


Sabemos que nuestro querido metal tiene muchas variantes y subgéneros, muchos de los cuales surgen de la fusión con estilos alternativos que poco tienen que ver con nuestro género predilecto, como el post rock, el shoegaze, el jazz o la música experimental.
Esta amalgama musical dio origen a géneros como el Post Metal y permitió que estilos como el Doom Metal o el Black Metal traspasaran fronteras y exploraran nuevos horizontes. Esto, a su vez, impulsó la creación de circuitos y festivales alternativos donde participan bandas de estos estilos, junto con otros proyectos de música pesada, oscura y/o desafiante para el oyente.
El festival que nos convoca en esta ocasión es uno de los más destacados de este circuito: A Colossal Weekend, en la ciudad de Copenhague, con una trayectoria de 10 años. Este evento se lleva a cabo en VEGA, un complejo de salas ubicadas en la misma manzana. En esta edición se utilizaron tres escenarios: el más pequeño, Basement, con capacidad para 250 personas; Lille Vega, para 500 asistentes; y Store Vega, que puede albergar hasta 1500, aunque en esta oportunidad su aforo fue reducido a unas 900 personas aproximadamente.
La dinámica del festival es que los headliners se presentan en el salón principal sin solaparse con otros actos, mientras que, en los intervalos, hay dos shows simultáneos en los escenarios restantes, incentivando a recorrer todas las salas.
Iniciamos esta jornada de tres días con (0), un proyecto local de Post Metal con matices de Black en las voces y en los pasajes más intensos y veloces, además de una clara influencia progresiva, especialmente en la batería. La intención del grupo fue inducir un estado de trance en el oyente a través de la repetición y sonidos envolventes generados por las dos guitarras, siempre dentro de un tempo lento y absorbente.
En cuanto al aspecto visual, ofrecieron una puesta sencilla con un correcto manejo de luces. Tampoco intentaron crear una conexión directa con el público; su objetivo fue que la música transportara mentalmente al espectador. Tras una presentación de unos 50 minutos, abandonaron el escenario sin despedirse, pero llevándose una gran ovación.
Llegó el turno del primer plato fuerte de la noche: los neerlandeses Dool, con una propuesta que combina rock con doom. La figura central es la cantante y guitarrista Raven van Dorst, quien con mucha actitud anima el espectáculo, interactúa con el público y canta con una pasión notable. Su rol como guitarrista es secundario, aportando arreglos y punteos, dejando el protagonismo a los otros dos guitarristas. El resto de la banda se desempeña de manera sólida: bajo y batería construyen una base rítmica poderosa, mientras que las guitarras principales desarrollan los riffs, solos y un interesante contrapunto entre ellas. Todo esto acompañado por un excelente sonido, aunque con una escenografía escasa, un patrón repetido en las bandas que se presentaron en el escenario principal.
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El repertorio se centró en su último álbum, The Shape of Fluidity, del cual interpretaron seis canciones, mientras que sus dos discos anteriores estuvieron representados por Wolf Moon y Oweynagat, esta última como cierre. Después de un muy buen set de 45 minutos, los neerlandeses se tomaron unos momentos para saludar y agradecer al público, que los acompañó y aplaudió con entusiasmo.
Nos dirigimos a la sala Basement, de ambiente muy underground, para presenciar a Telepathy, banda de Post Metal instrumental con enfoque cinematográfico. Esto se refiere a que su música busca plantear escenas y desarrollarlas, como si musicalizaran un producto audiovisual.
Su actuación fue un viaje constante, alternando entre pasajes calmos o a medio tiempo y secciones más intensas donde la batería se imponía con fuerza. El guitarrista principal tuvo el papel más exigente, ya que debía manipular una amplia pedalera, siendo este el recurso clave para moldear el sonido de cada pieza. La interacción con el público fue casi inexistente, debido a la ausencia de vocalista, y a que el grupo apuesta por una comunicación puramente musical. Sin embargo, esto no impidió que obtuvieran una muy buena recepción por parte del público.
El segundo headliner de la noche fue Chat Pile, cuyos cuatro integrantes subieron al escenario con un look desenfadado, como si acabaran de salir de una fiesta. Arrancaron su show con una descarga de violencia sonora que desató el único mosh pit de la jornada. Su propuesta se podría definir como un hardcore ruidoso y frenético, aunque con frecuentes pasajes lentos que rozan el Sludge Metal.
