

La tercera visita de los progresivos ingleses Haken a la Argentina había sido anunciada para el Teatro Flores, pero debido a “temas de logística” más tarde se decidió reubicar la fecha en un recinto poco habitual: la Sala Caras y Caretas ubicada en Sarmiento 2037, mismo lugar de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Con excepción del concierto de Marty Friedman del 2017 no tengo registros de que se hubieran dado recitales de metal ahí, y en los días siguientes se iba a dar ahí tanto el de Haken como el de los sinfónicos alemanes Beyond The Black el 2 de mayo. El detalle más llamativo de esta nueva sala es que es un teatro hecho y derecho con sillas y pullman, así que el público vería a las bandas estando sentado, una experiencia por demás inusual en el metal de por acá.
Hacia las 19:40 la entrada de la UMET tenía una fila de como cuarenta metros que llegaba hasta la esquina, todos de hombres (y algunas mujeres) de remera negra que contrastaban con la estética sobria y austero del lugar, donde parecía que se iba a dar menos un recital de metal progresivo y más una charla sobre la literatura latinoamericana en la década de 1940. La fila avanzaba lentamente, y en mi caso me pude acomodar en el pullman cuando los teloneros Fughu ya habían comenzado hacía poco su set con “Out Of Nowhere”, como se podía escuchar a la distancia.
Las dos veces que cubrí recitales por acá con sillas obligatorias tuvieron a Fughu en el cartel: esta fecha como acto de apertura y la que ellos dieran el 20 de noviembre de 2021 en el Buenos Ayres Club, el segundo recital que cubrí después de que las restricciones de la cuarentena se relajaran un poco. No creo para nada que sea una coincidencia: Fughu es no sólo una de las bandas progresivas argentinas con la mirada más puesta a expandirse por fuera del país (más allá del uso del inglés en sus canciones) sino también de las más teatrales en cuanto a sus presentaciones, una característica que me parece fundamental en ellos tanto arriba del escenario como en los discos.
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Los cuatro integrantes de la base instrumental hacen lo suyo en cada una de las retorcidas y cambiantes canciones de su catálogo, que sirven como contexto para que el cantante Renzo Favaro deje su marca tanto con su característica voz como con los disfraces y personajes en los que se mete para cada composición. Un viejo con bastón, un científico loco, un sadomasoquista con látigo y demás, todos estos personajes del Universo Fughu se hicieron presentes a través de canciones como “Killing Me For Fun”, “Chemical Rainbows” y “Right From The Bone”, entre varias otras. El resto de Fughu también tiene sus momentos teatrales, con las luces que se ponen en la cabeza para terminar tocando en la oscuridad al final del concierto o las coreografías simples que realizan, como la posición de espantapájaros en “Chemical Rainbows”.
Favaro suele simplemente desaparecer dentro de sus personajes, donde parece moverse como pez en el agua, pero me llamó una parte inusualmente personal: presentando una de las canciones pidió a la gente hacer un grito grupal como para descargar las presiones, en caso de que nos fuera mal en el trabajo o nos hayan “echado de una banda”. Sabiendo que apenas cuatro días antes había publicado por redes sociales que lo habían echado de manera sorpresiva de Jerikó, la otra banda en la que cantaba desde 2021, y que parece que las cosas no se habían dado de manera amigable fue una referencia llamativa.
Más allá de eso, las cosas se mantuvieron dentro del extraño mundo de Fughu, lleno de fantasía, ciencia ficción y personajes de todo tipo. El sonido me pareció excelente, permitiendo apreciar a fondo el excelente trabajo de la guitarra de Ariel Bellizzio, el preciso bajo de Juan Manuel López, las atmósferas y líneas creadas por el teclado de Marcelo Malmierca y los ritmos del baterista Alejandro López, lo mínimo que se debería pedir de parte de una sala de estas características, y el lugar permitió apreciar todos los detalles del espectáculo de Fughu.
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No hubo mucho tiempo de espera tras este espectáculo de inicio, y a poco de pasar las 21:00 las luces volvieron a apagarse y, en medio de la oscuridad, pudimos divisar la salida de cada uno de los miembros de Haken, recibidos por las ovaciones del público contestadas por el saludo del cantante Ross Jennings, mientras comenzaban a sonar las primeras notas de “Puzzle Box”, canción de Vector. Desde el primer momento quedó en claro que el sonido súper claro que habíamos tenido al principio estaría también presente en el set de Haken, con una claridad envidiable sobre todo en la batería de Ray Hearne. También era un espectáculo en sí mismo ver lo hecho por Richard “Hen” Henshall y Charles Griffiths, el dúo de guitarras que recorre sus diapasones con una precisión terrorífica a cada segundo.
