Ya para el tercer día el ritmo del Hellfest nos estaba cobrando factura, pero teniendo la oportunidad de estar en semejante festival no nos íbamos a quedar sin disfrutar cada fecha del mismo al máximo de lo que pudiéramos. Así que reunimos fuerzas y el sábado 29/06 nos dirigimos a los terrenos del festival para continuar con nuestras experiencias en Francia.
Con un cielo por suerte más nublado, a las 12:15 estábamos frente al Mainstage 1 para ver a los neozelandeses Alien Weaponry, que se presentaba por tercera ocasión en el festival francés, aunque esta vez sin un álbum nuevo bajo el brazo. Este particular trío ha tenido mucha publicidad últimamente, algo donde podría haber influido mucho tanto su lugar de origen (aunque post Ulcerate ya no es tan raro escuchar de bandas viniendo del vecino de Australia) como del uso del idioma maorí en una gran cantidad de sus canciones. Sumado a sus influencias entre groove, thrash y nu metal la comparación más obvia con su propuesta es Sepultura, aunque algo de Lamb of God también se puede sentir.
Todavía no lograron sacar un gran disco y es mejor disfrutarlos a cuentagotas, pero en vivo dan un gran espectáculo como se pudo comprobar en su media hora en el escenario principal del Hellfest, con canciones como “Rū Ana Te Whenua” y “Kai Tangata” teniendo a muchos haciendo headbanging.
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Para ir calentando el ambiente en cuanto a heavy metal de tintes épicos Mainstage 2, los estadounidenses Eternal Champion hicieron presencia con un escenario prácticamente pelado, sin siquiera el logo de la banda en la pantalla superior. Pero el cuarteto demostró que no necesita nada de ello (a pesar de que escuchando sus discos me imaginaba una escenografía a lo Amon Amarth) y tuvo al público rememorando los días de aventura y espadas a través de un setlist dedicado en partes iguales a sus álbumes The Armor of Ire y Ravening Iron. Canciones como “Coward’s Keep”, “The Last King of Pictdom” y “Skullseeker” fueron inyecciones de adrenalina y testosterona para el público, con Eternal Champion demostrando que son de las bandas más importantes del heavy metal épico de los últimos años.
Incluso para los estándares de los grupos de este festival y sus nombres que me tuvieron revisando una y otra vez a ver si los había escrito bien, Hrafngrímr se llevó el premio al más complicado de todos ellos. Más allá de eso, el combo francés liderado por el cantante y percusionista Mattjö Haussy sumió al Temple en las profundidades de la antigüedad, con un set dedicado a la música folclórica nórdica, dominado tanto por la percusión como por las voces ultra profundas resonando en el lugar, demostrando la variedad de propuestas que se pueden experimentar en el Hellfest.
Siguiendo con la temática épica en el Mainstage 2 pero ahora con elegancia europea y la narración de Christopher Lee anunciando su salida, las leyendas Rhapsody of Fire patearon la puerta con la tremenda “Unholy Warcry”, un elección perfecta para comenzar el concierto. La idea de un Rhapsody of Fire sin Luca Turilli en las voces ni Fabio Lione en las guitarras siempre me hará ruido, pero el tecladista Alex Staropoli ha hecho todo lo posible para mantener la banda adelante, con Giacomo Voli siendo un gran reemplazante con sus gritos agudos y Roberto De Micheli estando a la altura en sus riffs de guitarra. “I’ll Be Your Hero”, “The March of the Swordmaster”, “Dawn of Victory” y demás canciones tuvieron a la gente disfrutando de su buena dosis de power metal de fantasía, olvidándose de sus problemas por un rato y sumergiéndose en tierras de magia y aventura.
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Claro que después de la fantasía, de vez en cuando no viene mal un golpe de realidad, para lo que fuimos al escenario Warzone para una dosis de punk rock de la mano de The Casualties. A pesar de estar en las antípodas no sólo musicales sino también diría en cualquier otro sentido, los neoyorquinos comparten con Rhapsody of Fire el estar ahora sin su figura más representativa, con el cantante Jorge Herrera habiendo anunciado su salida (en buenos términos) en 2017, siendo el último miembro de la formación original todavía en la banda.