La banda toma gran inspiración del cine y la literatura para sus letras, y entre canciones, el carismático vocalista Raygun Busch habló sobre cine danés y bromeó al respecto, generando una conexión muy cercana con el público. La estructura del concierto consistió en bloques de canciones seguidos por pausas para los comentarios del cantante. El sonido fue potente y nítido, destacando especialmente la guitarra, con sus ruidos extraños perfectamente audibles. La base rítmica también fue contundente y precisa, acompañando con soltura los frecuentes cambios de tempo. Interpretaron temas de sus dos discos sin dar prioridad a uno por sobre el otro, mostrando así todas las facetas de la banda.
Aunque el show fue bueno, hacia la segunda mitad se tornó algo repetitivo. No ofrecieron cambios de dinámica o elementos sorpresivos, lo que provocó cierto tedio. Sin embargo, esto pareció no afectar al grueso del público, que disfrutó la actuación en su totalidad.
Seguimos con el hardcore extremo en el tercer escenario, donde presenciamos a New Money, agrupación local de sonido extremadamente violento y estridente. Fue una presentación de no más de 35 minutos, marcada por una distorsión brutal y un volumen ensordecedor. Las canciones carecían de estructura definida, siendo una avalancha de violencia, gritos, riffs caóticos y una batería que, con potencia y precisión, amplificó ese caos. Con un público atónito y completamente arrollado, la banda abandonó el escenario cumpliendo su cometido.
Con la sala principal colmada y un ambiente oscuro y envolvente, los músicos de Oranssi Pazuzu tomaron posición para arrancar su concierto con “Bioalkemisti“, tema que abre su más reciente trabajo, Muuntautuja (2024). Desde ese impactante comienzo se hizo evidente que estábamos ante una banda única, con una identidad definida, para la cual la etiqueta de Black Metal resulta limitada.
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Su propuesta incluye una batería de estilo setentero, poco ligada al metal tradicional, que actúa como hilo conductor. Esta va acompañada por un sintetizador que, además de aportar sonidos abstractos, genera ritmos electrónicos. En cuanto al bajo, dependiendo de la canción, usaban uno tradicional, que aportaba bases progresivas o metaleras, o bien el mismo músico generaba los graves mediante un sintetizador. Los dos guitarristas se dividen el trabajo así: Jun-His, guitarrista principal y vocalista, se encarga de los arreglos clave y lidera la banda en los momentos más caóticos, entonando letras con una voz espeluznante. Ikon, por su parte, crea efectos y acoples moviéndose frenéticamente, como poseído, y en algunos momentos emplea un sampler, sumando aún más sonidos ambientales.
El sonido fue impecable, permitiendo apreciar todos los matices con claridad. El único punto débil, como ya había ocurrido antes, fue la puesta escénica: las luces eran genéricas y sin sincronía con la música. Con una iluminación más dinámica e inmersiva, el show ganaría mucho más. El repertorio se centró en el nuevo disco, pero incluyó también piezas de sus dos trabajos anteriores, lo cual fue muy bien recibido por el público. Tras 55 minutos de un viaje oscuro e hipnótico, los finlandeses se despidieron con lo que fue, sin dudas, el mejor concierto de la primera jornada.
Para cerrar el día, descendimos nuevamente al cálido sótano para ver a St Digue, cantante y tecladista acompañado por una guitarrista y un baterista. Su propuesta fue un rock gótico con pasajes intensos y otros más bailables. Aunque la voz sonaba algo baja, no opacó un espectáculo entretenido, entregado y con gran carisma por parte del vocalista, lo cual contagió al público, que se quedó hasta el final a pesar de la hora. Los dos músicos que lo acompañaban ofrecieron interpretaciones excelentes. El baterista supo adaptarse con soltura a los distintos climas de las canciones, desde ritmos bailables y poperos hasta momentos más agresivos.
Mención especial para la guitarrista Suo Fei, quien lideró musicalmente con maestría. Además de embellecer las canciones, se encargó de los riffs principales y aportó gran profundidad a las composiciones. Sin duda, una artista consagrada dentro de la escena local.
Así concluyó la primera jornada, con actuaciones memorables grabadas en nuestra mente. Era momento de descansar, ya que aún nos esperaban dos días extensos y prometedores por delante.
Foto portada: Adriana Zak
Etiquetas: A Colossal Weekend, Chat Pile, Copenaghue, Dinamarca, Dool, Festival, Metal, New Money, Oranssi Pazuzu, post, Telepathy


Sabemos que nuestro querido metal tiene muchas variantes y subgéneros, muchos de los cuales surgen de la fusión con estilos alternativos que poco tienen que ver con nuestro género predilecto, como el post rock, el shoegaze, el jazz o la música experimental.
