente funciona, sin importar lo básicas que puedan ser las canciones en sus elementos fundamentales, aunque como contra, que siento que debo achacarle al álbum, diría que justamente las voces se escuchan un poco bajas, al punto de que hay momentos donde es complicado escucharlas y hacen más difícil apreciar las melodías.
Más allá de ese detalle, creo que la producción está muy bien, con ese sonido casero pero prolijo. A fin de cuentas, corona un EP muy lindo en contenido y canciones, como para escucharlo una y otra vez y contagiarse de buena onda en cada nota.
Etiquetas: argentina, Los Vencidos, Pop Punk, Punk Rock, Straight Edge
Rata Blanca vuelve a la escena musical con un nuevo EP, ofreciendo una producción de alto nivel que, sin duda, supera el sonido de su anterior álbum Tormenta Eléctrica (2015). Este nuevo trabajo muestra un sonido pulido y un excelente manejo en la producción, en gran parte gracias a las recientes incorporaciones de Juan Pablo Massanisso en el bajo y Alan Fritzler en la batería. Ambos aportan una gran solidez rítmica, consolidando una base potente y precisa que aporta una frescura particular al sonido característico de la banda.
La canción que abre el EP, “Rock es Rock”, tiene un enfoque directo y enérgico, aunque su nombre pueda resultar un tanto genérico para un tema. La influencia de bandas como Mötley Crüe es evidente en su riff central, dándole un toque clásico de hard rock con el estilo propio de Walter Giardino en la guitarra. Sin embargo, el tema no termina de sorprender, dejando una sensación de que pudo haberse explorado un poco más para alcanzar el nivel de otros grandes éxitos de la banda.
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En “Hijos de la Tempestad”, destaca particularmente la interpretación vocal de Adrián Barilari, quien una vez más demuestra su capacidad de llevar la canción al siguiente nivel con su potencia y emotividad. Este tema, junto con la guitarra de Giardino, muestra un momento más inspirador del EP, recordando los momentos de gloria de Rata Blanca. La conexión entre ambos músicos se hace notar, brindando una de las interpretaciones más sólidas del trabajo.
La balada “Cuando sane tu corazón” comienza de manera suave con el teclado de Danilo Moschen, preparando el ambiente para una entrada envolvente de guitarra y la voz cautivadora de Barilari. Esta balada aporta el toque melódico y emocional del EP, mostrando la calidad vocal del cantante en un registro más introspectivo. Aunque la canción tiene su encanto, el desarrollo de la misma puede sentirse un tanto predecible, sin la complejidad o dinamismo que se espera de una balada de Rata Blanca.
El EP cierra con una versión diferente de “Mujer Amante” (si, una más), uno de los temas más queridos y emblemáticos de la banda. Si bien la idea de reinterpretar esta canción con una orquesta sinfónica es interesante, algunos fans esperaban una cuarta canción completamente nueva tras casi diez años sin nuevo material de estudio. En general, Rock es Rock es un EP que presenta un buen nivel de ejecución y producción, pero que deja cierto sabor a poco para aquellos que esperaban una propuesta completamente renovada.
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Etiquetas: 2024, Adrian Barilari, Alan Fritzler, argentina, Danilo Moschen, EP, Hard Rock, Juan Pablo Massanisso, Metal Argentino, Rata Blanca, Walter Giardino
A la espera de su cuarto álbum a las fechas en las que redacto esta reseña, esta vez me adentro en “Power Through Terror“, tercer álbum de la banda estadounidense Great American Ghost, lanzado hace cuatro años (2020). Personalmente este disco es una experiencia única. Con todas las mayúsculas.
Ahora veréis el por qué.
El crossover entre metalcore y hardcore de los de Manchester se destaca tanto por su brutalidad como por su mensaje confrontacional. Con este trabajo, los de Ethan Harrison establecen un estilo más que propio gracias a la inercia que venían arrastrando con sus dos anteriores trabajos de larga duración
Una Obra Personal…
Desde una perspectiva técnica, “Power Through Terror” se destaca por su producción cruda pero refinada, logrando un equilibrio perfecto entre la suciedad del hardcore y la precisión del metal moderno. La guitarra de Niko Gasparrini es un elemento clave en el disco, con riffs afilados y oscuros que se entrelazan con breakdowns devastadores.