Ahora con el guitarrista Jake Kolatis como miembro más longevo, habiendo entrado tres años después de su formación, el cuarteto se dedica a mantener el legado de estas leyendas del punk callejero, y no lo hacen nada mal con David Rodríguez en el micrófono: “1312”, “Punk Rock Love”, “Ashes of My Enemies”, “My Blood, My Life, Always Forward”, toda una seguidilla de canciones perfectas para tener al público haciendo mosh, y la banda suena tan prolijamente desordenada como de costumbre.
Más tarde en el Valley vimos al trío belga Brutus. Difícil de describir su propuesta, con la baterista Stefanie Mannaerts también aportando sus voces etéreas en medio del ruido creado por los riffs del guitarrista Stijn Vanhoegaerden y el bajista Peter Mulders, sumiendo al escenario en una atmósfera de distorsión y catarsis: “post metal” es la etiqueta más usada, y creo que les calza perfecto. “War”, “Liar” y “What Have We Done” fueron algunas de las presentadas, con Mannaerts golpeando la batería con violencia y precisión en partes iguales al igual que sus compañeros, dando uno de las mejores presentaciones del Hellfest.
Legion of the Damned es una apuesta segura si lo que se busca es thrash/death de la vieja escuela y absolutamente nada más. La banda neerlandesa encendió el escenario Altar con “Slaughtering the Pigs” y más tarde presentando su nuevo álbum The Poison Chalice con “Beheading of the Godhead” y “Progressive Destructor”. Esta es una banda que no se da para mucho análisis: riffs, baterías violentas y la voz de Maurice Swinkels destruyendo todo a su paso, creando la banda sonora perfecta para el mosh. Legion of the Damned son como Motörhead o AC/DC, en el sentido de ser el equivalente musical a una hamburguesa: no hay nada sofisticado en ellos, pero sí que logran saciar el hambre.
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De vuelta en el Temple, los islandeses Skálmöld trajeron la era vikinga a Francia con su set. A diferencia de muchas bandas de “viking metal”, Skálmöld no tienen problemas con acelerar en sus canciones, como se puede escuchar en el medio de la épica “Miðgarðsormur”, y logran dar un espectáculo interesante con su interpretación de este sonido, con todos los integrantes aportando sus voces y dando como resultado una experiencia como para que el público también cante a coro… siempre y cuando sepan algo de islandés, claro está. “Verðandi”, “Kvaðning” y otras canciones completaron un buen set de parte de los oriundos de Reykjavík.
En el Mainstage 2 Yngwie Malmsteen daba su set tradicional de escalas neoclásicas guitarreras que de vez en cuando se convertían en canciones interesantes si es que las había grabado 35 años atrás. Perdonen, pero no hay manera de que la propuesta del sueco me llegue por algún lado: es un guitarrista que hace música para otros guitarristas y no mucho más.
Por otro lado, Extreme dieron todo un espectáculo en el Mainstage a las 18:30, algo que se podía ver ya a simple vista con la pantalla de fondo mostrando imágenes de carteles de neón, bares y casinos similar a la de su álbum II Pornograffitti. Extreme es una banda extremadamente (¡ja!) entretenida de ver, con la energía que Gary Cherone le pone a sus voces y los riffs glam/funk de Nuno Bettencourt imprimiéndole su identidad a estas canciones: “Decadence Dance”, “Get The Funk Out”, “It (‘s a Monster)” son de esos tracks para encender al público, mientras que “Midnight Express” es una muestra de virtuosismo al servicio de las melodías y el clásico “More Than Words” es una balada como para ponerse deliciosamente meloso.
No habrán llegado al nivel de popularidad de unos Mötley Crüe o Guns n’ Roses, pero la gente lo disfrutó y eso es lo que importa.
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Volviendo al Valley, era momento de sacar el delineador y vestirse de negro para la salida de Chelsea Wolfe. La estadounidense ha estado trabajando horas extra creando una de las discografías más destacadas de la última década y media, con un sonido que le ha llegado tanto a los fans góticos, a los metaleros y hasta podríamos decir que a los hipsters, con su mezcla de rock gótico con elementos folk y más de un coqueteo con el doom metal: grabar un disco en conjunto con Converge ciertamente debe haber hecho que le llegara también al público punk extremo.