Esta amalgama musical dio origen a géneros como el Post Metal y permitió que estilos como el Doom Metal o el Black Metal traspasaran fronteras y exploraran nuevos horizontes. Esto, a su vez, impulsó la creación de circuitos y festivales alternativos donde participan bandas de estos estilos, junto con otros proyectos de música pesada, oscura y/o desafiante para el oyente.
El festival que nos convoca en esta ocasión es uno de los más destacados de este circuito: A Colossal Weekend, en la ciudad de Copenhague, con una trayectoria de 10 años. Este evento se lleva a cabo en VEGA, un complejo de salas ubicadas en la misma manzana. En esta edición se utilizaron tres escenarios: el más pequeño, Basement, con capacidad para 250 personas; Lille Vega, para 500 asistentes; y Store Vega, que puede albergar hasta 1500, aunque en esta oportunidad su aforo fue reducido a unas 900 personas aproximadamente.
La dinámica del festival es que los headliners se presentan en el salón principal sin solaparse con otros actos, mientras que, en los intervalos, hay dos shows simultáneos en los escenarios restantes, incentivando a recorrer todas las salas.
Iniciamos esta jornada de tres días con (0), un proyecto local de Post Metal con matices de Black en las voces y en los pasajes más intensos y veloces, además de una clara influencia progresiva, especialmente en la batería. La intención del grupo fue inducir un estado de trance en el oyente a través de la repetición y sonidos envolventes generados por las dos guitarras, siempre dentro de un tempo lento y absorbente.
En cuanto al aspecto visual, ofrecieron una puesta sencilla con un correcto manejo de luces. Tampoco intentaron crear una conexión directa con el público; su objetivo fue que la música transportara mentalmente al espectador. Tras una presentación de unos 50 minutos, abandonaron el escenario sin despedirse, pero llevándose una gran ovación.
Llegó el turno del primer plato fuerte de la noche: los neerlandeses Dool, con una propuesta que combina rock con doom. La figura central es la cantante y guitarrista Raven van Dorst, quien con mucha actitud anima el espectáculo, interactúa con el público y canta con una pasión notable. Su rol como guitarrista es secundario, aportando arreglos y punteos, dejando el protagonismo a los otros dos guitarristas. El resto de la banda se desempeña de manera sólida: bajo y batería construyen una base rítmica poderosa, mientras que las guitarras principales desarrollan los riffs, solos y un interesante contrapunto entre ellas. Todo esto acompañado por un excelente sonido, aunque con una escenografía escasa, un patrón repetido en las bandas que se presentaron en el escenario principal.
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El repertorio se centró en su último álbum, The Shape of Fluidity, del cual interpretaron seis canciones, mientras que sus dos discos anteriores estuvieron representados por Wolf Moon y Oweynagat, esta última como cierre. Después de un muy buen set de 45 minutos, los neerlandeses se tomaron unos momentos para saludar y agradecer al público, que los acompañó y aplaudió con entusiasmo.
Nos dirigimos a la sala Basement, de ambiente muy underground, para presenciar a Telepathy, banda de Post Metal instrumental con enfoque cinematográfico. Esto se refiere a que su música busca plantear escenas y desarrollarlas, como si musicalizaran un producto audiovisual.
Su actuación fue un viaje constante, alternando entre pasajes calmos o a medio tiempo y secciones más intensas donde la batería se imponía con fuerza. El guitarrista principal tuvo el papel más exigente, ya que debía manipular una amplia pedalera, siendo este el recurso clave para moldear el sonido de cada pieza. La interacción con el público fue casi inexistente, debido a la ausencia de vocalista, y a que el grupo apuesta por una comunicación puramente musical. Sin embargo, esto no impidió que obtuvieran una muy buena recepción por parte del público.
El segundo headliner de la noche fue Chat Pile, cuyos cuatro integrantes subieron al escenario con un look desenfadado, como si acabaran de salir de una fiesta. Arrancaron su show con una descarga de violencia sonora que desató el único mosh pit de la jornada. Su propuesta se podría definir como un hardcore ruidoso y frenético, aunque con frecuentes pasajes lentos que rozan el Sludge Metal.