La afinación baja y la textura abrasiva de los riffs son esenciales para crear una atmósfera de opresión y furia. Los momentos más destacados incluyen el uso de contratiempos y cambios de tempo inesperados, que añaden una dimensión técnica y un dinamismo único a la experiencia.
La sección rítmica también es un pilar fundamental. La batería, a cargo de Davier Pérez (Actualmente DevilDriver), es agresiva y precisa, con patrones que oscilan entre el blast beat y ritmos más complejos y sincopados. En diversas ocasiones, los tem
as se construyen en torno a ritmos implacables que subrayan la violencia emocional que impregna el disco de los de New Hampshire.
El sonido general está diseñado para impactarte tanto física como emocionalmente, con una producción a cargo de Will Putney (productor clave en la escena del metalcore y deathcore y fundador de Fit For An Autopsy).
Esto asegura una mezcla brutal pero clara, donde cada instrumento tiene su espacio sin sacrificar la cohesión del conjunto.
Reflexión Previa
Great American Ghost es conocido (aunque infravalorado desde mi punto de vista) por no rehuir temas oscuros, y “Power Through Terror” no es una excepción. Los temas abordan cuestiones de desesperación, ira social y lucha interna. Ethan Harrison, el vocalista, ofrece una interpretación feroz, con letras que exploran temas de abuso de poder, el trauma psicológico y la resistencia en tiempos oscuros.
La entrega vocal de Harrison es implacable, alternando entre gritos agudos llenos de rabia y guturales profundos que intensifican el peso emocional de las canciones.
Ya con el título del álbum obtenemos un indicativo de su enfoque temático: cómo se ejerce el poder a través del miedo y la opresión, y la resistencia ante este ciclo destructivo. Temas como “Altar of Snakes” y “Prison of Hate” exploran las formas en que el dolor y la violencia se utilizan como herramientas de control.
Líricas que son tan agresivas como la música que las acompaña, lo que refuerza la sensación de estar luchando constantemente contra un mundo que parece cada vez más caótico y deshumanizado.
Impacto y Conclusión
Esto no solo es un álbum cargado de energía y agresión, sino que también es un grito catártico que refleja las tensiones del mundo moderno. La combinación de metalcore, hardcore y un toque de deathcore crea una experiencia musical visceral y desgarradora.
Para mi este disco es ideal para los fanáticos de bandas como Knocked Loose, Code Orange o The Acacia Strain, que buscan no solo agresión sonora, sino también un mensaje profundo.
En resumen, Great American Ghost han logrado con este trabajo un álbum que es tan implacable como reflexivo, fusionando técnica, agresión y lirismo para ofrecer una declaración contundente dentro de la escena metalcore. Es un disco que exige ser escuchado con atención, tanto por su complejidad musical como por su mensaje de resistencia.
Estaremos a la espera de lo nuevo que nos depararán los de New Hampshire.
Etiquetas: Deathcore, Great American Ghost, Metalcore
Los suecos Grand Magus regresan con un nuevo capítulo épico que retoma la esencia heroica del poema de Beowulf, añadiendo otra pieza a su extensa discografía llena de mitos, monstruos y batallas. Su décimo álbum, Sunraven, vio la luz el 18 de octubre de la mano de Nuclear Blast, y devuelve la grandeza que los ha caracterizado a lo largo de los años. Este disco es un testamento del legado de los escandinavos, quienes, tras más de dos décadas en la escena, no solo se mantienen relevantes, sino que siguen afilando sus espadas musicales con cada lanzamiento.
Cuando los vi en vivo en el Graspop Metal Meeting de 2016, quedó claro que la banda posee una energía arrolladora y un dominio escénico que pocos pueden igualar. Esa misma potencia se siente en Sunraven, donde la voz de JB Christofersson, con su característico tono grave y poderoso, guía al oyente a través de una serie de historias cargadas de fuerza y espíritu vikingo. A diferencia de su anterior álbum, Wolf God, que parecía indicar cierto estancamiento en su fórmula, Sunraven representa un renacimiento sonoro, volviendo a lo básico pero con una renovada intensidad.
