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Los 10 peores discos del año por Martín Cirillo
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Creo que, a menos que uno sea de esas personas que quieran indignarse, nadie busca activamente música como para criticar negativamente. E incluso al momento de escribir reseñas, siempre está la idea de destacar lo positivo, por más negativo que el texto termine siendo. Sin embargo, está muy claro que cada año se edita una cantidad enorme de lanzamientos mediocres, por la misma naturaleza de cualquier industria del entretenimiento.

Es así que en esta lista vamos a repasar los diez peores lanzamientos del año. No nos vamos a limitar al heavy metal, y la vara que usaré para definir a un álbum como uno de los peores de los 365 días del 2021 será mi propia y subjetiva opinión. Aunque mencione en algunos casos problemas con la producción, cambios de estilo que no resultan o incluso alguna que otra consideración moral, en todos los casos está más que implícito que lo que no resultan son las canciones en si.

Y si no les gusta la negatividad de la lista o simplemente quieren ver qué me pareció lo mejor, pueden revisar mi Top 10 de los mejores álbumes del 2021 acá.

10. Running Wild – Blood on Blood

No saben lo que me duele poner el nuevo disco de los piratas alemanes en esta lista. Lo pensé un largo rato, debatiéndome si de verdad se merecía terminar en esta lista, y la verdad es que llegué un punto donde me di cuenta que se lo merecía, porque pocos discos se hicieron más difíciles de escuchar sin tener la decencia de al menos poder llamarlos “experimentales”.

Si nos limitamos sólo a las canciones, Blood on Blood es un disco de mitad de tabla de Running Wild: algunas canciones mejores, otras peores, pero nunca de verdad destacándose más allá de música de fondo para ir en el auto o en la moto. Ciertamente no es el primer disco de la banda de Rolf Kasparek que se puede describir de esta manera, y hay pecados mucho peores que se pueden cometer, como veremos más adelante.

Sin embargo, lo que termina matando a Blood on Blood es la producción, que no se sabe si está intentando sonar retro o simplemente es así de mala. Hay muchas bandas de heavy metal retro que buscaron, y lograron, traer de vuelta el sonido de las baterías con reverb al siglo XXI, pero en este disco Running Wild lo único que logran es recordarle a la gente por qué ese sonido se dejó de usar. Pocas cosas son peores que la nostalgia que nos termina recordando por qué es mejor dejar ciertas cosas atrás, y Blood on Blood lo demuestra.

9. Yes – The Quest

Ya escribí una reseña de este disco, pero releyéndola no creo que haya logrado capturar la experiencia miserable que fue escuchar el disco Nº21 de las otroras leyendas progresivas.

El primero sin el bajista, líder y único miembro constante Chris Squire, The Quest debía demostrar que los miembros actuales de Yes tenían la habilidad como para continuar el legado de una banda que ninguno de ellos había fundado. Y escuchando The Quest, creo que se demostró que ese no es el caso, o al menos no si van a estar componiendo de esta manera.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Yes – The Quest (2021)

Yo no sé qué lleva a Steve Howe y compañía a componer música tan objetivamente aburrida. Decirle “rock progresivo” a lo hecho en este disco es bastante engañoso, siendo que todas las canciones parecen ir a la misma velocidad y son tan suaves e intrascendentes que el oído a veces parece tener problemas para interpretarlas como música. Y miren que no tengo problema con escuchar muchos discos de rock suave, pero esto está mucho más cerca de ser música de ascensor que eso. 

No quería tener que usar el término “música de geriátrico”, porque no quería que quedara como que no me gusta la música por la edad de sus músicos, pero no encuentro una mejor manera de definirlo: casi 70 minutos de música para poner de fondo mientras se juegan a las bochas. Pero cuando tenés músicos de la misma edad poniendo energía en sus canciones, entonces Yes no tienen ninguna excusa para hacer algo así.

8. Tony Kaye – End of Innocence

El 2021 no fue un buen año para Yes, y eso se extendió a excolaboradores de la banda inglesa, como es el caso de Tony Kaye. Para los que no lo tengan tan presente, él sirvió como tecladista entre 1968 y 1971, para luego volver entre 1983 y 1995. Aunque no tenía la pirotecnia detrás de las teclas de Rick Wakeman, siempre asumí que se lo tenía en gran estima entre los fans de Yes.