La banda toma gran inspiración del cine y la literatura para sus letras, y entre canciones, el carismático vocalista Raygun Busch habló sobre cine danés y bromeó al respecto, generando una conexión muy cercana con el público. La estructura del concierto consistió en bloques de canciones seguidos por pausas para los comentarios del cantante. El sonido fue potente y nítido, destacando especialmente la guitarra, con sus ruidos extraños perfectamente audibles. La base rítmica también fue contundente y precisa, acompañando con soltura los frecuentes cambios de tempo. Interpretaron temas de sus dos discos sin dar prioridad a uno por sobre el otro, mostrando así todas las facetas de la banda.
Aunque el show fue bueno, hacia la segunda mitad se tornó algo repetitivo. No ofrecieron cambios de dinámica o elementos sorpresivos, lo que provocó cierto tedio. Sin embargo, esto pareció no afectar al grueso del público, que disfrutó la actuación en su totalidad.
Seguimos con el hardcore extremo en el tercer escenario, donde presenciamos a New Money, agrupación local de sonido extremadamente violento y estridente. Fue una presentación de no más de 35 minutos, marcada por una distorsión brutal y un volumen ensordecedor. Las canciones carecían de estructura definida, siendo una avalancha de violencia, gritos, riffs caóticos y una batería que, con potencia y precisión, amplificó ese caos. Con un público atónito y completamente arrollado, la banda abandonó el escenario cumpliendo su cometido.
Con la sala principal colmada y un ambiente oscuro y envolvente, los músicos de Oranssi Pazuzu tomaron posición para arrancar su concierto con “Bioalkemisti“, tema que abre su más reciente trabajo, Muuntautuja (2024). Desde ese impactante comienzo se hizo evidente que estábamos ante una banda única, con una identidad definida, para la cual la etiqueta de Black Metal resulta limitada.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Roadburn Festival 2025 Día 1: “Una experiencia inabarcable”
Su propuesta incluye una batería de estilo setentero, poco ligada al metal tradicional, que actúa como hilo conductor. Esta va acompañada por un sintetizador que, además de aportar sonidos abstractos, genera ritmos electrónicos. En cuanto al bajo, dependiendo de la canción, usaban uno tradicional, que aportaba bases progresivas o metaleras, o bien el mismo músico generaba los graves mediante un sintetizador. Los dos guitarristas se dividen el trabajo así: Jun-His, guitarrista principal y vocalista, se encarga de los arreglos clave y lidera la banda en los momentos más caóticos, entonando letras con una voz espeluznante. Ikon, por su parte, crea efectos y acoples moviéndose frenéticamente, como poseído, y en algunos momentos emplea un sampler, sumando aún más sonidos ambientales.
El sonido fue impecable, permitiendo apreciar todos los matices con claridad. El único punto débil, como ya había ocurrido antes, fue la puesta escénica: las luces eran genéricas y sin sincronía con la música. Con una iluminación más dinámica e inmersiva, el show ganaría mucho más. El repertorio se centró en el nuevo disco, pero incluyó también piezas de sus dos trabajos anteriores, lo cual fue muy bien recibido por el público. Tras 55 minutos de un viaje oscuro e hipnótico, los finlandeses se despidieron con lo que fue, sin dudas, el mejor concierto de la primera jornada.
Para cerrar el día, descendimos nuevamente al cálido sótano para ver a St Digue, cantante y tecladista acompañado por una guitarrista y un baterista. Su propuesta fue un rock gótico con pasajes intensos y otros más bailables. Aunque la voz sonaba algo baja, no opacó un espectáculo entretenido, entregado y con gran carisma por parte del vocalista, lo cual contagió al público, que se quedó hasta el final a pesar de la hora. Los dos músicos que lo acompañaban ofrecieron interpretaciones excelentes. El baterista supo adaptarse con soltura a los distintos climas de las canciones, desde ritmos bailables y poperos hasta momentos más agresivos.
Mención especial para la guitarrista Suo Fei, quien lideró musicalmente con maestría. Además de embellecer las canciones, se encargó de los riffs principales y aportó gran profundidad a las composiciones. Sin duda, una artista consagrada dentro de la escena local.
Así concluyó la primera jornada, con actuaciones memorables grabadas en nuestra mente. Era momento de descansar, ya que aún nos esperaban dos días extensos y prometedores por delante.
Foto portada: Adriana Zak
Etiquetas: A Colossal Weekend, Chat Pile, Copenaghue, Dinamarca, Dool, Festival, Metal, New Money, Oranssi Pazuzu, post, Telepathy