El álbum destaca por ser uno de los más breves en la carrera del trío sueco, pero eso no significa que escatime en calidad o en potencia. Cada uno de los 9 temas que lo componen tiene un propósito claro, sin material de relleno, y muchos ya lo consideran el mejor trabajo de la banda en la última década (Sin desmerecer: Triumph and Power o Sword Songs, que son muy buenos discos). Su coqueteo con las raíces de la NWOBHM es más evidente que nunca, haciendo guiños a leyendas como Iron Maiden o Judas Priest, pero sin perder su toque personal, que mezcla heavy metal tradicional con elementos de doom y una mística pagana.
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La portada de Sunraven, con su evocadora iconografía nórdica, es un perfecto anticipo del contenido del álbum: canciones como “The Wheel of Pain” y “To Heorot” son himnos épicos que rescatan la fuerza de los antiguos héroes, mientras que el sonido robusto y directo recuerda a sus primeros trabajos. El disco logra equilibrar a la perfección la nostalgia de sus álbumes más pesados del pasado con la frescura de nuevas ideas, algo que pocas bandas logran después de tantos años en la industria.
En este nuevo álbum, Grand Magus se mantiene fiel a su identidad: riffs poderosos, ritmos que marcan la pauta y coros que parecen diseñados para ser coreados en directo. La banda demuestra, una vez más, que son maestros en la construcción de estribillos épicos que retumban en la mente del oyente mucho después de terminar la última canción. A lo largo de Sunraven, se percibe una energía renovada que impulsa a la banda a nuevas alturas, haciendo justicia a su legado sin repetir fórmulas.
Para quienes han seguido su trayectoria, Sunraven es un recordatorio del poderío que siempre ha definido a Grand Magus. Este álbum ofrece una sólida segunda juventud para la banda, mostrando que aún tienen mucho que decir en la escena del heavy metal. Con una colección de canciones pegadizas, una producción impecable y una duración justa para mantener al oyente atrapado de principio a fin, Sunraven es un digno sucesor de su historia y una prueba de que estos veteranos todavía pueden sorprender.
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Etiquetas: 2024, Grand Magus, Heavy Metal, nuclear blast, Suecia, Sunraven
Elestigia es el proyecto personal de Noctus Nihil, un enigmático músico mexicano (es hasta ahí donde llegan los datos) que nos hizo llegar su LP El río de los muertos y el barquero del sufrimiento existencial, editado de manera independiente y metido, según su mismo creador, dentro del “black metal depresivo”, una corriente que es medio un meme dentro del mundo del metal negro pero que al mismo tiempo tiene sus seguidores fieles. Yo podría contarme entre sus fans, o al menos como alguien a quien le atrae mucho la idea detrás de este estilo: esos riffs distantes y helados de la ola noruega se prestaban muy bien para las atmósferas melancólicas, al punto de que creo que álbumes como Hvis Lyset Tar Oss y sobre todo Filosofem de Burzum se pueden contar entre sus pioneros, más allá de ese fuera el intento del loquito neonazi de Varg Vikernes. Pero estoy muy consciente de por qué a muchos le puede provocar rechazo, como ya detallé anteriormente en mi reseña de Innocence.Love.Sadness de Sorry…, con todos sus clichés un tanto insoportables.
Pero me estoy yendo de tema, así que centrémonos en este particular álbum. Y “particular” es una buena manera de describirlo, porque lo de Elestigia parece venir por otro lado, incluso juzgando con sólo ver la portada y la lista de canciones: no recuerdo muchos discos de black depresivo con tantos tracks, a menos que hablemos de uno con interludios entre canciones más largas. Pero no, El río… nos presenta 18 canciones de duración media, manteniéndose casi sin excepciones entre los 3 y 4 minutos, lo cual es una rareza en un estilo tan dado a las meditaciones sonoras largas.