Instalado en Estados Unidos desde hace un tiempo largo, Kaye también tuvo participaciones más cortas en otras bandas, además de trabajo tanto en vivo como de sesión. Sin embargo, y a diferencia de Wakeman, Kaye decidió retrasar su debut como solista un largo tiempo, recién editando su primer LP End of Innocence el 10 de septiembre, a los 76 años.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: 40º Aniversario de “Discipline” de King Crimson

El concepto detrás de este disco es interesante, siendo que es una interpretación musical del ataque a las Torres Gemelas de 2001, y fue editado un día antes de que se cumplieran dos décadas del hecho. Más allá de que el ataque y sus consecuencias dieron lugar a algunas de las peores muestras de ultranacionalismo estadounidense de toda su historia, también es cierto que provocó traumas en un montón de gente a lo largo y ancho del espectro político.

Pero End of Innocence termina siendo algo peor que una mala interpretación de un hecho traumático: es un disco extremadamente aburrido. Devaneos de teclados, sonidos ambientales, de vez en cuando metiendo voces femeninas y hasta voces masculinas que se pueden describir como “vagamente arábigas”, este debut de Kaye parece más un rejunte de demos que un disco hecho y derecho. Y no me refiero a “canciones demo”, sino a fragmentos inconexos grabados en el momento, como para guardar ideas a futuro, algo que sinceramente me recuerda mucho al horrible The Endless River, el último disco oficial de Pink Floyd, que también era un rejunte de tracks ambientales por parte de una leyenda progresiva. Y que encima dure nada menos que 73 minutos no ayuda a esto.

7. Tom Morello – The Atlas Underground Fire

Recontextualizando una frase que usé para hablar acerca de Yes (que originalmente pensé para el disco del que hablaré ahora), no entiendo qué lleva a Tom Morello a hacer música tan fea.

En 2018, el guitarrista de Rage Against The Machine debutó como solista bajo su propio nombre con The Atlas Underground, un proyecto donde Morello mezclaría sus sonidos alienígenas característicos detrás de las seis cuerdas con una variedad de cantantes invitados y elementos de música electrónica, como el dubstep o el trap. A riesgo de sonar exagerado, The Atlas Underground se terminó convirtiendo en una de las peores cosas que haya escuchado, y que para el sucesor The Atlas Underground Fire el músico decidiera repetir la apuesta es una muy mala señal.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Deftones – Omhs (2020)

No tengo problema con la música electrónica, el trap, el dubstep ni ninguno de esos estilos: estamos en el 2022, y enojarse con un género musical quedó muy pasado de moda. Y tampoco tengo problema con fusionar estos estilos con el rock, pero si hay una manera de hacerlo no creo que la estrategia de Tom Morello sea la indicada.

Con excepción de “The War Inside”, grabada junto al músico country Chris Stapleton y que de todas maneras suena como música de los créditos de alguna serie símil Supernatural, y la horrible versión de “Highway to Hell” junto a Bruce Springsteen, TAUF parece música de menú de un juego de FIFA: sonidos artificiales, simples, repetitivos, como para poner de fondo mientras elegís a tus jugadores. Si hay alguna intención política detrás de todo esto, es imposible decirlo: todo el álbum suena como la comercialización de la estética revolucionaria de la que tantas veces se acusa a RATM, pero sin tener la decencia de sonar entretenidos.

Igual lo peor está al final con “On The Shore of Eternity”, que parece un mal remix de sí mismo con ese loop de batería sobre el que Morello mete sus sonidos de guitarra. Parecía que nunca terminaba, y cuando me fijé que duraba casi nueve minutos, me di cuenta de que parecía que Morello no quería que terminara.

6. Ultra-Violence – Beyond EP

Puede parecer una trampa que meta un EP en esta lista, pero tengo mis razones. La primera es que dura 42 minutos, por lo que es más largo que la enorme mayoría de los EPs y hasta más largo que varios LPs incluidos acá. Y la segunda es lo que este lanzamiento representa.