Ya sin la obligación de tener que estar presentando un nuevo álbum, Haken tenían la libertad de expandirse más a través de su discografía: el mismo Jennings mencionaría cerca del final que las otras veces que habían estado en Argentina no habían podido repasar más de sus primeros discos. La lista de canciones durante la noche incluyó canciones de todos sus álbumes, desde el debut Aquarius hasta el último Fauna, a lo largo de 13 canciones. Ese número puede no parecer mucho así en papel (o en los píxeles de la pantalla), pero si tomamos en cuenta la duración promedio de sus canciones estamos hablando de un set de casi dos horas, aunque no se sintió tan largo hasta que vi la hora que se había hecho.
Los ingleses se dedicaron a su suyo interpretando estos ejercicios de complejidad, incluyendo las infaltables “Cockroach King” y “Falling Back To Earth” pero también “Canary Yellow”, “Prosthetic”, “Deathless” y más. Mencioné antes el tremendo profesionalismo de todos estos músicos y la precisión de sus interpretaciones, y eso es algo que se podría decir de casi cualquier grupo progresivo: es algo que es necesario para un estilo creado alrededor de llevar la complejidad del rock a nuevos límites. Pero también hay una cuota de espectáculo de por medio, donde ayudó mucho la instalación de luces de la sala: la manera en la que las luces se sincronizaban con la música, cuando se enfocaban en alguno de los miembros durante un solo, todo eso aportaba mucho a todo el recital.
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Jennings se mostró como un tipo extremadamente comunicativo, más allá de que al ser el cantante de Haken el papel de vocero de la banda cae por defecto en él. Saludando a la gente, agradeciendo los aplausos y dedicando de vez en cuando algunas palabras previas a las canciones, hay un gran carisma en cada uno de sus gestos, dándole ese aporte de humanidad que creo que es súper necesario en la música progresiva, que a veces puede tacharse de tener una frialdad robótica un tanto incómoda.
Y la gente correspondía a todo, cantando algunas partes de las canciones, dedicando unos “Olé Olé Olé Haken Haken” y agitando todo lo que se podía incluso con las sillas de por medio, ya habiendo llegado al final con la parte visible de abajo con casi toda la gente parada: incluso muchos que prefirieron quedarse sentados estaban haciendo headbanging. Entre el público de las primeras filas se podía ver una bandera de Bolivia de alguien que debería haber viajado más de 2500 kilómetros para estar esa noche, demostrando el seguimiento apasionado que este tipo de grupos puede engendrar.
Tras presentar y tocar los más de nueve minutos de “Drowning In The Flood”, Haken hicieron una retirada corta y volvieron para dar una última canción como bis. Como mencionamos anteriormente, los números pueden ser engañosos y decir que sólo hicieron “una canción” como bis puede parecer un tanto “tacaño”, a falta de una mejor palabra. Sin embargo, hay que aclarar que esa canción sería “Visions”, proveniente del mismo álbum y un mastodonte de nada menos que 20 minutos, dando como resultado un bis extra largo comparado con muchas otras bandas. Y, de vuelta, Haken hicieron lo suyo de manera admirable, llevándose más aplausos y cantos de apoyo por parte de la gente en una sala Caras y Caretas que se llenó de fervor metalero esa noche, con la banda haciendo una última dedicatoria a su público.
Con esta nueva visita, Haken se pueden anotar otra presentación victoriosa en su historial con los fans argentinos, y poder verlos sentado fue una gran manera de poder apreciar todo lo hecho por estos músicos, más allá de que para algunos la idea de estar viendo un recital de metal con sillas pueda ir en contra de lo que se supone que un recital de este estilo debe ser. Esperemos tenerlos por nuestros escenarios de vuelta lo antes posible, sea con disco nuevo o no: cualquier ocasión parece ser buena para ver buena música en vivo.