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Y ya metiéndonos en el álbum, Elestigia arranca las cosas sorprendentemente rápido, ya que “Elestigia”, en esta caso la canción que la comienzo a El río…, es una patada a los dientes de riffs bajo cero, blast beats y voces gritadas al límite de las cuerdas vocales. Hay más variantes y balance de los blast beats con ritmos más lentos, o al menos un toque menos salvajes, pero tanto en esta canción como en la primera parte del álbum este es el ritmo dominante. Puede que eso suene como que lo estoy tildando de “monótono”, y no sería una interpretación equivocada: justo antes de escucharlo hice una repasada rápido y no fue hasta “Antichristus” que una canción no comenzó con una catarata de blast beats. pero también sería engañoso, porque a pesar de siempre comenzar a los palos los tracks de esa primera mitad van variando internamente, incorporando secciones con más melodía y ritmos más definidos. pero ciertamente esa primera mitad puede hacerse un tanto larga a primera escucha, incluso para un fan del blast beat y esos riffs del black metal que parecen riffs de los Ramones tocados al doble de la velocidad en medio de una tormenta, y ni me imagino para alguien menos experimentado.
Las cosas comienzan a cambiar durante la segunda mitad, que es cuando Noctus Nihil comienza a experimentar más con los ritmos y hasta a tener ganchos más definidos desde el comienzo de la canciones: sigue habiendo blast beats y riffs que suenan como si estuviera frotando dos pedazos de metal, obviamente, pero también está la casi doom “Medium” y la riffera “Oraculum”, a la que sumaría la pesadillesca “Catharsis”, que alterna entre las partes ruidosas y el dejar a las voces desgarradas en solitario.
Hablando de ruido, El río… es ciertamente un disco ruidoso: no sé cuánto vendrá de la grabación misma y cuánto vendrá de la post producción, pero constantemente suena como si estuviera sonando en medio de una catedral abandonada, algo que en el mundo del black metal siempre me parece un plus ¿Eso haría que las voces fueran las de un demonio en medio de un exorcismo?
Y ya que mencionamos las voces, no esperen interludios recitados ni voces limpias: en El río… las voces están siempre en modo “vomitar sangre”, como es casi indispensable en el estilo. pero debo admitir que aprecio el que pueda entenderlas bastante, no sólo porque Noctus Nihil decidió escribir en español, una rareza en el estilo, sino también porque trata de vocalizar mejor que la media. No digo que lo haya entendido al 100%, pero no siempre necesitaba tener las letras presentes para poder entender los distintos pasajes.
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Como nota aparte, el álbum cierra con “Mastemah”, que aparece como un bonus track y con justa razón: tiene un estilo más marchoso y riffero, por momentos cercano al thrash e incluso con más diferenciación entre las distintas secciones. ¿Está mal que diga que es de mis momentos favoritos del álbum?m No es que me dé la misma pena que decir que un cover fuera la mejor canción de un disco, una de esas situaciones a las que siempre tememos enfrentarnos en el mundo de las reseñas musicales, pero este bonus track tiene un estilo que le queda sorprendentemente bien a Elestigia, y que hace un buen contraste entre el estilo atmosférico en el que se mueve casi todo el resto del lanzamiento.
Como primer álbum, El río… tiene sus cosas a mejorar. Uno de ellos es que algunas de las canciones tienen finales un tanto repentinos que no estoy seguro que hayan sido buscados adrede, como si hubiera algún problema durante la mezcla, y también hay algunas cosas que no cierran con respecto al ritmo, no tanto en el sentido musical de las composiciones sino más en la secuenciación, en cómo el álbum fluye entre canciones. Esto es algo que hasta grupos grandes se olvidan, porque parecen estar más centrados en las canciones de manera individual que en su conjunto, y la segunda mitad del lanzamiento demuestra que con un par de ajustes Elestigia estaría un paso adelante de muchos en ese aspecto.
El río… es claramente un álbum para fans del black y más específicamente para los del black depresivo. Esto puede sonar como una terrible obviedad, pero está claro que sólo una persona ya experimentada podrá apreciar sus sutilezas y tendrá un estómago fuerte como para obviar ciertas falencias que serían obstáculos imposibles de esquivar para muchos. Pero si usted es fan del estilo, El río… es un buen lanzamiento para ir conociendo una propuesta con más que un par de características como para formar un estilo propio en un género que tantas veces suele seguir un manual demasiado repetido.