Para los que no los conocieran, Ultra-Violence era un cuarteto de thrash metal que estaba firmemente emplazado en el revival del género de la década del 2000. Aunque para el momento en que la banda se formó este movimiento le quedaba poco, personalmente creo que estos piamonteses tenían lo suyo para el que simplemente buscara riffs para romperse el cuello, baterías a mil por hora y hasta algo de sentido del humor, al menos el suficiente como para meter un cover de “Money for Nothing” de Dire Straits en su tercer álbum Operation Misdirection de 2018.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Death Angel – The Bastard Tracks (2021)

Sin embargo, sería imposible saber todos estos datos si Beyond fuera la primera experiencia que el oyente tuviera con esta banda, y es porque en los últimos años Ultra-Violence decidieron dar un importante volantazo artístico, metiéndose de lleno en un metalcore con elementos alternativos y electrónicos. Como me pasó en su momento cuando escuché No Absolution (2020) de Lost Society, otros jóvenes thrasheros que pasaron por una transformación similar pero menos abrupta, tengo que decir que no tengo problema con que las bandas decidan hacer grandes cambios en su fórmula. Mi problema es cuando se vuelven extremadamente aburridos, y eso es lo que me ocurre con Beyond

Las cinco canciones del EP, a las que hay que sumarles las versiones orquestales e instrumentales, deambulan entre sonar como descartes de los últimos álbumes de Bring Me The Horizon o como descartes de Linkin Park. “The End” suena como algo que Bennington, Shinoda y compañía habrían tirado a la basura por sonar demasiado adolescente en el 2003, y “The Silence” parece una de esas canciones genéricas que plagan las radios de rock de Estados Unidos y que terminan siendo indistinguibles entre toda la marea. Y “genérico” es el término que termina definiendo a este EP, que suena como un seleccionado de tracks cuyo único fin es alimentar las playlists de “ROCK MODERNO” de Spotify y nada más.

5. Aborym – Hostile

Pasamos de unos italianos piamonteses a unos italianos de Roma, como es el caso de Aborym. A fines de los noventas y principios del nuevo milenio, Aborym fueron de los pioneros del black metal industrial, combinando la frialdad invernal de uno con la frialdad robótica del otro, dando clásicos como Kali Yuga Bizarre y With No Human Intervention. Pero en 2017, con la edición de Shifiting.negative, el grupo liderado por Malfeitor Fabban decidió darle un ajuste a su propuesta y quitarle todo elemento de black metal a su sonido, o directamente de metal: el resultado fue un disco que sonaba como descartes de Marilyn Manson o Nine Inch Nails.

Hostile continúa esta tendencia, pero incluso con peores resultados. Los beats suenan como hechos con los settings básicos de FL Studio, la producción parece haber sido manejada por un algoritmo (incluso un disco con un nombre como “Sin Intervención Humana” sonaba más humano que esto) y las canciones son más aburridas que ver la pintura secarse. Si las bandas de “cyber metal” parecen querer representar un futuro dominado por las máquinas, Hostile termina representando el peor de esos futuros, pero no creo que ese fuera el plan del grupo.

4. Atreyu – Baptize

Voy a admitir que no soy, no fui y lo más seguro es que nunca seré fan de Atreyu. La ola de grupos del metalcore de la década del 2000 tuvo sus bandas interesantes, tal vez más que las que muchos le dan crédito, pero Atreyu nunca me parecieron una de ellas. Que encima estos californianos fueran de los conjuntos que poco a poco fueron cambiando desde ese sonido a ese hard rock que tanto le da de comer a las radios estadounidenses y a los consumidores de Monster Energy no cambió nada, o incluso empeoró mi opinión sobre ellos.

Es por eso que no pensaba ponerme a escuchar este disco. Pero el hecho de ser el primer disco sin su cantante histórico Alex Varkatzas hizo que me ganara el morbo, así que lo escuché y ahora considero que sólo tres bandas tuvieron lanzamientos peores este año.

Sé que la banda tiene sus fans rabiosos y que habrá un porcentaje importante de ellos que encontrarán algo que les guste a lo largo de sus quince canciones, pero en mi caso se me hace muy complicado distinguirlas entre ellas, porque poco a poco se van volviendo ruido blanco. Tal vez “Untouchable”, “Oblivion” y “Warrior” resaltan un poco más a primera oída, pero sólo porque tienen de invitados a Jacoby Shaddix (Papa Roach), Matt Heafy (Trivium) y Travis Barker (Blink-182) como invitados, respectivamente. Esto no las hace mejores, siendo que “Warrior” es una de las grabaciones más genéricas que haya escuchado en este año y la participación de Barker no aporta absolutamente nada a este track de stock de entrada de la WWE o de compilado de partidas de Call of Duty.