Etiquetas: argentina, Buenos Aires, Fughu, Haken, metal progresivo, Rock Progresivo

La tercera visita de los progresivos ingleses Haken a la Argentina había sido anunciada para el Teatro Flores, pero debido a “temas de logística” más tarde se decidió reubicar la fecha en un recinto poco habitual: la Sala Caras y Caretas ubicada en Sarmiento 2037, mismo lugar de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Con excepción del concierto de Marty Friedman del 2017 no tengo registros de que se hubieran dado recitales de metal ahí, y en los días siguientes se iba a dar ahí tanto el de Haken como el de los sinfónicos alemanes Beyond The Black el 2 de mayo. El detalle más llamativo de esta nueva sala es que es un teatro hecho y derecho con sillas y pullman, así que el público vería a las bandas estando sentado, una experiencia por demás inusual en el metal de por acá.
Hacia las 19:40 la entrada de la UMET tenía una fila de como cuarenta metros que llegaba hasta la esquina, todos de hombres (y algunas mujeres) de remera negra que contrastaban con la estética sobria y austero del lugar, donde parecía que se iba a dar menos un recital de metal progresivo y más una charla sobre la literatura latinoamericana en la década de 1940. La fila avanzaba lentamente, y en mi caso me pude acomodar en el pullman cuando los teloneros Fughu ya habían comenzado hacía poco su set con “Out Of Nowhere”, como se podía escuchar a la distancia.
Las dos veces que cubrí recitales por acá con sillas obligatorias tuvieron a Fughu en el cartel: esta fecha como acto de apertura y la que ellos dieran el 20 de noviembre de 2021 en el Buenos Ayres Club, el segundo recital que cubrí después de que las restricciones de la cuarentena se relajaran un poco. No creo para nada que sea una coincidencia: Fughu es no sólo una de las bandas progresivas argentinas con la mirada más puesta a expandirse por fuera del país (más allá del uso del inglés en sus canciones) sino también de las más teatrales en cuanto a sus presentaciones, una característica que me parece fundamental en ellos tanto arriba del escenario como en los discos.
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Los cuatro integrantes de la base instrumental hacen lo suyo en cada una de las retorcidas y cambiantes canciones de su catálogo, que sirven como contexto para que el cantante Renzo Favaro deje su marca tanto con su característica voz como con los disfraces y personajes en los que se mete para cada composición. Un viejo con bastón, un científico loco, un sadomasoquista con látigo y demás, todos estos personajes del Universo Fughu se hicieron presentes a través de canciones como “Killing Me For Fun”, “Chemical Rainbows” y “Right From The Bone”, entre varias otras. El resto de Fughu también tiene sus momentos teatrales, con las luces que se ponen en la cabeza para terminar tocando en la oscuridad al final del concierto o las coreografías simples que realizan, como la posición de espantapájaros en “Chemical Rainbows”.
Favaro suele simplemente desaparecer dentro de sus personajes, donde parece moverse como pez en el agua, pero me llamó una parte inusualmente personal: presentando una de las canciones pidió a la gente hacer un grito grupal como para descargar las presiones, en caso de que nos fuera mal en el trabajo o nos hayan “echado de una banda”. Sabiendo que apenas cuatro días antes había publicado por redes sociales que lo habían echado de manera sorpresiva de Jerikó, la otra banda en la que cantaba desde 2021, y que parece que las cosas no se habían dado de manera amigable fue una referencia llamativa.
Más allá de eso, las cosas se mantuvieron dentro del extraño mundo de Fughu, lleno de fantasía, ciencia ficción y personajes de todo tipo. El sonido me pareció excelente, permitiendo apreciar a fondo el excelente trabajo de la guitarra de Ariel Bellizzio, el preciso bajo de Juan Manuel López, las atmósferas y líneas creadas por el teclado de Marcelo Malmierca y los ritmos del baterista Alejandro López, lo mínimo que se debería pedir de parte de una sala de estas características, y el lugar permitió apreciar todos los detalles del espectáculo de Fughu.
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No hubo mucho tiempo de espera tras este espectáculo de inicio, y a poco de pasar las 21:00 las luces volvieron a apagarse y, en medio de la oscuridad, pudimos divisar la salida de cada uno de los miembros de Haken, recibidos por las ovaciones del público contestadas por el saludo del cantante Ross Jennings, mientras comenzaban a sonar las primeras notas de “Puzzle Box”, canción de Vector. Desde el primer momento quedó en claro que el sonido súper claro que habíamos tenido al principio estaría también presente en el set de Haken, con una claridad envidiable sobre todo en la batería de Ray Hearne. También era un espectáculo en sí mismo ver lo hecho por Richard “Hen” Henshall y Charles Griffiths, el dúo de guitarras que recorre sus diapasones con una precisión terrorífica a cada segundo.
