Cuando uno se calza un instrumento y se junta con otros locos para formar una banda, lo más seguro es que piense en apuntar alto, tal vez soñar despierto acerca de tocar frente a multitudes que coreen sus canciones durante décadas. Claro que muy pocos logran llegar a ese nivel, y si encima hablamos del heavy metal las bandas que lograron ese estatus se cuentan con los dedos. Pero ser un artista de culto, aquel que no tocará en estadios pero que los pocos que los escucharon los tienen en un pedestal bien alto en el género, tiene su mérito importante. Es ahí donde entran los estadounidenses Whiplash.
Liderados por el cantante y guitarrista Tony Portaro, el trío lanzó su legendario debut en Power and Pain en 1986, seguido por los respetables Ticket to Mayhem (1987) e Insult to Injury (1989), separándose con la llegada de la nueva década. Hubo un intento de reunir a la banda en un nuevo formato noventero, editando el groovero Cult of One en 1996 y el rockero Sit Stand Kneel Prey en 1997, cuyo fracaso los tuvo volviendo a su sonido clásico con él explícitamente titulado Thrashback en 1998, antes de volver a separarse justo antes que comenzara la siguiente década.
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Tras su regreso en 2007 y con excepción del lanzamiento de Unborn Again en el 2009, el grupo se ha contentado con su puesto de leyendas vivas del metal underground de los ochentas, dando recitales y giras a caballito de su legado de décadas pasadas. ¿Conformismo? Puede que sí, pero no creo que la gente de Buenos Aires que se acumuló en Uniclub para verlos en su gira Power and Warfare se vaya a quejar de ver a uno de los nombres insignia, al momento de hablar de thrash vieja escuela, reviviendo sus clásicos para adeptos al mosh un miércoles a mitad de semana.
Por cuestiones laborales no pude ver a los dos primeros teloneros, Feel the Knife y Pucará, en una fecha bastante cargada de bandas. A quienes sí pude ver fue a Frantic, cuarteto porteño con un seguimiento importante, a juzgar por la respuesta del público a cada una de sus canciones. Con la curiosa configuración de tener al baterista Gabriel Alfaro ocupando también el puesto de cantante a lo Exciter, el grupo desata una tormenta de thrash metal como para quebrar cada cráneo que se nos cruce y cada gamba que ose hacernos frente en el mosh que se desató en el medio del campo, acompañado por un sonido muy bueno para el estándar de las bandas teloneras.
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El grupo llevó a cabo un set brutal pudiendo incluso darle debut a la canción “Heavy Methrash”, que va a dar nombre a su LP debut, y dedicarle aplausos a la producción y a su bajista Kevin Martínez, quien recién llegó el año pasado pero fue quien hizo posible la fecha. Lo de Frantic bien podría haber sido un recital en sí mismo, así que recomiendo prestarles atención porque el cuarteto tiene las cosas bien claras a futuro.
Comparados con el tremendo recibimiento que tuvo Frantic, Perpetual Warfare la tuvieron un poco más complicada, aunque 99% de esto se puede deber a que el cuarteto jugaba de visitante. Pero los colombianos, que fueron los elegidos por Whiplash para acompañarlos durante la gira, también tienen lo suyo: aunque menos dados a la diversión por la diversión misma y más a las declaraciones sobre su odio a la religión y demás tópicos, la banda sigue dando para la tormenta de riffs, con “Muerto en Pogo” dejando a muchos adoloridos y dándole crédito al título de la canción. No tenemos muchas visitas de bandas colombianas, así que esta fue una gran oportunidad, y Perpetual Warfare dieron el soundtrack perfecto.
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Whiplash volvían a los escenarios argentinos a once años de su debut en Asbury y su segunda visita comenzó con cero fanfarria, con el telón de Uniclub abriéndose y la banda ni siquiera comenzando de inmediato, viendo a la gente por unos segundos y dando inicio a “Last Man Alive”. Los metaleros de remeras de Slayer, D.R.I y Annihilator dieron comienzo al pogo apenas se dio la primera nota, pero apenas Tony Portaro se acercó al micrófono pudimos ver que su boca se movía pero no podíamos escuchar nada, y fue así que pasaron varios largos segundos hasta que se arregló el problema, ya pudiendo escuchar su vozarrón gritón.
La formación actual de Whiplash, aparte de Tony Portaro, tiene a Charlie Zeleny en la batería y a Will Winton ocupando el puesto de bajista en vivo de Dank DeLong. Y a primera vista los oriundos de Nueva Jersey no parecen una banda de thrash o que siquiera pertenezcan a la misma banda, con la cresta punk de Zeleny, la bandana y bigote sureños de Winton y el look medio Willie Nelson de Portaro, pero es innegable que apenas arrancan a tocar se nota que tienen el metal en la sangre, siguiendo la noche con “Killing on Monroe Street” y “The Burning of Atlanta”. En algún momento una remera de la Selección terminó colgando de uno de los parlantes detrás de Winton.