3. Architects – For Those That Wish To Exist

Los ingleses Architects se había logrado posicionar en la última década como una de las bandas de metalcore más interesantes, con elementos de post hardcore y hasta de djent en su sonido. Su último álbum Holy Hell (2018) había sido uno de sus mejores, pero habiendo sido inspirado por la muerte del guitarrista Tom Searle no me sorprende que este quinteto decidiera cambiar algunas cosas en su sonido: la muerte no es una idea que se pueda tener presente por mucho tiempo sin que te termine afectando.

Lamentablemente, For Those That Wish To Exist es un fracaso artístico. Ya dejando el metalcore y el post hardcore muy atrás, este nuevo álbum de los ingleses es un experimento de rock y metal alternativo aburrido y sobreproducido, por momentos sonando como una versión pesada de Imagine Dragons o el peor Coldplay. El autotune es tan obvio que le quita cualquier rastro de humanidad a las voces, y la acumulación de sonidos orquestados hacen que Epica o Rhapsody of Fire parezcan sutiles, pero al menos en el caso de esos grupos sinfónicos tratarían de sonar bien, a diferencia de lo hecho por Architects en este álbum. Y ciertamente es una de las peores maniobras que haya hecho una banda antes respetada en los últimos años.

2. Psycho Synner

Lo más seguro es que se estén preguntando por qué no incluí un disco a la derecha de la banda. Pero créanme que no es ningún error, porque estoy incluyendo todo lo que hizo esta banda este año.

Puede que conozcan a Jeremy Spencer, quien fuera baterista de los rockeros pesados estadounidenses Five Finger Death Punch. Spencer se fue del grupo en 2018 por sus lesiones en la espalda, y luego de capacitarse como oficial de policía de reserva en el estado de Indiana, el baterista comenzó su carrera solista con Psychosexual, grupo donde se encargaría sólo de las voces y donde adoptó el nombre de “Devil Daddy”.

Se puede argumentar que el prejuicio en contra de todo lo relacionado con FFDP pueda haber ayudado a esto, pero creo que su debut Torch The Faith, de 2020, es una de las peores cosas que haya escuchado en mi vida, y ciertamente de los peores discos de rock industrial con los que me haya encontrado. La internet y los críticos estuvieron de acuerdo, y el álbum fue destruido por todos lados, no sólo por lo mal que sonaban las canciones sino también por las letras y la estética ridícula de Psychosexual.

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Tal vez para hacer borrón y cuenta nueva, Spencer rebautizó al proyecto como Psycho Synner a su personaje como “Grym Synner”, y decidió editar no uno, no dos, sino nueve álbumes en noviembre de 2021. Y habiendo escuchado todos y cada uno de ellos, no podría decidirme: elegir uno implicaría que el resto tienen algo mejor, y eso es imposible de decir. Todos están producidos por un sordo, Spencer es un cantante espantoso y los beats electrónicos parecen hechos por alguien sin la más mínima experiencia, algo que llama la atención siendo que el líder fue baterista de una banda importante durante casi década y media. Aunque haya discos peores a lo largo de la historia, no creo que alguien haya sacado tanta música horrible al mismo tiempo como Psycho Synner durante esos días.

1. Tougher Than Nails – Delusional Blasphemies Destroyed

Estoy muy seguro de que no tendrán ni idea de quién diablos es Tougher Than Nails, y tiene sentido: no sólo es la banda más desconocida de todos los grupos o artistas de esta lista, sino que creo que la gente detrás del mismo no quiere que se los recuerde.

TTN es un proyecto llevado adelante por el multi instrumentista Mark-David Palmer, que tiene la particularidad de ser una banda de brutal death metal cristiano. Yo no tengo problema con las bandas cristianas (incluso tengo dos remeras de los cristianos argentinos Boanerges), así que el LP debut de TTN no entra acá por sus ideas religiosas.

A diferencia de muchos otros grupos de rock cristiano, que parecen buscar más la adoración de Dios o las enseñanzas relacionadas con la religión, TTN adopta una posición abiertamente hostil en sus letras, algo que se hace muy obvio cuando vemos que en la tapa hay un caballero esqueleto cristiano derrotando a la comunidad LGBT, al Islam, a Planned Parenthood y al parecer a la pornografía.