Wolfe dio comienzo a su set con la oscura “Whispers in the Echo Chamber” de su aclamado She Reaches Out to She Reaches Out to She, que va pasando de la calma gótico / electrónica al ruido de las guitarras en una dinámica adictiva, con la cantante aportando sus voces susurradas características. “Feral Love” es más electrónica sin dejar de ser poderosa, mientras que “House of Self‐Undoing” tiene una batería como para ponerse a bailar en medio de la oscuridad. La dinámica de rock gótico, electrónica y ruido se mantiene a lo largo de toda la noche, hasta llegar al final con la acústica “Flatlands”, donde sólo con una guitarra acústica acompañándola Chelsea Wolfe nos hipnotiza con su voz. Un momento maravilloso.
Luego de tomarnos un descanso y ya a las 21:45, con la noche bien entrada, en el Valley pudimos ver a Mr. Bungle, que dieron un concierto a la altura de su particular leyenda como promotores de la locura musical. La banda de Mike Patton, Trey Spruance y Trevor Dunn, ahora acompañados por nada menos que Scott Ian (Anthrax) y Dave Lombardo, es de tocar una mezcla de canciones propias, covers y algo que podríamos llamar “reversiones” en sus conciertos: es así que arrancan con “Satan Never Sleeps” de la cantante de los sesentas Timi Yuro, seguida por “Anarchy Up Your Anus” y también incluyendo “Spreading the Thighs of Death” y “My Ass Is On Fire”, para meter también un “Habla Español o Muere” reversionado como “Speak French or Die” para la ocasión.
También tuvieron a Wolfgang Van Halen como invitado en “Loss of Control” de Van Halen y a Andreas Kisser en “Territory” de Sepultura. Cerrando con una sarcástica “All By Myself” de Eric Carmen reversionada como “Go Fuck Yourself”, el humor extraño de la banda se mezcló con su música cambiante y experimental.
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Ahora, está clarísimo que el plato fuerte de este tercer día del Hellfest se iba a dar en el Mainstage 1 a las 22:45 con nada menos que Metallica tomando por asalto el escenario: te gusten o no los últimos discos de Hetfield–Ulrich–Hammett–Trujillo, está claro que son la banda más convocante del heavy metal, de esas que le llegan incluso a gente que no escucha a ninguna otra banda en el estilo. Pero también está claro que no hay mucho nuevo que se pueda decir acerca de un concierto de Metallica: entrarán con la inmortal “Ecstasy of Gold” de Ennio Morricone dándole ese toque épico al inicio del recital, “Creeping Death” tendrá a la gente coreando cada línea como un himno y lo mismo se podrá decir de “Hit The Lights”, “For Whom The Bells Tolls”, “Nothing Else Matters” y cualquier otro clásico enorme de la banda, mientras que las más nuevas como “72 Seasons” y “Lux Æterna” tendrán un recibimiento que podríamos llamar “aceptable” pero sin encender a la gente como las otras. James Hetfield hará lo suyo cargándose al hombro la tarea de comunicarse con la gente, Ulrich hará su tarea decente como baterista, Hammett hará sus solos y Trujillo seguirá estando demasiado sobrecalificado para su tarea como bajista como si Jaco Pastorius tocara con los Ramones. No necesitan leer todo esto para saber lo que pasó: fue un recital de Metallica y eso es lo que importa.
Ahora, digamos que usted estuviera en el Hellfest pero no tuviera tantas ganas de ver a ‘Tallica: esa siempre es una posibilidad. Si fuera de esos, había un par de alternativas tocando al mismo tiempo: en el Temple teníamos a los folkmetaleros finlandeses Korpiklaani, mientras que en el Warzone estaban los punks estadounidenses The Interrupters. Nos dirigimos a ver a estos últimos, un cuarteto de Los Ángeles que ha hecho mucho por mantener viva la llama del ska punk, con algo de pop punk metido en el medio como para sazonar las cosas.