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Portaro tiene el manual de la demagogia rockera bien estudiado, pero no se siente forzado o que simplemente parezca querer “agradarle a los pibes”: es una alegría honesta como si fuera un abuelo thrashero, como mostró las varias veces que se puso a grabar al público para subirlo a Facebook con el celular, o el reparto de CDs entre las primeras filas del público antes de comenzar con “Insult To Injury”.
Antes mencioné que Unborn Again es el último material nuevo de Whiplash, y eso es cierto en el sentido de ser el último disco que sacaron hasta el momento. Sin embargo, en 2013 el grupo sacó el single “Sword Meet Skull, Skull Meet Sword”, que es hasta ahora la canción nueva más reciente, y esa fue con la que siguieron la carnicería, en este caso con Winton encargándose de gran parte del canto, dándole un poco de descanso a Portaro, a quien los años parecen haberlo dejado con una voz constantemente ronca.
Tras un solo de batería por parte de Zeleny tuvimos la seguidilla de “Walk the Plank”, “This” y el himno “Stage Dive”, que tuvo a varios subiendo al escenario para tirarse de vuelta al público y rendir tributo al mensaje de la canción. Tras más fotos y videos por parte de Portaro, “Red Bomb” y “Spit on Your Grave” continuaron la masacre, y ya para el final dejaron el clasicazo “Power Thrashing Death”, con el cantante dándole literalmente el micrófono al público que estos cantaran, un gran gesto aunque fuera una cacofonía de voces en un inglés mal articulado.
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La visita terminó con los músicos sacándose fotos con el público de fondo y Winton no sólo poniéndose la camiseta sobre los parlantes, con los gritos y aplausos de la gente, sino también con el bajista quedándose a charlar con varios de los presentes mientras otros se encaminaban ya para salir a Guardia Vieja e irse a sus casas, porque al día siguiente había que trabajar.
El grupo sacó sólo un álbum en el siglo XXI y no incluyó ninguna de sus canciones en el set, centrándose en sus lanzamientos thrasheros de los ochentas y noventas (o sea, todos menos Cult of One y Sit Stand Kneel Prey), por lo que con excepción de ese single solitario de 2015 todo su repertorio en vivo tiene 25 años, la mayor parte 30 o más. Pero a esta altura Whiplash simplemente busca dar una gran presentación, una fiesta thrashera donde todos se puedan sentir bien. Así que si va a vivir del legado de décadas atrás, creo que lo de Whiplash es extremadamente aceptable, tocando esas canciones con toda la potencia que merecen. Alrededor de 50 minutos de recital apenas, pero 50 minutos extremadamente divertidos.
Fotografías por Fernando Serani, gentileza Metal Eye Witness
Cuando uno se calza un instrumento y se junta con otros locos para formar una banda, lo más seguro es que piense en apuntar alto, tal vez soñar despierto acerca de tocar frente a multitudes que coreen sus canciones durante décadas. Claro que muy pocos logran llegar a ese nivel, y si encima hablamos del heavy metal las bandas que lograron ese estatus se cuentan con los dedos. Pero ser un artista de culto, aquel que no tocará en estadios pero que los pocos que los escucharon los tienen en un pedestal bien alto en el género, tiene su mérito importante. Es ahí donde entran los estadounidenses Whiplash.
Liderados por el cantante y guitarrista Tony Portaro, el trío lanzó su legendario debut en Power and Pain en 1986, seguido por los respetables Ticket to Mayhem (1987) e Insult to Injury (1989), separándose con la llegada de la nueva década. Hubo un intento de reunir a la banda en un nuevo formato noventero, editando el groovero Cult of One en 1996 y el rockero Sit Stand Kneel Prey en 1997, cuyo fracaso los tuvo volviendo a su sonido clásico con él explícitamente titulado Thrashback en 1998, antes de volver a separarse justo antes que comenzara la siguiente década.
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Tras su regreso en 2007 y con excepción del lanzamiento de Unborn Again en el 2009, el grupo se ha contentado con su puesto de leyendas vivas del metal underground de los ochentas, dando recitales y giras a caballito de su legado de décadas pasadas. ¿Conformismo? Puede que sí, pero no creo que la gente de Buenos Aires que se acumuló en Uniclub para verlos en su gira Power and Warfare se vaya a quejar de ver a uno de los nombres insignia, al momento de hablar de thrash vieja escuela, reviviendo sus clásicos para adeptos al mosh un miércoles a mitad de semana.
Por cuestiones laborales no pude ver a los dos primeros teloneros, Feel the Knife y Pucará, en una fecha bastante cargada de bandas. A quienes sí pude ver fue a Frantic, cuarteto porteño con un seguimiento importante, a juzgar por la respuesta del público a cada una de sus canciones. Con la curiosa configuración de tener al baterista Gabriel Alfaro ocupando también el puesto de cantante a lo Exciter, el grupo desata una tormenta de thrash metal como para quebrar cada cráneo que se nos cruce y cada gamba que ose hacernos frente en el mosh que se desató en el medio del campo, acompañado por un sonido muy bueno para el estándar de las bandas teloneras.