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Si fuera sólo por eso lo más seguro es que nunca hubiera escuchado el álbum, pero las descripciones de “atonal”, “inescuchable”, “horrible” y demás fueron demasiado como para dejarlo pasar. Y si, estamos hablando de uno de los peores discos que cualquier persona vaya a escuchar en su vida: la producción es un atentado a los oídos, los sonidos sintetizados son espantosos, la batería parece haber sido grabada con un celular directamente desde el FL Studio y da la sensación de que hubiera grabado todo, hubiera puesto el MP3 en un editor de audio y le hubiera subido el volumen a través de ese programa. Es un disco que parece hecho por una persona que recién se enteró de lo que es la música, y que todavía no se enteró cómo se mezcla la música.

¿Cómo se podría llamar esto? ¿”Jumpscare metal”? ¿”Earrape metal”? ¿Metal para tener tinnitus? Ni idea, pero escuchar este álbum, decidir que nada podía ser peor y ver que desapareciera casi completamente de la Internet, seguramente por decisión de la gente detrás, fue suficiente para ponerlo en lo más alto de esta lista: es un disco tan malo, que hasta sus músicos quieren que desaparezca de la faz de la tierra.

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Creo que, a menos que uno sea de esas personas que quieran indignarse, nadie busca activamente música como para criticar negativamente. E incluso al momento de escribir reseñas, siempre está la idea de destacar lo positivo, por más negativo que el texto termine siendo. Sin embargo, está muy claro que cada año se edita una cantidad enorme de lanzamientos mediocres, por la misma naturaleza de cualquier industria del entretenimiento.

Es así que en esta lista vamos a repasar los diez peores lanzamientos del año. No nos vamos a limitar al heavy metal, y la vara que usaré para definir a un álbum como uno de los peores de los 365 días del 2021 será mi propia y subjetiva opinión. Aunque mencione en algunos casos problemas con la producción, cambios de estilo que no resultan o incluso alguna que otra consideración moral, en todos los casos está más que implícito que lo que no resultan son las canciones en si.

Y si no les gusta la negatividad de la lista o simplemente quieren ver qué me pareció lo mejor, pueden revisar mi Top 10 de los mejores álbumes del 2021 acá.

10. Running Wild – Blood on Blood

No saben lo que me duele poner el nuevo disco de los piratas alemanes en esta lista. Lo pensé un largo rato, debatiéndome si de verdad se merecía terminar en esta lista, y la verdad es que llegué un punto donde me di cuenta que se lo merecía, porque pocos discos se hicieron más difíciles de escuchar sin tener la decencia de al menos poder llamarlos “experimentales”.

Si nos limitamos sólo a las canciones, Blood on Blood es un disco de mitad de tabla de Running Wild: algunas canciones mejores, otras peores, pero nunca de verdad destacándose más allá de música de fondo para ir en el auto o en la moto. Ciertamente no es el primer disco de la banda de Rolf Kasparek que se puede describir de esta manera, y hay pecados mucho peores que se pueden cometer, como veremos más adelante.

Sin embargo, lo que termina matando a Blood on Blood es la producción, que no se sabe si está intentando sonar retro o simplemente es así de mala. Hay muchas bandas de heavy metal retro que buscaron, y lograron, traer de vuelta el sonido de las baterías con reverb al siglo XXI, pero en este disco Running Wild lo único que logran es recordarle a la gente por qué ese sonido se dejó de usar. Pocas cosas son peores que la nostalgia que nos termina recordando por qué es mejor dejar ciertas cosas atrás, y Blood on Blood lo demuestra.

9. Yes – The Quest

Ya escribí una reseña de este disco, pero releyéndola no creo que haya logrado capturar la experiencia miserable que fue escuchar el disco Nº21 de las otroras leyendas progresivas.

El primero sin el bajista, líder y único miembro constante Chris Squire, The Quest debía demostrar que los miembros actuales de Yes tenían la habilidad como para continuar el legado de una banda que ninguno de ellos había fundado. Y escuchando The Quest, creo que se demostró que ese no es el caso, o al menos no si van a estar componiendo de esta manera.

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Yo no sé qué lleva a Steve Howe y compañía a componer música tan objetivamente aburrida. Decirle “rock progresivo” a lo hecho en este disco es bastante engañoso, siendo que todas las canciones parecen ir a la misma velocidad y son tan suaves e intrascendentes que el oído a veces parece tener problemas para interpretarlas como música. Y miren que no tengo problema con escuchar muchos discos de rock suave, pero esto está mucho más cerca de ser música de ascensor que eso. 