Con “Ghost Town” de The Specials sonando como intro, la base instrumental conformada como por el guitarrista Kevin Bivona, el bajista Justin Bivona y el baterista Jesse Bivona dio la bienvenida a la cantante Aimee Interrupter, con su voz que le da esa característica especial a las canciones de este grupo y la primera “Gave You Everything”. Ya que mencionamos a Metallica al inicio, el baterista anunció “A Friend Like Me” diciendo que el público era un verdadero amigo de la banda por elegir ver a The Interrupters en vez de la banda, aunque en un tono mucho más gracioso del que lo hago sonar. “Babylon”, “By My Side”, “Raised By Wolves”, “She Got Arrested” y hasta el particular cover de “Bad Guy” de Billie Eilish que la banda adaptó a la instrumentación ska mucho mejor de lo que se esperaría. Alegría y baile, de eso se trata The Interrupters.
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Ya llegada la medianoche, íbamos cerrando este tercer día con un par de presentaciones nocturnas. Para eso fuimos al Valley para ver a Julie Christmas, cantante estadounidense que tuviera sus pasos por los post hardcore Made Out Of Babies y los sludge metal Battle of Mice, pero que llegara a un gran público con Mariner, el álbum que sacara en conjunto con los postmetaleros suecos Cult of Luna en 2016 y que ahora presentara Ridiculous and Full of Blood, su aclamado nuevo álbum solista.
Luego de abrir con el cover de “Bones In The Water” de Battle of Mice, la cantante se centró más que nada en su nuevo álbum y nos tuvo con una muestra de riffs ruidosos y ritmos lentos acompañados por sus gritos y su presencia arriba del escenario, marcada por la manera en la que se movía y por su vestido y su máscara que brillaba en la oscuridad. “Thin Skin”, “The Ash”, “Silver Dollars”, lo de Julie Christmas es brutal sin ser monótono, ruidoso sin aturdir y atmosférico sin aburrir. Y se notó en el recibimiento, con la cantidad de gente que había decidido esperar hasta la medianoche para verla.
Y “ruidoso” y “brutal” serán términos que no se podrán aplicar a nuestra última artista de este tercer día, pero no por eso deja de ser interesante. Esta fue Eivør, que entra en la bolsa de “artistas que no hacen metal y que tampoco vienen de una banda de metal, pero ciertamente le podrían gustar al metalero de mente abierta”, de los que hay un par de ejemplos en el lineup del Hellfest. Esta cantante feroesa combina pop, folk y electrónica en un cóctel que, acompañado por su hermosa voz y sus letras mayormente en su idioma natal, dan lugar a un combo muy atractivo. Dando inicio con la etérea “Gullspunnin” y luego pasando a “Salt”, que en su versión en vivo adopta una atmósfera casi ritual por el costado de la percusión, pasando por “Lívstræðrir” y “Upp Úr Øskuni”, nos trasladaron a una tierra más allá del tiempo incluso en los momentos más electrónicos de su discografía.
Así cerramos este tercer día del Hellfest, nuevamente dirigiéndonos al hotel para darnos una ducha, dormir lo que pudiéramos y juntar fuerzas para lo que sería el último día de este evento tan impresionante.
Ya para el tercer día el ritmo del Hellfest nos estaba cobrando factura, pero teniendo la oportunidad de estar en semejante festival no nos íbamos a quedar sin disfrutar cada fecha del mismo al máximo de lo que pudiéramos. Así que reunimos fuerzas y el sábado 29/06 nos dirigimos a los terrenos del festival para continuar con nuestras experiencias en Francia.
Con un cielo por suerte más nublado, a las 12:15 estábamos frente al Mainstage 1 para ver a los neozelandeses Alien Weaponry, que se presentaba por tercera ocasión en el festival francés, aunque esta vez sin un álbum nuevo bajo el brazo. Este particular trío ha tenido mucha publicidad últimamente, algo donde podría haber influido mucho tanto su lugar de origen (aunque post Ulcerate ya no es tan raro escuchar de bandas viniendo del vecino de Australia) como del uso del idioma maorí en una gran cantidad de sus canciones. Sumado a sus influencias entre groove, thrash y nu metal la comparación más obvia con su propuesta es Sepultura, aunque algo de Lamb of God también se puede sentir.