Ya sin la obligación de tener que estar presentando un nuevo álbum, Haken tenían la libertad de expandirse más a través de su discografía: el mismo Jennings mencionaría cerca del final que las otras veces que habían estado en Argentina no habían podido repasar más de sus primeros discos. La lista de canciones durante la noche incluyó canciones de todos sus álbumes, desde el debut Aquarius hasta el último Fauna, a lo largo de 13 canciones. Ese número puede no parecer mucho así en papel (o en los píxeles de la pantalla), pero si tomamos en cuenta la duración promedio de sus canciones estamos hablando de un set de casi dos horas, aunque no se sintió tan largo hasta que vi la hora que se había hecho.
Los ingleses se dedicaron a su suyo interpretando estos ejercicios de complejidad, incluyendo las infaltables “Cockroach King” y “Falling Back To Earth” pero también “Canary Yellow”, “Prosthetic”, “Deathless” y más. Mencioné antes el tremendo profesionalismo de todos estos músicos y la precisión de sus interpretaciones, y eso es algo que se podría decir de casi cualquier grupo progresivo: es algo que es necesario para un estilo creado alrededor de llevar la complejidad del rock a nuevos límites. Pero también hay una cuota de espectáculo de por medio, donde ayudó mucho la instalación de luces de la sala: la manera en la que las luces se sincronizaban con la música, cuando se enfocaban en alguno de los miembros durante un solo, todo eso aportaba mucho a todo el recital.
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Jennings se mostró como un tipo extremadamente comunicativo, más allá de que al ser el cantante de Haken el papel de vocero de la banda cae por defecto en él. Saludando a la gente, agradeciendo los aplausos y dedicando de vez en cuando algunas palabras previas a las canciones, hay un gran carisma en cada uno de sus gestos, dándole ese aporte de humanidad que creo que es súper necesario en la música progresiva, que a veces puede tacharse de tener una frialdad robótica un tanto incómoda.
Y la gente correspondía a todo, cantando algunas partes de las canciones, dedicando unos “Olé Olé Olé Haken Haken” y agitando todo lo que se podía incluso con las sillas de por medio, ya habiendo llegado al final con la parte visible de abajo con casi toda la gente parada: incluso muchos que prefirieron quedarse sentados estaban haciendo headbanging. Entre el público de las primeras filas se podía ver una bandera de Bolivia de alguien que debería haber viajado más de 2500 kilómetros para estar esa noche, demostrando el seguimiento apasionado que este tipo de grupos puede engendrar.
Tras presentar y tocar los más de nueve minutos de “Drowning In The Flood”, Haken hicieron una retirada corta y volvieron para dar una última canción como bis. Como mencionamos anteriormente, los números pueden ser engañosos y decir que sólo hicieron “una canción” como bis puede parecer un tanto “tacaño”, a falta de una mejor palabra. Sin embargo, hay que aclarar que esa canción sería “Visions”, proveniente del mismo álbum y un mastodonte de nada menos que 20 minutos, dando como resultado un bis extra largo comparado con muchas otras bandas. Y, de vuelta, Haken hicieron lo suyo de manera admirable, llevándose más aplausos y cantos de apoyo por parte de la gente en una sala Caras y Caretas que se llenó de fervor metalero esa noche, con la banda haciendo una última dedicatoria a su público.
Con esta nueva visita, Haken se pueden anotar otra presentación victoriosa en su historial con los fans argentinos, y poder verlos sentado fue una gran manera de poder apreciar todo lo hecho por estos músicos, más allá de que para algunos la idea de estar viendo un recital de metal con sillas pueda ir en contra de lo que se supone que un recital de este estilo debe ser. Esperemos tenerlos por nuestros escenarios de vuelta lo antes posible, sea con disco nuevo o no: cualquier ocasión parece ser buena para ver buena música en vivo.
Etiquetas: argentina, Buenos Aires, Fughu, Haken, metal progresivo, Rock Progresivo