No quería tener que usar el término “música de geriátrico”, porque no quería que quedara como que no me gusta la música por la edad de sus músicos, pero no encuentro una mejor manera de definirlo: casi 70 minutos de música para poner de fondo mientras se juegan a las bochas. Pero cuando tenés músicos de la misma edad poniendo energía en sus canciones, entonces Yes no tienen ninguna excusa para hacer algo así.

8. Tony Kaye – End of Innocence

El 2021 no fue un buen año para Yes, y eso se extendió a excolaboradores de la banda inglesa, como es el caso de Tony Kaye. Para los que no lo tengan tan presente, él sirvió como tecladista entre 1968 y 1971, para luego volver entre 1983 y 1995. Aunque no tenía la pirotecnia detrás de las teclas de Rick Wakeman, siempre asumí que se lo tenía en gran estima entre los fans de Yes.

Instalado en Estados Unidos desde hace un tiempo largo, Kaye también tuvo participaciones más cortas en otras bandas, además de trabajo tanto en vivo como de sesión. Sin embargo, y a diferencia de Wakeman, Kaye decidió retrasar su debut como solista un largo tiempo, recién editando su primer LP End of Innocence el 10 de septiembre, a los 76 años.

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Pero End of Innocence termina siendo algo peor que una mala interpretación de un hecho traumático: es un disco extremadamente aburrido. Devaneos de teclados, sonidos ambientales, de vez en cuando metiendo voces femeninas y hasta voces masculinas que se pueden describir como “vagamente arábigas”, este debut de Kaye parece más un rejunte de demos que un disco hecho y derecho. Y no me refiero a “canciones demo”, sino a fragmentos inconexos grabados en el momento, como para guardar ideas a futuro, algo que sinceramente me recuerda mucho al horrible The Endless River, el último disco oficial de Pink Floyd, que también era un rejunte de tracks ambientales por parte de una leyenda progresiva. Y que encima dure nada menos que 73 minutos no ayuda a esto.

7. Tom Morello – The Atlas Underground Fire

Recontextualizando una frase que usé para hablar acerca de Yes (que originalmente pensé para el disco del que hablaré ahora), no entiendo qué lleva a Tom Morello a hacer música tan fea.

En 2018, el guitarrista de Rage Against The Machine debutó como solista bajo su propio nombre con The Atlas Underground, un proyecto donde Morello mezclaría sus sonidos alienígenas característicos detrás de las seis cuerdas con una variedad de cantantes invitados y elementos de música electrónica, como el dubstep o el trap. A riesgo de sonar exagerado, The Atlas Underground se terminó convirtiendo en una de las peores cosas que haya escuchado, y que para el sucesor The Atlas Underground Fire el músico decidiera repetir la apuesta es una muy mala señal.

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No tengo problema con la música electrónica, el trap, el dubstep ni ninguno de esos estilos: estamos en el 2022, y enojarse con un género musical quedó muy pasado de moda. Y tampoco tengo problema con fusionar estos estilos con el rock, pero si hay una manera de hacerlo no creo que la estrategia de Tom Morello sea la indicada.

Con excepción de “The War Inside”, grabada junto al músico country Chris Stapleton y que de todas maneras suena como música de los créditos de alguna serie símil Supernatural, y la horrible versión de “Highway to Hell” junto a Bruce Springsteen, TAUF parece música de menú de un juego de FIFA: sonidos artificiales, simples, repetitivos, como para poner de fondo mientras elegís a tus jugadores. Si hay alguna intención política detrás de todo esto, es imposible decirlo: todo el álbum suena como la comercialización de la estética revolucionaria de la que tantas veces se acusa a RATM, pero sin tener la decencia de sonar entretenidos.

Igual lo peor está al final con “On The Shore of Eternity”, que parece un mal remix de sí mismo con ese loop de batería sobre el que Morello mete sus sonidos de guitarra. Parecía que nunca terminaba, y cuando me fijé que duraba casi nueve minutos, me di cuenta de que parecía que Morello no quería que terminara.

6. Ultra-Violence – Beyond EP

Puede parecer una trampa que meta un EP en esta lista, pero tengo mis razones. La primera es que dura 42 minutos, por lo que es más largo que la enorme mayoría de los EPs y hasta más largo que varios LPs incluidos acá. Y la segunda es lo que este lanzamiento representa.