Todavía no lograron sacar un gran disco y es mejor disfrutarlos a cuentagotas, pero en vivo dan un gran espectáculo como se pudo comprobar en su media hora en el escenario principal del Hellfest, con canciones como “Rū Ana Te Whenua” y “Kai Tangata” teniendo a muchos haciendo headbanging.
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Para ir calentando el ambiente en cuanto a heavy metal de tintes épicos Mainstage 2, los estadounidenses Eternal Champion hicieron presencia con un escenario prácticamente pelado, sin siquiera el logo de la banda en la pantalla superior. Pero el cuarteto demostró que no necesita nada de ello (a pesar de que escuchando sus discos me imaginaba una escenografía a lo Amon Amarth) y tuvo al público rememorando los días de aventura y espadas a través de un setlist dedicado en partes iguales a sus álbumes The Armor of Ire y Ravening Iron. Canciones como “Coward’s Keep”, “The Last King of Pictdom” y “Skullseeker” fueron inyecciones de adrenalina y testosterona para el público, con Eternal Champion demostrando que son de las bandas más importantes del heavy metal épico de los últimos años.
Incluso para los estándares de los grupos de este festival y sus nombres que me tuvieron revisando una y otra vez a ver si los había escrito bien, Hrafngrímr se llevó el premio al más complicado de todos ellos. Más allá de eso, el combo francés liderado por el cantante y percusionista Mattjö Haussy sumió al Temple en las profundidades de la antigüedad, con un set dedicado a la música folclórica nórdica, dominado tanto por la percusión como por las voces ultra profundas resonando en el lugar, demostrando la variedad de propuestas que se pueden experimentar en el Hellfest.
Siguiendo con la temática épica en el Mainstage 2 pero ahora con elegancia europea y la narración de Christopher Lee anunciando su salida, las leyendas Rhapsody of Fire patearon la puerta con la tremenda “Unholy Warcry”, un elección perfecta para comenzar el concierto. La idea de un Rhapsody of Fire sin Luca Turilli en las voces ni Fabio Lione en las guitarras siempre me hará ruido, pero el tecladista Alex Staropoli ha hecho todo lo posible para mantener la banda adelante, con Giacomo Voli siendo un gran reemplazante con sus gritos agudos y Roberto De Micheli estando a la altura en sus riffs de guitarra. “I’ll Be Your Hero”, “The March of the Swordmaster”, “Dawn of Victory” y demás canciones tuvieron a la gente disfrutando de su buena dosis de power metal de fantasía, olvidándose de sus problemas por un rato y sumergiéndose en tierras de magia y aventura.
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Claro que después de la fantasía, de vez en cuando no viene mal un golpe de realidad, para lo que fuimos al escenario Warzone para una dosis de punk rock de la mano de The Casualties. A pesar de estar en las antípodas no sólo musicales sino también diría en cualquier otro sentido, los neoyorquinos comparten con Rhapsody of Fire el estar ahora sin su figura más representativa, con el cantante Jorge Herrera habiendo anunciado su salida (en buenos términos) en 2017, siendo el último miembro de la formación original todavía en la banda.
Ahora con el guitarrista Jake Kolatis como miembro más longevo, habiendo entrado tres años después de su formación, el cuarteto se dedica a mantener el legado de estas leyendas del punk callejero, y no lo hacen nada mal con David Rodríguez en el micrófono: “1312”, “Punk Rock Love”, “Ashes of My Enemies”, “My Blood, My Life, Always Forward”, toda una seguidilla de canciones perfectas para tener al público haciendo mosh, y la banda suena tan prolijamente desordenada como de costumbre.
Más tarde en el Valley vimos al trío belga Brutus. Difícil de describir su propuesta, con la baterista Stefanie Mannaerts también aportando sus voces etéreas en medio del ruido creado por los riffs del guitarrista Stijn Vanhoegaerden y el bajista Peter Mulders, sumiendo al escenario en una atmósfera de distorsión y catarsis: “post metal” es la etiqueta más usada, y creo que les calza perfecto. “War”, “Liar” y “What Have We Done” fueron algunas de las presentadas, con Mannaerts golpeando la batería con violencia y precisión en partes iguales al igual que sus compañeros, dando uno de las mejores presentaciones del Hellfest.