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El grupo llevó a cabo un set brutal pudiendo incluso darle debut a la canción “Heavy Methrash”, que va a dar nombre a su LP debut, y dedicarle aplausos a la producción y a su bajista Kevin Martínez, quien recién llegó el año pasado pero fue quien hizo posible la fecha. Lo de Frantic bien podría haber sido un recital en sí mismo, así que recomiendo prestarles atención porque el cuarteto tiene las cosas bien claras a futuro.
Comparados con el tremendo recibimiento que tuvo Frantic, Perpetual Warfare la tuvieron un poco más complicada, aunque 99% de esto se puede deber a que el cuarteto jugaba de visitante. Pero los colombianos, que fueron los elegidos por Whiplash para acompañarlos durante la gira, también tienen lo suyo: aunque menos dados a la diversión por la diversión misma y más a las declaraciones sobre su odio a la religión y demás tópicos, la banda sigue dando para la tormenta de riffs, con “Muerto en Pogo” dejando a muchos adoloridos y dándole crédito al título de la canción. No tenemos muchas visitas de bandas colombianas, así que esta fue una gran oportunidad, y Perpetual Warfare dieron el soundtrack perfecto.
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Whiplash volvían a los escenarios argentinos a once años de su debut en Asbury y su segunda visita comenzó con cero fanfarria, con el telón de Uniclub abriéndose y la banda ni siquiera comenzando de inmediato, viendo a la gente por unos segundos y dando inicio a “Last Man Alive”. Los metaleros de remeras de Slayer, D.R.I y Annihilator dieron comienzo al pogo apenas se dio la primera nota, pero apenas Tony Portaro se acercó al micrófono pudimos ver que su boca se movía pero no podíamos escuchar nada, y fue así que pasaron varios largos segundos hasta que se arregló el problema, ya pudiendo escuchar su vozarrón gritón.
La formación actual de Whiplash, aparte de Tony Portaro, tiene a Charlie Zeleny en la batería y a Will Winton ocupando el puesto de bajista en vivo de Dank DeLong. Y a primera vista los oriundos de Nueva Jersey no parecen una banda de thrash o que siquiera pertenezcan a la misma banda, con la cresta punk de Zeleny, la bandana y bigote sureños de Winton y el look medio Willie Nelson de Portaro, pero es innegable que apenas arrancan a tocar se nota que tienen el metal en la sangre, siguiendo la noche con “Killing on Monroe Street” y “The Burning of Atlanta”. En algún momento una remera de la Selección terminó colgando de uno de los parlantes detrás de Winton.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: John Kevill (Warbringer): “¿Cómo esperas apasionar a la gente si no te muestras apasionado?”
Portaro tiene el manual de la demagogia rockera bien estudiado, pero no se siente forzado o que simplemente parezca querer “agradarle a los pibes”: es una alegría honesta como si fuera un abuelo thrashero, como mostró las varias veces que se puso a grabar al público para subirlo a Facebook con el celular, o el reparto de CDs entre las primeras filas del público antes de comenzar con “Insult To Injury”.
Antes mencioné que Unborn Again es el último material nuevo de Whiplash, y eso es cierto en el sentido de ser el último disco que sacaron hasta el momento. Sin embargo, en 2013 el grupo sacó el single “Sword Meet Skull, Skull Meet Sword”, que es hasta ahora la canción nueva más reciente, y esa fue con la que siguieron la carnicería, en este caso con Winton encargándose de gran parte del canto, dándole un poco de descanso a Portaro, a quien los años parecen haberlo dejado con una voz constantemente ronca.
Tras un solo de batería por parte de Zeleny tuvimos la seguidilla de “Walk the Plank”, “This” y el himno “Stage Dive”, que tuvo a varios subiendo al escenario para tirarse de vuelta al público y rendir tributo al mensaje de la canción. Tras más fotos y videos por parte de Portaro, “Red Bomb” y “Spit on Your Grave” continuaron la masacre, y ya para el final dejaron el clasicazo “Power Thrashing Death”, con el cantante dándole literalmente el micrófono al público que estos cantaran, un gran gesto aunque fuera una cacofonía de voces en un inglés mal articulado.
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La visita terminó con los músicos sacándose fotos con el público de fondo y Winton no sólo poniéndose la camiseta sobre los parlantes, con los gritos y aplausos de la gente, sino también con el bajista quedándose a charlar con varios de los presentes mientras otros se encaminaban ya para salir a Guardia Vieja e irse a sus casas, porque al día siguiente había que trabajar.
El grupo sacó sólo un álbum en el siglo XXI y no incluyó ninguna de sus canciones en el set, centrándose en sus lanzamientos thrasheros de los ochentas y noventas (o sea, todos menos Cult of One y Sit Stand Kneel Prey), por lo que con excepción de ese single solitario de 2015 todo su repertorio en vivo tiene 25 años, la mayor parte 30 o más. Pero a esta altura Whiplash simplemente busca dar una gran presentación, una fiesta thrashera donde todos se puedan sentir bien. Así que si va a vivir del legado de décadas atrás, creo que lo de Whiplash es extremadamente aceptable, tocando esas canciones con toda la potencia que merecen. Alrededor de 50 minutos de recital apenas, pero 50 minutos extremadamente divertidos.