Para los que no los conocieran, Ultra-Violence era un cuarteto de thrash metal que estaba firmemente emplazado en el revival del género de la década del 2000. Aunque para el momento en que la banda se formó este movimiento le quedaba poco, personalmente creo que estos piamonteses tenían lo suyo para el que simplemente buscara riffs para romperse el cuello, baterías a mil por hora y hasta algo de sentido del humor, al menos el suficiente como para meter un cover de “Money for Nothing” de Dire Straits en su tercer álbum Operation Misdirection de 2018.

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Las cinco canciones del EP, a las que hay que sumarles las versiones orquestales e instrumentales, deambulan entre sonar como descartes de los últimos álbumes de Bring Me The Horizon o como descartes de Linkin Park. “The End” suena como algo que Bennington, Shinoda y compañía habrían tirado a la basura por sonar demasiado adolescente en el 2003, y “The Silence” parece una de esas canciones genéricas que plagan las radios de rock de Estados Unidos y que terminan siendo indistinguibles entre toda la marea. Y “genérico” es el término que termina definiendo a este EP, que suena como un seleccionado de tracks cuyo único fin es alimentar las playlists de “ROCK MODERNO” de Spotify y nada más.

5. Aborym – Hostile

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Hostile continúa esta tendencia, pero incluso con peores resultados. Los beats suenan como hechos con los settings básicos de FL Studio, la producción parece haber sido manejada por un algoritmo (incluso un disco con un nombre como “Sin Intervención Humana” sonaba más humano que esto) y las canciones son más aburridas que ver la pintura secarse. Si las bandas de “cyber metal” parecen querer representar un futuro dominado por las máquinas, Hostile termina representando el peor de esos futuros, pero no creo que ese fuera el plan del grupo.

4. Atreyu – Baptize

Voy a admitir que no soy, no fui y lo más seguro es que nunca seré fan de Atreyu. La ola de grupos del metalcore de la década del 2000 tuvo sus bandas interesantes, tal vez más que las que muchos le dan crédito, pero Atreyu nunca me parecieron una de ellas. Que encima estos californianos fueran de los conjuntos que poco a poco fueron cambiando desde ese sonido a ese hard rock que tanto le da de comer a las radios estadounidenses y a los consumidores de Monster Energy no cambió nada, o incluso empeoró mi opinión sobre ellos.

Es por eso que no pensaba ponerme a escuchar este disco. Pero el hecho de ser el primer disco sin su cantante histórico Alex Varkatzas hizo que me ganara el morbo, así que lo escuché y ahora considero que sólo tres bandas tuvieron lanzamientos peores este año.

Sé que la banda tiene sus fans rabiosos y que habrá un porcentaje importante de ellos que encontrarán algo que les guste a lo largo de sus quince canciones, pero en mi caso se me hace muy complicado distinguirlas entre ellas, porque poco a poco se van volviendo ruido blanco. Tal vez “Untouchable”, “Oblivion” y “Warrior” resaltan un poco más a primera oída, pero sólo porque tienen de invitados a Jacoby Shaddix (Papa Roach), Matt Heafy (Trivium) y Travis Barker (Blink-182) como invitados, respectivamente. Esto no las hace mejores, siendo que “Warrior” es una de las grabaciones más genéricas que haya escuchado en este año y la participación de Barker no aporta absolutamente nada a este track de stock de entrada de la WWE o de compilado de partidas de Call of Duty.

3. Architects – For Those That Wish To Exist

Los ingleses Architects se había logrado posicionar en la última década como una de las bandas de metalcore más interesantes, con elementos de post hardcore y hasta de djent en su sonido. Su último álbum Holy Hell (2018) había sido uno de sus mejores, pero habiendo sido inspirado por la muerte del guitarrista Tom Searle no me sorprende que este quinteto decidiera cambiar algunas cosas en su sonido: la muerte no es una idea que se pueda tener presente por mucho tiempo sin que te termine afectando.

Lamentablemente, For Those That Wish To Exist es un fracaso artístico. Ya dejando el metalcore y el post hardcore muy atrás, este nuevo álbum de los ingleses es un experimento de rock y metal alternativo aburrido y sobreproducido, por momentos sonando como una versión pesada de Imagine Dragons o el peor Coldplay. El autotune es tan obvio que le quita cualquier rastro de humanidad a las voces, y la acumulación de sonidos orquestados hacen que Epica o Rhapsody of Fire parezcan sutiles, pero al menos en el caso de esos grupos sinfónicos tratarían de sonar bien, a diferencia de lo hecho por Architects en este álbum. Y ciertamente es una de las peores maniobras que haya hecho una banda antes respetada en los últimos años.