Legion of the Damned es una apuesta segura si lo que se busca es thrash/death de la vieja escuela y absolutamente nada más. La banda neerlandesa encendió el escenario Altar con “Slaughtering the Pigs” y más tarde presentando su nuevo álbum The Poison Chalice con “Beheading of the Godhead” y “Progressive Destructor”. Esta es una banda que no se da para mucho análisis: riffs, baterías violentas y la voz de Maurice Swinkels destruyendo todo a su paso, creando la banda sonora perfecta para el mosh. Legion of the Damned son como Motörhead o AC/DC, en el sentido de ser el equivalente musical a una hamburguesa: no hay nada sofisticado en ellos, pero sí que logran saciar el hambre.
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De vuelta en el Temple, los islandeses Skálmöld trajeron la era vikinga a Francia con su set. A diferencia de muchas bandas de “viking metal”, Skálmöld no tienen problemas con acelerar en sus canciones, como se puede escuchar en el medio de la épica “Miðgarðsormur”, y logran dar un espectáculo interesante con su interpretación de este sonido, con todos los integrantes aportando sus voces y dando como resultado una experiencia como para que el público también cante a coro… siempre y cuando sepan algo de islandés, claro está. “Verðandi”, “Kvaðning” y otras canciones completaron un buen set de parte de los oriundos de Reykjavík.
En el Mainstage 2 Yngwie Malmsteen daba su set tradicional de escalas neoclásicas guitarreras que de vez en cuando se convertían en canciones interesantes si es que las había grabado 35 años atrás. Perdonen, pero no hay manera de que la propuesta del sueco me llegue por algún lado: es un guitarrista que hace música para otros guitarristas y no mucho más.
Por otro lado, Extreme dieron todo un espectáculo en el Mainstage a las 18:30, algo que se podía ver ya a simple vista con la pantalla de fondo mostrando imágenes de carteles de neón, bares y casinos similar a la de su álbum II Pornograffitti. Extreme es una banda extremadamente (¡ja!) entretenida de ver, con la energía que Gary Cherone le pone a sus voces y los riffs glam/funk de Nuno Bettencourt imprimiéndole su identidad a estas canciones: “Decadence Dance”, “Get The Funk Out”, “It (‘s a Monster)” son de esos tracks para encender al público, mientras que “Midnight Express” es una muestra de virtuosismo al servicio de las melodías y el clásico “More Than Words” es una balada como para ponerse deliciosamente meloso.
No habrán llegado al nivel de popularidad de unos Mötley Crüe o Guns n’ Roses, pero la gente lo disfrutó y eso es lo que importa.
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Volviendo al Valley, era momento de sacar el delineador y vestirse de negro para la salida de Chelsea Wolfe. La estadounidense ha estado trabajando horas extra creando una de las discografías más destacadas de la última década y media, con un sonido que le ha llegado tanto a los fans góticos, a los metaleros y hasta podríamos decir que a los hipsters, con su mezcla de rock gótico con elementos folk y más de un coqueteo con el doom metal: grabar un disco en conjunto con Converge ciertamente debe haber hecho que le llegara también al público punk extremo.
Wolfe dio comienzo a su set con la oscura “Whispers in the Echo Chamber” de su aclamado She Reaches Out to She Reaches Out to She, que va pasando de la calma gótico / electrónica al ruido de las guitarras en una dinámica adictiva, con la cantante aportando sus voces susurradas características. “Feral Love” es más electrónica sin dejar de ser poderosa, mientras que “House of Self‐Undoing” tiene una batería como para ponerse a bailar en medio de la oscuridad. La dinámica de rock gótico, electrónica y ruido se mantiene a lo largo de toda la noche, hasta llegar al final con la acústica “Flatlands”, donde sólo con una guitarra acústica acompañándola Chelsea Wolfe nos hipnotiza con su voz. Un momento maravilloso.