Etiquetas: Black Metal, Black Metal Atmosférico, Black Metal Depresivo, DSBM, Elestigia, mexico

Allt llega por lo alto con su nuevo álbum From The New World, una propuesta que fusiona con destreza elementos del metal progresivo, deathcore y post-metal, con una identidad muy marcada que busca un sonido expansivo y emocionalmente denso; el conocido Thall. Este trabajo se caracteriza por una atención al detalle en la construcción de atmósferas y una técnica instrumental sobresaliente que va más allá de los clichés del género.
Líricamente, el álbum explora temas existenciales, crisis personales y la lucha contra la alienación, todo bajo un enfoque introspectivo y filosófico. Las letras son reflexivas y cargadas de un lenguaje poético que canaliza frustraciones, deseos de trascendencia y la confrontación con uno mismo.
La narrativa se construye en torno a un sentimiento de renacimiento o reconfiguración interna, lo cual se alinea perfectamente con el título From The New World. En canciones clave como “Rebirth” y “Echoes of the Lost,” Allt ofrece una mirada hacia la deconstrucción de antiguas creencias, mientras su música evoca un renacimiento tanto lírico como musical.
Reivindicando el thall
Desde un punto de vista ya más técnico, Allt demuestra una notable habilidad para combinar complejidad y agresión. La estructura de las canciones, aunque sigue un esquema progresivo, no se desvía en exceso hacia la experimentación abstracta. En cambio, la banda opta por momentos de cambio dinámico cuidadosamente pensados, lo que proporciona tanto intensidad como espacios para la introspección sonora.
Los guitarristas muestran una maestría en la ejecución de riffs contundentes y polirrítmicos, combinados con pasajes atmosféricos. Hay un uso frecuente de afinaciones bajas y técnicas como el djent para generar grooves pesados, que alternan con acordes amplios y texturas limpias. Esta combinación le da al álbum un tono que oscila entre lo aplastante y lo etéreo. Los breakdowns están cuidadosamente elaborados para mantener una intensidad equilibrada sin caer en la repetición, y los solos son técnicos pero melódicamente expresivos.
En cuanto a la batería, encontramos un uso generoso de bombos dobles y blast beats, pero la técnica no se limita a la velocidad: hay un juego constante entre los tiempos y los contratiempos que refuerza la sensación de urgencia y tensión en las canciones. La batería actúa como columna vertebral, dirigiendo los cambios de tempo y las transiciones abruptas que caracterizan el álbum. Además, los bajos están presentes de manera clara, con líneas que no solo refuerzan los riffs, sino que aportan un elemento de profundidad al espectro sonoro.
La parte vocal oscila entre gritos desgarradores y voces limpias. El enfoque vocal refleja la dualidad presente en las letras, con transiciones abruptas entre la furia y la melancolía. Este juego de texturas vocales se ve complementado por los arreglos instrumentales, que suelen ceder protagonismo a la voz en los momentos clave para realzar la narrativa emocional de cada canción.
Sello de la casa Odeholm
Buster Odeholm (Vildhjarta, Humanity’s Last Breath, Thrown) ha sido el encargado de la producción de From The New World el cual presenta un sonido nítido y expansivo, con una mezcla que permite discernir cada capa instrumental. El sueco hace un uso inteligente de efectos y reverberación, sobre todo en las secciones más atmosféricas, que generan un ambiente casi cinematográfico. El ingeniero de sonido optó por darle un carácter envolvente a los interludios y finales de canción, manteniendo la tensión entre las explosiones de agresión y los momentos de calma.
From The New World de Allt es un álbum que logra un balance entre la agresividad y la introspección, combinando técnicas de metal moderno con una narrativa lírica profunda y emotiva. Las letras invitan a la reflexión sobre temas de autodescubrimiento y lucha interna, mientras la música se presenta como un viaje dinámico e inmersivo. Allt ha creado un trabajo con un claro dominio técnico que no sacrifica la expresividad y que se perfila como una de las propuestas más interesantes dentro del metal progresivo contemporáneo.
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