2. Psycho Synner

Lo más seguro es que se estén preguntando por qué no incluí un disco a la derecha de la banda. Pero créanme que no es ningún error, porque estoy incluyendo todo lo que hizo esta banda este año.

Puede que conozcan a Jeremy Spencer, quien fuera baterista de los rockeros pesados estadounidenses Five Finger Death Punch. Spencer se fue del grupo en 2018 por sus lesiones en la espalda, y luego de capacitarse como oficial de policía de reserva en el estado de Indiana, el baterista comenzó su carrera solista con Psychosexual, grupo donde se encargaría sólo de las voces y donde adoptó el nombre de “Devil Daddy”.

Se puede argumentar que el prejuicio en contra de todo lo relacionado con FFDP pueda haber ayudado a esto, pero creo que su debut Torch The Faith, de 2020, es una de las peores cosas que haya escuchado en mi vida, y ciertamente de los peores discos de rock industrial con los que me haya encontrado. La internet y los críticos estuvieron de acuerdo, y el álbum fue destruido por todos lados, no sólo por lo mal que sonaban las canciones sino también por las letras y la estética ridícula de Psychosexual.

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Tal vez para hacer borrón y cuenta nueva, Spencer rebautizó al proyecto como Psycho Synner a su personaje como “Grym Synner”, y decidió editar no uno, no dos, sino nueve álbumes en noviembre de 2021. Y habiendo escuchado todos y cada uno de ellos, no podría decidirme: elegir uno implicaría que el resto tienen algo mejor, y eso es imposible de decir. Todos están producidos por un sordo, Spencer es un cantante espantoso y los beats electrónicos parecen hechos por alguien sin la más mínima experiencia, algo que llama la atención siendo que el líder fue baterista de una banda importante durante casi década y media. Aunque haya discos peores a lo largo de la historia, no creo que alguien haya sacado tanta música horrible al mismo tiempo como Psycho Synner durante esos días.

1. Tougher Than Nails – Delusional Blasphemies Destroyed

Estoy muy seguro de que no tendrán ni idea de quién diablos es Tougher Than Nails, y tiene sentido: no sólo es la banda más desconocida de todos los grupos o artistas de esta lista, sino que creo que la gente detrás del mismo no quiere que se los recuerde.

TTN es un proyecto llevado adelante por el multi instrumentista Mark-David Palmer, que tiene la particularidad de ser una banda de brutal death metal cristiano. Yo no tengo problema con las bandas cristianas (incluso tengo dos remeras de los cristianos argentinos Boanerges), así que el LP debut de TTN no entra acá por sus ideas religiosas.

A diferencia de muchos otros grupos de rock cristiano, que parecen buscar más la adoración de Dios o las enseñanzas relacionadas con la religión, TTN adopta una posición abiertamente hostil en sus letras, algo que se hace muy obvio cuando vemos que en la tapa hay un caballero esqueleto cristiano derrotando a la comunidad LGBT, al Islam, a Planned Parenthood y al parecer a la pornografía.

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Si fuera sólo por eso lo más seguro es que nunca hubiera escuchado el álbum, pero las descripciones de “atonal”, “inescuchable”, “horrible” y demás fueron demasiado como para dejarlo pasar. Y si, estamos hablando de uno de los peores discos que cualquier persona vaya a escuchar en su vida: la producción es un atentado a los oídos, los sonidos sintetizados son espantosos, la batería parece haber sido grabada con un celular directamente desde el FL Studio y da la sensación de que hubiera grabado todo, hubiera puesto el MP3 en un editor de audio y le hubiera subido el volumen a través de ese programa. Es un disco que parece hecho por una persona que recién se enteró de lo que es la música, y que todavía no se enteró cómo se mezcla la música.

¿Cómo se podría llamar esto? ¿”Jumpscare metal”? ¿”Earrape metal”? ¿Metal para tener tinnitus? Ni idea, pero escuchar este álbum, decidir que nada podía ser peor y ver que desapareciera casi completamente de la Internet, seguramente por decisión de la gente detrás, fue suficiente para ponerlo en lo más alto de esta lista: es un disco tan malo, que hasta sus músicos quieren que desaparezca de la faz de la tierra.

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