Luego de tomarnos un descanso y ya a las 21:45, con la noche bien entrada, en el Valley pudimos ver a Mr. Bungle, que dieron un concierto a la altura de su particular leyenda como promotores de la locura musical. La banda de Mike Patton, Trey Spruance y Trevor Dunn, ahora acompañados por nada menos que Scott Ian (Anthrax) y Dave Lombardo, es de tocar una mezcla de canciones propias, covers y algo que podríamos llamar “reversiones” en sus conciertos: es así que arrancan con “Satan Never Sleeps” de la cantante de los sesentas Timi Yuro, seguida por “Anarchy Up Your Anus” y también incluyendo “Spreading the Thighs of Death” y “My Ass Is On Fire”, para meter también un “Habla Español o Muere” reversionado como “Speak French or Die” para la ocasión.
También tuvieron a Wolfgang Van Halen como invitado en “Loss of Control” de Van Halen y a Andreas Kisser en “Territory” de Sepultura. Cerrando con una sarcástica “All By Myself” de Eric Carmen reversionada como “Go Fuck Yourself”, el humor extraño de la banda se mezcló con su música cambiante y experimental.
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Ahora, digamos que usted estuviera en el Hellfest pero no tuviera tantas ganas de ver a ‘Tallica: esa siempre es una posibilidad. Si fuera de esos, había un par de alternativas tocando al mismo tiempo: en el Temple teníamos a los folkmetaleros finlandeses Korpiklaani, mientras que en el Warzone estaban los punks estadounidenses The Interrupters. Nos dirigimos a ver a estos últimos, un cuarteto de Los Ángeles que ha hecho mucho por mantener viva la llama del ska punk, con algo de pop punk metido en el medio como para sazonar las cosas.
Con “Ghost Town” de The Specials sonando como intro, la base instrumental conformada como por el guitarrista Kevin Bivona, el bajista Justin Bivona y el baterista Jesse Bivona dio la bienvenida a la cantante Aimee Interrupter, con su voz que le da esa característica especial a las canciones de este grupo y la primera “Gave You Everything”. Ya que mencionamos a Metallica al inicio, el baterista anunció “A Friend Like Me” diciendo que el público era un verdadero amigo de la banda por elegir ver a The Interrupters en vez de la banda, aunque en un tono mucho más gracioso del que lo hago sonar. “Babylon”, “By My Side”, “Raised By Wolves”, “She Got Arrested” y hasta el particular cover de “Bad Guy” de Billie Eilish que la banda adaptó a la instrumentación ska mucho mejor de lo que se esperaría. Alegría y baile, de eso se trata The Interrupters.
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Luego de abrir con el cover de “Bones In The Water” de Battle of Mice, la cantante se centró más que nada en su nuevo álbum y nos tuvo con una muestra de riffs ruidosos y ritmos lentos acompañados por sus gritos y su presencia arriba del escenario, marcada por la manera en la que se movía y por su vestido y su máscara que brillaba en la oscuridad. “Thin Skin”, “The Ash”, “Silver Dollars”, lo de Julie Christmas es brutal sin ser monótono, ruidoso sin aturdir y atmosférico sin aburrir. Y se notó en el recibimiento, con la cantidad de gente que había decidido esperar hasta la medianoche para verla.
Y “ruidoso” y “brutal” serán términos que no se podrán aplicar a nuestra última artista de este tercer día, pero no por eso deja de ser interesante. Esta fue Eivør, que entra en la bolsa de “artistas que no hacen metal y que tampoco vienen de una banda de metal, pero ciertamente le podrían gustar al metalero de mente abierta”, de los que hay un par de ejemplos en el lineup del Hellfest. Esta cantante feroesa combina pop, folk y electrónica en un cóctel que, acompañado por su hermosa voz y sus letras mayormente en su idioma natal, dan lugar a un combo muy atractivo. Dando inicio con la etérea “Gullspunnin” y luego pasando a “Salt”, que en su versión en vivo adopta una atmósfera casi ritual por el costado de la percusión, pasando por “Lívstræðrir” y “Upp Úr Øskuni”, nos trasladaron a una tierra más allá del tiempo incluso en los momentos más electrónicos de su discografía.
Así cerramos este tercer día del Hellfest, nuevamente dirigiéndonos al hotel para darnos una ducha, dormir lo que pudiéramos y juntar fuerzas para lo que sería el último día de este evento tan impresionante.